Cadáveres de las víctimas de la avalancha en el monte Meron (Israel), esta madrugada. En vídeo, el momento de la avalancha.ISHAY JERUSALEMITE / AP / VÍDEO: EPV

La peor catástrofe civil de su historia ha conmocionado Israel en la madrugada del viernes cuando estaba saliendo con éxito de la pandemia gracias a la vacunación masiva. Al menos 45 personas han muerto, entre ellas algunos menores de edad, y 150 han resultado heridas durante la celebración del Lag Baomer, la festividad judía del fuego, en el monte Meron (norte del país), al producirse una avalancha humana poco después de la medianoche del jueves en un lugar en el que se hacinaban más de cien mil ultraortodoxos judíos.

La separación entre las hogueras en torno a las que cantan y bailan los peregrinos durante la noche, forzada por las medidas de seguridad de la pandemia, originó cuellos de botella donde se pudo desencadenar la estampida. La mayoría de las víctimas perecieron asfixiadas en un paso de apenas tres metros de anchura que, según declaraciones de testigos, había sido cerrado por la policía por razones de seguridad.

Se trataba del acontecimiento más multitudinario que se desarrollaba en el país desde marzo del año pasado, cuando se declaró la crisis sanitaria mundial, a pesar de las limitaciones de aforo de 10.000 asistentes que habían impuesto las autoridades sanitarias. Un testigo citado por la prensa hebrea aseguró que un primer grupo de asistentes resbaló en las escaleras de una tribuna portátil, lo que pudo producir una avalancha en cadena en el recinto.

“Aquello era el caos, todo ocurrió en un segundo. Parecía un pequeño incidente al principio”, relató un asistente al acto al diario Haaretz. Otro participante en la ceremonia dijo a la radio estatal que se había sentido “arrinconado” junto con centenares de personas antes de poder escapar del aplastamiento. La policía cerró el paso hacia una de las hogueras que estaban más abarrotadas de peregrinos, en el recinto asignado a la secta jasídica Toldot Aharon. “El bloqueo impidió la salida de la masa por una escalera (de la tribuna)”, aseguró otro testigo a France Presse, “y el gentío se desbordó hacia uno de los lados de las gradas. Muchos quedaron aplastados en el acto”.

El servicio médico de la Estrella de David Roja, equivalente a la Cruz Roja, informó de que los cuerpos de los peregrinos se amontonaban tras la estampida. Al menos 150 personas han sido hospitalizadas –una veintena en estado grave o muy grave– tras la avalancha humana. Las ambulancias apenas podían llegar al lugar del accidente para evacuar a los heridos en medio de la aglomeración, lo que dificultó las tareas de auxilio.

Muchos de los lesionados tuvieron que ser traslados en helicópteros militares a distintos hospitales del país. El Ejército desplegó centenares de soldados y unidades médicas en las tareas de rescate después de que los contingentes policial y sanitario civil se vieran desbordados. Socorristas, agentes y militares declararon a los medios locales que se habían sentido horrorizados ante la magnitud de la catástrofe. Algunos desfallecieron.

“Me encontraba atrapado en el segundo nivel de una pirámide humana”, relató un superviviente citado por Reuters, “y tuve que presenciar la muerte de quienes estaban debajo de mí”. En la celebración de 2019, anterior a la pandemia, se llegaron a concentrar en el monte Meron hasta 250.000 ultraortodoxos.

El jefe policial del distrito norte de Israel, Simon Levy, asumió la responsabilidad sobre la catástrofe. “Estábamos preparados para cualquier situación y habíamos inspeccionado la zona en los días anteriores”, aseguró en declaraciones citadas por Haaretz, “pero lo ocurrido en la tribuna estaba fuera de nuestro control”.

El fiscal general de Israel, Avichai Mandelblit, ha ordenado una investigación independiente por parte de un equipo especial de la policía judicial. Las tareas de identificación de los cadáveres están resultando penosas para los familiares. Las autoridades están enviando mensajes a través de los medios de comunicación y las redes sociales para tratar de localizar a los allegados.

La ceremonia del monte Meron, en la región de Alta Galilea próxima a la frontera con Líbano, tiene su foco en tumba del reverenciado rabino Simon Bar Yochai, un místico del siglo II, y se desarrolla durante toda la noche y la madrugada del Lag Baomer en medio de fogatas conmemorativas. En su práctica totalidad los asistentes son hombres. Las mujeres deben acudir a zonas segregadas, según la ley religiosa judía.

Desde los trágicos incendios forestales de 2010, que causaron 44 muertos, Israel no había vivido una catástrofe civil de semejante dimensión. En la plaza de Rabin de Tel Aviv, frente a la sede del Ayuntamiento, y en otras ciudades israelíes se han desplegado unidades móviles de donación de sangre.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha visitado la zona del accidente en la mañana del viernes. “Este es uno de los peores desastres que han afectado al Estado de Israel”, afirmó a su llegada al monte Meron. “Vamos a iniciar una rigurosa investigación en profundidad para que hechos así no se vuelvan a repetir”. Antes había lamentado a través de Twitter la “gran tragedia” ocurrida durante la peregrinación religiosa. “Rezamos para que se recuperen pronto los heridos”, escribió en la red social el jefe del Gobierno en funciones, quien ha declarado este domingo como día de luto nacional.

Después de haber vacunado completamente a más de la mitad de su población, Israel ha regresado a una normalidad parecida a la que vivía antes de la pandemia. El Gobierno ha autorizado actos masivos culturales, deportivos y religiosos en los que pueden participar quienes cuenten con certificado de vacunación.

La comunidad ultrarreligiosa judía representa en Israel un 12% de sus 9,3 millones de habitantes, aunque su pujanza demográfica, con familias muy numerosas, hace prever que alcanzará más de un 20% en 2030. El modelo de coexistencia entre la mayoría judía laica y religiosa moderada y la minoría ultraortodoxa se ha resquebrajado durante la pandemia de la covid-19. Los jaredíes o “temerosos de Dios” han acumulado más de una tercera parte de los contagios, mientras la tasa de infecciones se disparaba tras su empeño en participar en actos religiosos masivos, sin guardar distancia de seguridad ni observar medidas de protección.