Miguel Díaz-Canel, a la izquierda, saluda junto a Raúl Castro tras ser nombrado presidente en abril de 2018.ADALBERTO ROQUE / AFP

Como se esperaba, el VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba ha elegido este lunes a Miguel Díaz-Canel como máximo líder de la formación y oficializó la salida de su máxima instancia, el Buró Político, de los tres históricos que quedaban en la cúpula del PCC: Raúl Castro, de 89 años, José Ramón Machado Ventura (90 años), que hasta ahora ocupaba el cargo de segundo secretario del partido, y el comandante Ramiro Valdés, de 88. El nuevo Buro Político, que hasta ahora tenía 17 miembros, se reduce a 14. También elimina el cargo de segundo secretario y lo más destacable es que a él entran el primer ministro, Manuel Marrero, hombre de confianza de Díaz-Canel, y Luis Alberto López Rodríguez Callejas, principal responsable de GAESA, la corporación militar que controla importantes esferas de la economía, quien hasta ahora había mantenido un perfil discreto en la cúpula de poder pese a controlar un campo vital y de gran peso económico.

En sus primeras palabras al Comité Central, Díaz-Canel aseguró que a Raúl Castro se le seguirán “consultando” las “decisiones estratégicas del futuro de la nación”. En el anterior Buró Político había cinco militares, incluyendo a Raúl. Ahora quedan tres, entre ellos Álvaro López Miera, hijo de exiliados republicanos españoles y nombrado hace días ministro de las Fuerzas Armadas en sustitución de Leopoldo Cintas Frías, que salió del Buró y dejó el cargo de jefe del Ejército por llevar dos mandatos y someterse a las mismas reglas de “renovación” que Raúl y los históricos que van de retirada. López Calleja tiene el rango de general, si bien desde hace años se dedica principalmente a funciones económicas al frente de GAESA.

Permanecen en el Buró Político hombres como Esteban Lazo, actual presidente del Parlamento, o Salvador Valdés Mesa, uno de los vicepresidentes del país, una generación intermedia de dirigentes que aunque, no lucharon en la Sierra Maestra, llevan años compartiendo el poder con la vieja guardia. El actual ministro de relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez, de 63 años, permanece en el Buró Político al igual que el dirigente partidista Roberto Morales Ojeda, nacido en 1967.

La edad promedio del Buró Político antes estaba cerca de los 70 años y ocho de sus miembros superaban los 75. Ahora se reduce considerablemente, como símbolo del “relevo generacional” impulsado por Raúl Castro con el propósito de entregar el testigo del mando a una nueva generación de dirigentes comprometidos con la “continuidad histórica” y el modelo socialista.

Más allá de lo simbólico del relevo en la cúpula partidista, los resultados del Congreso fueron los esperados. No habrá ningún cambio en lo político. Cuba seguirá siendo un país de partido único y economía planificada, en el que el Estado y la empresa estatal seguirán ocupando el lugar preponderante. Es cierto que en los discursos y en los documentos firmados se reconoce claramente el papel de las llamadas “formas de gestión no estatal”, esto es, del sector privado y cooperativo, admitiéndose que estos serán cada vez más relevantes y que el propósito es que “contribuyan” al país para salir de la crisis. Y he aquí un punto importante. El cónclave de los comunistas cubanos dejó también clara su visión política de que los actores económicos privados son un “complemento” de la economía estatal centralizada, no una apuesta principal dentro del modelo económico.

Uno de los asuntos más relevantes de este Congreso era precisamente o saber hasta donde se estaba dispuesto a llegar en los cambios y transformaciones económicas, y sí se iba a bendecir por fin una reforma de calado o no. Los que esperaban esto último quedaron defraudados, pues desde el primer día, al presentar a los delegados el informe central, Raúl Castro dejó dicho que la apertura al sector privado tendría “límites”.

“Se ha demandado el ejercicio privado de algunas profesiones, mientras que a las demás no se les permite”, dijo en un momento de su discurso, para acotar de inmediato: “parecería que el afán de egoísmo inicia el proceso del desmontaje del socialismo, por ese camino se destruirían los sistemas de salud y educación, gratuitos y de acceso universal”. Luego habló de los trabajadores autónomos que reclaman la importación comercial privada, lo que, a su juicio, supondría establecer “un sistema no estatal de comercio”. “Son estas cuestiones que no pueden generar confusión. Hay límites que no podemos rebasar porque llevaría a la destrucción del socialismo, porque las consecuencias serían irreversibles y conducirían a errores estratégicos y la destrucción misma del socialismo, y por ende de la soberanía de la nación”, dijo a los 300 delegados que asistieron al encuentro en el Palacio de las Convenciones de La Habana.

Algunos economistas, dentro y fuera de Cuba, expresaron su desánimo por estas líneas rojas dejadas por los ‘históricos’ a sus herederos. “Creí que finalmente los dirigentes cubanos habían comprendido que era necesario combinar los distintos tipos de propiedad para impulsar el desarrollo del país y que consideraban que también los emprendedores privados podrían aportar al desarrollo del país, incluso desde la perspectiva del socialismo. Me queda claro que esa no es la perspectiva de la dirección cubana”, expreso el economista cubano Mauricio de Miranda, cuestionándose: “¿Significa esto que, una vez más, los trabajadores por cuenta propia serán usados para resolver los problemas más graves y cuando estos hayan pasado serán nuevamente objeto de anatematización?”.

Quienes tratan de ver las cosas en positivo señalan que Raúl fue a la vez pragmático en su informe cuando criticó ante los suyos el “exceso de burocracia” y la parsimonia ante los necesarios cambios. “No han dejado de estar presentes problemas estructurales del modelo económico que no proporciona suficientes incentivos para el trabajo y la innovación. Para transformar de manera irreversible este escenario, se impone imprimir mayor dinamismo al proceso de actualización del modelo económico y social”, indicó el líder comunista antes de ceder el testigo de la revolución a Díaz-Canel.

Será probablemente la vida y las urgencias económicas las que determinen de qué modo se conjugarán y combinarán a corto y medio plazo las variables continuidad y reformas, que son clave en Cuba.