Manifestación en solidaridad con los palestinos el martes en Kuwait, la única monarquía del Golfo donde se permiten las protestas.NOUFAL IBRAHIM / EFE

La reacción regional al comportamiento de Israel en Jerusalén y Gaza ha puesto en evidencia que el conflicto árabe-israelí sigue siendo clave en Oriente Próximo, antes incluso de la ofensiva a gran escala que Israel ha lanzado contra Hamás a primera hora de la madrugada de este viernes. Los Gobiernos de Teherán y Riad, como el resto de los del medio centenar de países de mayoría islámica, condenaron con dureza la represión israelí de las protestas palestinas y los incidentes en la mezquita de Al Aqsa. También Turquía expresó su indignación. La actuación israelí pone en peligro la reciente distensión con los árabes del Golfo.

Riad reiteró el martes que rechazaba las violaciones de derechos cometidas por Israel contra los palestinos y los planes de evacuación forzada de familias en Jerusalén Este. “El reino pide a la comunidad internacional que haga responsable de la escalada al ocupante israelí y ponga fin de inmediato a sus acciones, que atentan contra todas las normas y leyes internacionales”, pedía el comunicado difundido por su Ministerio de Exteriores.

Arabia Saudí, que siempre se ha considerado portaestandarte de la causa palestina, vio con buenos ojos la firma de los llamados Acuerdos de Abraham por los que Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin, Marruecos y Sudán establecieron lazos diplomáticos con Israel el año pasado. Sin embargo, y a pesar de haber suavizado su actitud hacia este país, siguió insistiendo en la Iniciativa de Paz Árabe que el reino lanzó en 2002 y que ofrece a Israel relaciones plenas a cambio de un Estado palestino en los territorios que ocupó en 1967.

Aunque todas las petromonarquías han criticado a Israel, solo en Kuwait ha sido posible una manifestación de apoyo a los palestinos. “No a la normalización”, corearon los cientos de participantes en la sentada frente al Parlamento el pasado martes, reflejando un estado de opinión que el resto solo puede aventar en las redes sociales.

Mientras, los gobernantes de Emiratos Árabes y Bahréin hacen equilibrios para denunciar los ataques israelíes al mismo tiempo que a Hamás, un grupo que ambos repelen por su ideología cercana a los Hermanos Musulmanes y su proximidad a Irán. “Hay que poner fin a todas las agresiones y prácticas que exacerban la tensión y el odio en la ciudad santa [de Jerusalén]”, subrayó, el jeque Mohamed Bin Zayed, heredero de Abu Dabi y gobernante de hecho de Emiratos, tras conversar con el heredero bahreiní.

En Turquía, todo el espectro político ha condenado enérgicamente las acciones de Israel. “Atacan los derechos fundamentales, los valores humanos y las leyes internacionales acordadas por las organizaciones comunes de la humanidad, [y] deben ser detenidas inmediatamente. De otro modo, a nadie sobre la Tierra le quedará confianza en las organizaciones o normas internacionales”, denunció el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.

El mandatario ha mantenido una serie de entrevistas telefónicas con sus homólogos de Rusia, Jordania, Qatar, Kuwait, Argelia, Paquistán y Malasia, así como con el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, para consensuar una postura común frente al ataque israelí. También la diplomacia turca está tratando de hacer lo propio en foros regionales como la Organización de Cooperación Islámica (OCI), que reúne a los países de mayoría musulmana, y el Consejo Túrquico, que engloba a varios estados de Asia Central, Azerbaiyán y Turquía.

Según el comunicado oficial turco publicado tras la conversación telefónica con Vladimir Putin, Erdogan planteó trabajar conjuntamente en una propuesta a Naciones Unidas para “enviar una fuerza de protección internacional” a la región con el objetivo de “proteger a los civiles palestinos”. La idea, que en cambio no queda reflejada en el comunicado ruso, ya había sido mencionada durante la cumbre de la OCI en Estambul en 2018, pero jamás se avanzó en su concreción.

La protesta más ruidosa contra Israel hasta el jueves ha venido sin duda de Irán. La República Islámica, que ha convertido la causa palestina en un instrumento de su política exterior, encuentra en los graves enfrentamientos de Jerusalén y Gaza una oportunidad para vapulear a un Estado que no reconoce y que se ha convertido en el principal obstáculo para su desarrollo nuclear. “Israel no es un país, es una base terrorista contra los palestinos y el resto de las naciones musulmanas. Combatir a ese régimen despótico es luchar contra la opresión y el terrorismo”, ha declarado el líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei.

Reforzando sus palabras, la Guardia Revolucionaria, el ejército ideológico que es el verdadero poder en Irán, ha prometido facilitar “más apoyo que nunca a la resistencia islámica y el levantamiento palestino”. Aunque según los analistas la mayoría del arsenal de Hamás y Yihad Islámica procede de su capacidad de fabricación local, algunos de sus misiles tierra-tierra y anticarro se cree que fueron introducidos en Gaza a través de túneles desde Egipto. Los militares iraníes también han cargado contra Estados Unidos por su “engaño a algunos países árabes” para que normalizaran relaciones con Israel.

Los Acuerdos de Abraham, en contra del consenso árabe de condicionar el reconocimiento de Israel a la existencia de un Estado palestino, fueron muy celebrados tanto por Washington, que los apadrinó, como por la mayoría de los Gobiernos occidentales. El argumento era que contribuían a cerrar décadas de conflicto árabe-israelí. Lo ocurrido ahora muestra que la ocupación es incompatible con la paz. Y pone en un brete a los firmantes.