Una familia observa por televisión la ceremonia de investidura de Joe Biden, el pasado 20 de enero en La Habana (Cuba).YANDER ZAMORA / EFE

Cuba observa con cautela, pero también con cierto optimismo, el aterrizaje de Joe Biden en Washington, aunque las autoridades de la isla son conscientes de que desmontar las más de 200 sanciones adoptadas por Donald Trump y retomar la política de acercamiento de Obama, como dijo el nuevo presidente que haría, no será sencillo ni rápido. El pasado jueves, la Administración estadounidense aseguró que “revisará” las políticas de Trump hacia Cuba, entre otros asuntos internacionales. Ese propósito declarado indica que se abre un camino de oportunidades, aunque la normalización será pausada y trabajosa.

A falta de reacción oficial cubana a lo dicho por la portavoz del nuevo mandatario, las palabras del presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, al conocerse el triunfo de Biden dan pistas sobre la actitud. Fue un breve mensaje que contiene la hoja de ruta cubana en sus relaciones con Washington: “Creemos en la posibilidad de una relación bilateral constructiva y respetuosa de las diferencias”.

Esta postura implica, por un lado, que la isla está dispuesta a trabajar con EE UU aun cuando siga vigente el embargo económico y otras sanciones lesivas y, por otro, establece que EE UU no puede esperar de Cuba concesiones ni tomas y dacas para avanzar en la normalización. El lugar que ocupará Cuba dentro de las prioridades de la nueva Administración norteamericana es una incógnita. Igual lo es hasta dónde está dispuesto a llegar Biden en la recuperación de la política de Obama, a quien La Habana reconoce el mérito de haber “tumbado una puerta” en las relaciones de EE UU con Cuba, pues hasta ese momento la oposición al diálogo con Cuba era bipartidista, de republicanos y demócratas.

El juego político en el Congreso y el Senado de EE UU, donde la mayoría demócrata es exigua y existe un lobby cubanoamericano muy activo, será clave en los próximos movimientos de Washington. Pero según señalan expertos en las relaciones entre los dos territorios, y también funcionarios cubanos en conversaciones informales, hay motivos para albergar esperanzas de un nuevo deshielo y de que ambos países puedan colaborar en diversos terrenos, como ocurrió en los últimos dos años de Obama, cuando La Habana y Washington firmaron 22 pactos en diversas áreas.

Aunque las declaraciones de la portavoz de la Casa Blanca fueron una simple respuesta durante una conferencia de prensa, el académico y exembajador de Cuba ante la Unión Europea Carlos Alzugaray observa “dos aspectos importantes” en sus palabras: “A apenas nueve días de la toma de posesión de Biden, se confirma que Cuba está en la agenda como parte de un proceso de revisión de las políticas de seguridad nacional”. Y lo segundo: “Es significativo apreciar que en la declaración de la portavoz han desaparecido las referencias retóricas peyorativas contra el Gobierno cubano como dictadura, régimen… muy comunes en la anterior Administración”.

Nombramientos
Más relevante para el Gobierno cubano son los nombramientos en algunos puestos clave que afectan a La Habana. “El equipo que ha designado Biden para manejar la política exterior está familiarizado con el tema cubano. Muchos de ellos tuvieron que ver con las negociaciones entre ambos países y la implementación de la política de Obama”, señala Alzugaray. Entre ellos destaca al secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas —nacido en La Habana—, al secretario de Estado, Antony Blinken, o a la directora de la Usaid (agencia para el desarrollo), Samantha Power. Señala Alzugaray que los tres “conocen a sus interlocutores cubanos y estos los conocen a ellos, lo que puede facilitar el diálogo. Y quizás hasta haya que incluir en este grupo a la primera dama, Jill Biden, que hizo un viaje oficial a Cuba en octubre de 2016”.

Aunque los astros de la normalización parecen alinearse, para Cuba hay tres grandes obstáculos que complican el acercamiento: la existencia del embargo; la reciente inclusión de la isla por Trump en la lista de países patrocinadores del terrorismo; y la existencia de numerosas listas negras trumpistas, en las que están más de 200 empresas cubanas con las que los norteamericanos no pueden tratar. Por supuesto, la ley Helms-Burton, que aplica castigos extraterritoriales a las empresas con intereses en Cuba, es otro escollo. Ayer España reclamó a Bruselas que solicitara a Washington la urgente suspensión de su aplicación.

Cuba confía en que Biden empecerá a desmontar en algún momento el andamiaje de sanciones. Y se declara lista para recuperar la normalización de Obama y sentarse a negociar si la nueva Administración tiene esa voluntad y el espacio político para lograrlo.