• Como se sabe, Ricardo Anaya, ex candidato presidencial por el PAN, quien con frecuencia es ridiculizado con el mote de “Riqui-Riquín-Canallín”, presenta, en su modo youtuber, diversos videos para convencer de su empatía con los pobres, al tiempo que revela su interés en alcanzar, ahora sí, la primera magistratura del país.

• Por su parte, el octogenario blanquiazul Diego Fernández, quien, al reaparecer en el escenario político, incursiona por primera vez en las redes sociales, donde ha sido vapuleado, y amenaza con acudir a alguna de las conferencias de prensa mañaneras en Palacio Nacional, a fin de ajustar cuentas con Andrés Manuel López Obrador.

“De todo hay en la viña del Señor”, reza el viejo refrán. Y, efectivamente, en el nuevo campo de batalla electoral corroboramos que “es tan malo el pinto, como el colorado”. Me refiero a casi todos los gallos de los diferentes partidos políticos, quienes han plagado al país, tanto de propaganda, como de dimes y diretes. Ciertamente, la “caballada” nunca había estado tan flaca como ahora.

De entrada, es notoria una creciente percepción ciudadana en cuanto a que el quehacer del gobierno de la regeneración nacional no era tan perfecto como se dijo; este sentir ciudadano empieza a rayar en el desencanto, como resultado de una feroz campaña desinformativa, sí, pero quizá también en razón de una serie de desatinos del sector oficial, que parecen apuntar peligrosamente hacia un nuevo hartazgo que, de no atenderse ahora, no se descarta que esto le cueste a Morena el control del Poder Legislativo y, a la postre, la presidencia.

No hay que olvidar que fue precisamente el fastidio popular lo que favoreció el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, cuyos niveles de popularidad, muy semejantes a los de sus antecesores, es probable que en el momento decisivo no alcancen para continuar con la 4T al concluir el sexenio. Habrá que estar muy atentos a las encuestas de percepción.

Son tan altas las expectativas que el nuevo sistema político creó entre los mexicanos, que el postergar por tiempo indefinido la atención a ciertos asuntos que, por su naturaleza, ameritan una respuesta diligente, podría acabar en breve tiempo con la confianza del electorado y, sin temor a exagerar, también haría abortar el programa de gobierno.

No cabe duda de que a López Obrador le están fallando, además de algunos elementos clave de su gabinete, su cuerpo de asesores, ciertos legisladores e incluso su propio partido, que no ha sabido esgrimir problemas tan sensibles como es, entre otros ejemplos, la candidatura a gobernador de Guerrero de Félix Salgado, sobre quien pesan sendas acusaciones que urge aclarar, esto es, “por el bien de todos”, como dice el slogan de moda.

Mientras esperamos también una explicación clara y razonable acerca de los verdaderos motivos por los cuales algunas figuras tan desacreditadas del viejo régimen, como Manuel Bartlett, siguen operando sin rubor alguno en el actual gobierno federal, saco a colación diez de los principales planteamientos estratégicos que llevaron al presidente morenista a la silla presidencial, y que hoy son motivo de revisión crítica por parte de sus oponentes, pero también de imitación entre aspirantes y abanderados-as partidistas que buscan derrotar a los candidatos de Morena “con sus propias armas”, según ha trascendido.

Los referidos postulados son: crear un partido conforme al ideario y proyecto político de su fundador; abrir Morena a la participación de militantes de otros partidos políticos; hacer del combate a la corrupción el elemento fundamental de su programa; promover la justicia social, con base en la atención prioritaria a los pobres; sostener que la pacificación del país solo será posible en la medida que disminuya la desigualdad.

Así mismo: elevar la participación ciudadana en los asuntos públicos y toma de decisiones; manejar con ambigüedad temas controvertidos o que comprometan al proyecto de nación; buscar un régimen con rasgos propios, es decir, “ni Maduro, ni Trump”; destacar el valor y trascendencia de los programas sociales y la restitución de derechos humanos; y estrechar la interacción con la sociedad, sobre todo con la población de bajos recursos.

Pues bien, pareciera que, apenas hasta ahora, el ex candidato presidencial Ricardo Anaya ha podido asimilar los motivos de su derrota y medir el enorme alcance de las premisas manejadas por López Obrador durante su campaña. Tan convencido debe estar del fuerte impacto de estos planteamientos que, cual perfecto simulador, ahora trata de adaptarlos en la reanudación de su actividad proselitista, a través de las redes sociales.

Así es como Anaya intenta seguir el mismo estilo de trabajo: 1. – En su nueva faceta de youtuber, decide apostarle al uso intensivo de las “benditas” redes sociales; 2. – Se fijó la meta de recorrer mil municipios del país; 3. – Busca “hacer clic”, aunque sea de manera artificial, con la población de bajos recursos; 4. – Sus críticas socioeconómicas están orientadas casi exclusivamente a desacreditar al actual jefe de la nación; 5. – Pretende crear en torno suyo un fuerte movimiento social para capitalizarlo en su ruta hacia el Palacio Nacional; etcétera… Pero, hasta ahora, nada le ha salido bien. En general, los cibernautas y periodistas digitales no dejan de ridiculizar las “chiqui-aventuras” del “falaz” aspirante.

Otro ex candidato del PAN a presidente de la república que tampoco deja de tropezar en su nuevo afán de incursionar por primera vez en las redes sociales, es el octogenario Diego Fernández de Cevallos, quien cometió el error de utilizar como caja de resonancia a Carlos Loret de Mola y su programa Latinus, el cual se dedica de tiempo completo a denostar abiertamente a la figura presidencial y a su gobierno, lo que sin embargo le ha generado una creciente animadversión por parte de su auditorio, dado lo tendencioso de su programa. “Hasta a nosotros nos está cayendo gordo”, me confió alguna vez un conocido priista.

Ambos ex candidatos a presidente de México, a saber, reconocidos adversarios de López Obrador, son únicamente dos botones de muestra en lo referente a figuras nacionales que, no obstante su amplia trayectoria, no resisten la tentación de hacer política de lavadero, cosa que ya se convirtió en una verdadera moda en México, con motivo de la grave crisis de liderazgo que reina en prácticamente todos los partidos políticos, a grado tal que el bloque opositor se encuentra desdibujado y visiblemente contrariado.

Es por eso que vuelven a dar la cara viejos cartuchos quemados que desaprovecharon sus mejores momentos. Precisamente el llamado “jefe Diego” (del que apenas queda una triste silueta tras el humo de su puro) dice que solo aspira a ocupar sus últimos años dizque “moviendo conciencias” y combatiendo al “bribón” de Andrés Manuel. Tales hobbies me recuerdan a “Don Teofilito” estrellando su bastón contra el prójimo.

Haciendo valer su fama de “merolico”, el controvertido abogado deja entrever que el presidente de México, además de “bribón”, merece otros adjetivos, como: “pandillero”, “simulador”, “rufián”, “sinvergüenza”, “patán”, “mentiroso”, “embaucador”, “tozudo”, “estafador”, etcétera. A propósito, me parece que Pedro Ferriz de Con emplea en sus transmisiones de radio un catálogo más extenso de calificativos contra el Ejecutivo nacional. De ese nivel es la verborrea y el calibre de las diatribas en la que se finca la politiquería que se estila en la actualidad.

“Los que estamos en contra de López Obrador”, puntualiza el ex legislador Fernández de Cevallos,”no queremos regresar al pasado reciente de corrupción, de incompetencia, de insolencia, de abuso y de violencia, pero tampoco regresar a México a un siglo donde este señor sale con la sandez de que a los campesinos hay que volver a ponerlos a trabajar con pala y pico… Hay que esperarnos a las elecciones de junio, faltan menos de cien días”.

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