En uno de los rincones más pobres y marginados del país se concentró hace unos días el horror de México. Un pueblo de un centenar de habitantes, en medio de la sierra de Guerrero (al sur del país) dedicado tradicionalmente al cultivo de amapola, estuvo sitiado durante días por el crimen organizado sin que ninguna autoridad lo impidiera. Fueron sus vecinos, armados, quienes se enfrentaron a balazos a miembros del cartel de La Familia Michoacana para evitar que se hicieran con el control de sus tierras. El enfrentamiento provocó la semana pasada al menos ocho asesinados, aunque los vecinos cuentan en medios locales muchos más. Una escena habitual en zonas humildes, alejadas de los focos y de cualquier estrategia de seguridad. Hasta que una vecina sacó su celular y comenzó a grabar las consecuencias de aquella situación de guerra.
“Ayúdenos, por favor. Ya vienen para acá”, contaba una de las vecinas ante la cámara. En el vídeo se observa a una decena de mujeres, algunas en sillas de ruedas, y llantos de niños resguardados en un centro de salud de la comunidad El Pescado (Coyuca de Catalán, Guerrero), de poco más de un centenar de habitantes. “Estamos con harto miedo, hay hartos niños y no tenemos con qué defendernos. Por favor”, agrega la mujer que graba. Las carreteras que llevan a su pueblo habían sido cortadas por el crimen organizado. “En la hacienda de Dolores se han apoderado de las mujeres y nos amenazan con que va a haber balazos todos los días y estamos huyendo”, continúa. La petición: que el Ejército o la Policía resguarde su pueblo. “Nadie nos ha hecho caso. Necesitamos algún refuerzo”.
Llevaban una semana asistiendo al terror de una guerra en la puerta de sus casas. Esos días un grupo de hombres armados irrumpió en una comunidad aledaña, en la Hacienda Dolores, los vecinos se defendieron y comenzó la lucha por el territorio. Algunos huyeron y en su fuga, según el relato de algunos vecinos a medios locales, se llevaron a dos mujeres, que después liberaron. Las calles del pueblo y en los caminos que llevan al monte quedaron regadas de cadáveres. Después, continuaron la guerra hacia otros pueblos como El Zapote y El Pescado. Y amenazaron a los habitantes con atacarlos a balazos si no se rendían.
El jueves los criminales cumplieron su amenaza. Fue entonces cuando los que pudieron se resguardaron en la clínica y grabaron un vídeo que difundieron por redes sociales. Algo poco común, pues el terror de la guerra del narco queda habitualmente silenciado en la sierra, en lugares con poca cobertura y sin que una autoridad se haga responsable de su seguridad, más que para levantar los cadáveres cuando ya pasó el enfrentamiento. Las imágenes de El Pescado fueron cruciales para que unas horas después el Ejército acudiera a estos pueblos y con su presencia disuadiera a los criminales.
Esta comunidad está enmarcada en la zona conocida como Tierra Caliente, un territorio que abarca también otros municipios de Michoacán y el Estado de México. Una tierra fértil para el cultivo de amapola y producción en laboratorios clandestinos muy codiciada por los cárteles de la droga desde hace años. Con el auge del fentanilo, el precio de la goma del opio cayó bruscamente y muchos de los campesinos que habitualmente la cosechaban se estaban dedicando a la tala regulada del bosque, según explican en los medios locales. Pero el crimen organizado siempre encuentra un recurso al cual aferrarse, y la tala ilegal era también un buen negocio. Este es uno de los motivos por los cuales los vecinos defendieron sus tierras de los que intentaban controlar estas hectáreas.
Ya sea la droga, el huachicol (robo de gasolina), la trata de personas o incluso el robo de mercancías, los cárteles siembran el país de terror sin que una autoridad los controle. La diversificación del negocio, pero sobre todo la impunidad, ha permitido que en rincones como este el control lo intente tomar un poder paralelo al Estado. Las peticiones de ayuda de estos vecinos son un reflejo de lo que sucede en muchos otros municipios del país, donde la autoridad y las leyes son una realidad lejana.
La tragedia de más de 100 asesinatos diarios que asola a México, además de miles de desaparecidos en fosas comunes, se explica también por escenas como las de esta localidad de Guerrero. El país soporta las peores cifras de asesinatos de su historia, una realidad más sangrienta que en los años más duros de la guerra contra el narco. Lo único que impidió una masacre más en este pueblo, fue el arma improvisada de una vecina: unas imágenes que pusieron a las autoridades ante el espejo de la violencia. El Pescado y su centenar de habitantes es el México pobre, rural y abandonado al que mucho tiempo el Gobierno no ha querido mirar.