El primer ministro de Italia, Mario Draghi, se ha puesto este miércoles por primera vez el traje de político y ha comparecido en el Senado para desplegar un importante discurso sobre la situación de Italia y el plan de reconstrucción que tiene en mente. Una ambiciosa hoja de ruta de tintes socialdemócratas, progresistas y extremadamente comprometidos con la Unión Europea y la OTAN que no ahorró algunos avisos a navegantes sobre Rusia o tentaciones soberanistas. El nuevo primer ministro italiano señaló enseguida la exigencia con la que afronta el encargo. “Nunca en mi vida profesional he tenido un momento de emoción así de intensa y con una responsabilidad tan amplia”. La emoción del discurso de Draghi, sin embargo, no estuvo en los adjetivos, en eslóganes creados por algún asesor ni en el tono, a veces más cercano a la relación anual de un gobernador de banco central.

La épica del nuevo Ejecutivo se encuentra desde esta mañana en la descripción precisa de los problemas, en el trabajo, en los datos o en el detallado diagnóstico que es capaz de desplegar el exbanquero para afrontar los retos de Italia en la próxima década. Habrá que reformar la Administración pública, el sistema impositivo, la educación, la justicia y el sistema productivo, donde muchos de los pilares, como el turismo (que representa el 14% del PIB), no podrán seguir siendo como antes de la covid-19. “Algunos creen que salir de la pandemia será como encender la luz de nuevo. Pero no será así”, advirtió. Especialmente por una cuestión ecológica, señaló citando al papa Francisco, y atribuyendo la propagación del virus al maltrato del hombre sobre la naturaleza: “Queremos dejar un buen planeta, no solo una buena moneda”. Draghi pidió unidad a los partidos –”No es una opción, sino un deber”, señaló- pero les confortó asegurando que no se trata de renunciar a su identidad, sino de pensar en el bien común: “El amor a Italia”.

La única duda que generó la exposición, que duró alrededor de 50 minutos, es si un Ejecutivo al que se adivina una esperanza de vida tan limitada –como máximo dos años– será capaz de poner en marcha tantas tareas, para las que se necesitaría, al menos, una década. Italia recibirá 209.000 millones de euros del fondo de recuperación de la Unión Europea –el país que más dinero obtendrá, cuando rediseñe el defectuoso plan que pidió Bruselas y que el anterior Ejecutivo no completó– que deberá invertir en los siguientes seis años. Y el nuevo primer ministro buscará, al menos, sentar las bases de un esquema que permita “no malgastarlos” poniendo en riesgo el futuro de las siguientes generaciones.

La referencia a los jóvenes fue la muestra más clara de la nueva épica de este Ejecutivo. La síntesis, en el fondo, de su programa. “A veces me pregunto si nosotros estamos haciendo por ellos lo mismo que hicieron nuestros padres y abuelos por nosotros. Hay que preguntárselo cuando no hacemos todo lo posible por la escuela, la formación, la universidad o la cultura. Una pregunta a la que debemos dar respuesta cuando decepcionamos a nuestros jóvenes obligándolos a emigrar de un país que demasiado a menudo no sabe valorar el mérito y no ha hecho una efectiva paridad de género. […] Una pregunta que debemos responder cuando aumentamos nuestra deuda pública. Cada euro malgastado hoy es un daño que hacemos a las siguientes generaciones, una sustracción de sus derechos”.

Muerte de la austeridad
Draghi sentó las bases ideológicas de su Ejecutivo a lo largo de un discurso solo interrumpido por la derecha cuando agradeció a Giuseppe Conte su labor o habló de la soberanía de Italia respecto a Europa. En lo económico –ayudan los 209.000 millones de euros– certificó la muerte de la austeridad. “Se necesitan políticas económicas y monetarias expansivas”, señaló. El primer ministro, además, planteó varias de las reformas que su Ejecutivo contemplará poner en marcha si se preserva la unidad y “el espíritu republicano”. En el aspecto internacional, reafirmó su compromiso atlántico. Pero también con la “irreversibilidad” del euro para “quien apoye al Gobierno”. “Sin Italia no hay Europa. Pero fuera de Europa hay menos Italia”. Un aviso directo a Matteo Salvini, el líder de la Liga, que el día anterior había dicho respecto a la moneda única que “lo único irreversible es la muerte”, abriendo ya la primera grieta en el Gobierno. Además, marcó claramente el esquema de aliados en el mundo y advirtió de “las violaciones de derechos humanos” cuando se refirió a Rusia.

Draghi alertó de que algunas reformas que necesita Italia, como la del fisco, no pueden hacerse de forma aislada. “El sistema tributario es un mecanismo complejo en el que todas sus partes están conectadas. No es una buena idea cambiar un impuesto u otro”, señaló abogando por una “intervención total”. Draghi puso como ejemplo la reforma danesa, articulada a través de una comisión que luego trabajó con los partidos y que redujo en dos puntos del PIB la presión fiscal. Lo mismo, señaló, puede aplicarse a la reforma de la Administración pública. Y también a la de la educación.

La jornada en el Senado se alargará hoy hasta pasadas las 11 de la noche, cuando llegará el resultado de la votación de la investidura. Draghi tiene la posibilidad de replicar antes a las intervenciones que se irán realizando a lo largo del día. El jueves se repetirá el mismo ritual en la Cámara de Diputados y quedará zanjado definitivamente el proceso.