A veces la desesperación por la falta de expectativas anti COVID-19 y los datos que hablan de que cuando menos este año no habrá vacuna que cambie el sentido de las infecciones y fallecidos lleva a aferrarse a clavos ardiendo. El señalamiento del antes endemoniado FMI y hoy alabado de que el PIB de México podría ser de 4.5% en 2021 ha permitido una fiesta hasta con cuetes.

Sin embargo, la realidad es otra.

1.- La reactivación del ritmo de producción mexicana no será general y sólo habrá posibilidades de exportación de bienes primarios y de empresas vinculadas a cadenas productivas del Tratado de Comercio Libre 2.0.

2.- El dato oficial de PIB de -8.5% señala una caída de -8.6% en 2019 y 2020.

3.- En su cuadro estadístico de expectativas, el FMI fija 4.5% para 2021, pero también agrega que a partir de 2022 México regresará a su mediocre crecimiento de 2.2% promedio anual cuando menos por diez años, y con la condición de que no haya recesión internacional u otra o la misma pandemia.

4.- Si se cumple el vaticinio del FMI de 4.5% para 2021 y 2.2% a partir de 2022, entonces el PIB promedio anual del sexenio será de 0%, similar al 0% de PIB promedio anual en el gobierno de Miguel de la Madrid 1983-1988.

5.- En las expectativas oficiales se había hablado, de manera formal, de un PIB promedio anual de 4% a lo largo del sexenio.

En sentido estricto, estas cifras sólo explican las tendencias de los números, no muestran un escenario inevitable. La única manera de salirse del estancamiento económico en que metió al país la pandemia se localiza en el diseño con carácter de urgente de cinco grandes reformas: un nuevo modelo de desarrollo, una nueva planta productiva, una política económica que estimule la inversión, la innovación y el desarrollo tecnológico, un gran pacto social del Estado con empresarios y trabajadores para reorganizar el sistema productivo y sus relaciones sociales de producción y un Estado supercapitalista que dedique toda su energía a administrar la dinámica productiva.

Las cifras históricas recuerdan un desafío similar: la tasa promedio anual en el periodo 1927-1932, por efecto del crack de la Bolsa de Wall Street de Nueva York, fue de -4% a lo largo de seis años. Como en EE. UU. y su new deal de Franklin Roosevelt, en México se dio en 1934 un nuevo acuerdo político y social liderado por el Estado cardenista para sentar las bases de reorganización del capitalismo todavía semifeudal del porfirismo. De 1934 a 1982, la tasa promedio anual del PIB con el Estado conduciendo el ritmo del capitalismo, fue de 6%.

Por sí sólo el actual sistema productivo y su correlativa planta industrial no alcanzan para desarrollar un ritmo de crecimiento económico más allá de 2%. El control asfixiante del Estado, las decisiones presidencialistas, la falta de autonomía productiva del sector privado, el sindicalismo antiobrero, las restricciones a la inversión extranjera, entre otros obstáculos, impiden tasas de PIB altas y con mayor derrama económica.

Si la economía mexicana quiere salir del hoyo recesivo del neoliberalismo 1983-2018 y de la trampa de arena de la pandemia, el único camino se encuentra en la construcción de un nuevo modelo de desarrollo y una modernización de la planta productiva. Es decir, optar ya sin repartos por un modelo capitalista con estatalidad regulatoria no restrictiva.

El Estado, a su vez, requeriría de una gran reforma no neoliberal sino de funcionalidad y capacidad operativa: reorganización de los ingresos con una reforma fiscal, reestructuración del gasto para liberarla de las cargas asistencialistas no productivas, una autoridad política con instrumentos de fuerza económica para impedir la polarización social de ingresos y, como el periodo de Cárdenas a López Mateos, una política social para convertir al Estado en el garante del reparto de la riqueza. El modelo nórdico de Estado sigue latente: una carga fiscal general alta, una ética que elimine la corrupción y gasto social en educación y salud.

Las crisis son oportunidad para definir rumbos. La crisis económica y social provocada por la pandemia en todos los países del mundo es punto de referencia para saber si se cambia para salir de la crisis con nuevas formas de socialización del bienestar o para regresar a la anterior normalidad de modelos sociopolíticos ajenos a la prosperidad generalizada.

Política para dummies: La política se mide por la profundidad de las decisiones, no por la habilidad de las argumentaciones.

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