El entonces vicepresidente de EE UU, Joe Biden, y el entonces primer ministro ruso, Vladímir Putin, en Moscú en 2011.ALEXEI DRUZHININ

La esperada cumbre entre el presidente estadounidense, Joe Biden, y el ruso, Vladímir Putin, ya tiene fecha y lugar: el 16 de junio en Ginebra (Suiza). La Casa Blanca comunicó la primera cita entre ambos dirigentes en un escueto comunicado en el que citaba como objetivo “restaurar la predictibilidad y la estabilidad de la relación entre Estados Unidos y Rusia”. El anuncio se da tras la tensión que ha marcado los primeros meses de Administración de Joe Biden respecto a Moscú. La cita marcará el momento culminante de la primera gira internacional de Biden como mandatario.

El 15 de abril, Washington impuso duras sanciones a una treintena de individuos y entidades rusas, acusando directamente al Servicio de Espionaje Exterior ruso (SVR) de interferir en las elecciones de 2020, de un ciberataque masivo y la supuesta oferta de Moscú a los talibanes para atentar contra tropas de EE UU en Afganistán. El mes anterior, en una acción coordinada con la Unión Europea, ya había penalizado a otra decena de altos cargos por el envenenamiento y arresto del opositor Alexéi Navalni. También la Administración de Donald Trump castigó al Kremlin por campañas de espionaje y pirateo, pero el republicano manifestaba una insólita cordialidad hacia Putin que despertaba enormes recelos, en tanto que el líder ruso está acusado por Estados Unidos precisamente de haber tratado de favorecer la victoria electoral de Trump en 2016.

No hay disociación, esta vez, entre la Administración y el presidente. Biden ha dejado muy clara su postura crítica sobre Moscú. “Putin busca erosionar nuestra alianza trasatlántica porque para el Kremlin es mucho más fácil atacar y amenazar a los países de forma individual que negociar con una alianza unida”, dijo en febrero en la Conferencia de Seguridad de Múnich, que se celebró en modo virtual y supuso su primer discurso en un foro internacional. En una entrevista en la cadena televisiva ABC News, el presentador, George Stephanopoulos, preguntó a Biden: “¿Cree que Vladímir Putin es un asesino?”. Y el mandatario respondió: “Sí, lo creo”.

Este cara a cara tendrá lugar en el marco del primer viaje internacional del estadounidense como presidente, durante el cual visitará el Reino Unido para participar en una reunión del G-7 y Bruselas para la cumbre de la OTAN. Washington, de momento, sigue sin querer volver a invitar a Rusia al foro del G-7 (que con Moscú era el G-8), cita de la que fue expulsada en 2014 como represalia por la invasión de Crimea (Ucrania). Trump quería reabrirle la puerta, pero eso también ha cambiado con el nuevo presidente demócrata.

Ese será uno de los múltiples asuntos que conciernen a ambos dirigentes. Biden planteará a Putin su preocupación por las tropas rusas desplegadas en la frontera con Ucrania y el papel del Kremlin en operaciones de hackeo como la grave Operación Solarwinds contra ordenadores de la Administración estadounidense, que provocó las sanciones del pasado abril, y también planteará las medidas que Moscú puede tomar ante grupos de cibercriminales como Darkside, que causó el parón del gran oleoducto de la Costa Este de Estados Unidos este mes y que, según los servicios de inteligencia estadounidenses, tiene su cuartel general en Rusia.

Los líderes también explorarán acuerdos de largo plazo sobre armamento nuclear, después de la reciente extensión por cinco años más del tratado de no proliferación New Start. Y es probable que el último abuso del aliado bielorruso de Moscú, Aleksandr Lukashenko, que obligó a parar un vuelo civil para arrestar a un periodista opositor, entre en el orden del día.

Biden dedicó buena parte de su carrera como senador a las relaciones exteriores y también asumió un papel de embajador como vicepresidente de Barack Obama. Para el ahora presidente, la gestión de la rivalidad con Rusia y China es una prueba de fuego. Con ninguno de sus dirigentes tiene una buena relación. Trump, en cambio, dejó atónito a su país tras la cumbre con Putin en Helsinki en 2018, cuando le dio tanta credibilidad como a sus servicios de espionaje. Esa química, sin embargo, no evitó los ciberataques posteriores.