El enorme desaseo con el cual el presidente Andrés Manuel López Obrador abordó la exoneración del general Salvador Cienfuegos, provocó que la litis jurídica fuera arrollada por la tormenta política y el enfrentamiento con el gobierno de Estados Unidos que causaron sus declaraciones de fuego, por lo que se ignoró el análisis de la acción de la Fiscalía General en sus méritos para concluir que el exsecretario de la Defensa era inocente y, sobre todo, impidió ver con claridad la enorme patraña que construyó la DEA contra el jefe militar.
López Obrador pudo haber demostrado perfectamente la inocencia del general Cienfuegos y probar la debilidad del caso, con las notables inconsistencias de la investigación de la DEA, incluidas en la notificación de exoneración, pero no lo hizo. Cuando ante las presiones el fiscal Alejandro Gertz Manero lo hizo, publicó un expediente casi en su totalidad testado, incluso documentos del Departamento de Justicia que López Obrador hizo públicos en violación a convenios bilaterales con Estados Unidos. A nadie debiera extrañar que este manejo primitivo del caso desencadenara señalamientos de impunidad y sorna contra el exsecretario de la Defensa.
Es injusto para el general Cienfuegos y las Fuerzas Armadas –incluso para el gobierno mismo–, porque los mensajes de BlackBerry que enviaron desde Washington, lo único que realmente prueban es una deficiente, por ingenua o tonta, investigación de la DEA, donde todo indica que fueron timados por un narcotraficante de tercer nivel apodado el H-9, Daniel Isaac Silva Gárate, quien también engañó a su jefe el H-2, Juan Francisco Patrón Sánchez, en ese momento jefe del disminuido Cártel de los Beltrán Leyva, aparentemente para robarle dinero.
El periodo de investigación que envió el Departamento de Justicia comprende 401 días, entre 2015 y 2017, consta de 58 intercambios efectivos entre Silva Gárate y Patrón Sánchez, que fueron analizados por la defensa del general, quien fue desmontando las imputaciones durante su declaración ministerial el fin de semana previo a su exoneración en la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada, al documentar las inconsistencias y errores en la investigación de la DEA con las que lo procesaron en Estados Unidos.
Por ejemplo, hay varios mensajes de BlackBerry enviados por Silva Gárate, con el seudónimo Samantha a Spartacus, el nombre clave de Patrón Sánchez, el 9 de diciembre de 2015, que figuran en las páginas 8, 9, 10 y 11 del expediente dado a conocer el viernes, donde El H-9 le informa a su jefe que va a viajar a la Ciudad de México para entrevistarse con el Padrino, como identifican al presunto general Cienfuegos, y le dice cuántas personas lo recogen, en qué vehículos, y le va narrando en tiempo real la supuesta conversación con el exsecretario de la Defensa.
En su declaración ministerial, el general Cienfuegos demostró que ese día no se encontraba en la Ciudad de México, sino en Acapulco, en un evento público del Ejército. En otra ocasión donde menciona Silva Gárate un nuevo encuentro con el exsecretario, Cienfuegos probó que ese día se encontraba en Hermosillo, en un evento de la Marina. La DEA no hizo este cruce de información, pues de haberlo hecho habría comprobado que las aseveraciones del H-9 no se sostenían en los hechos. Adicionalmente, el general entregó su agenda a la Fiscalía General, que es un documento con validez jurídica.
Otras aseveraciones de Silva Gárate que no fueron pasadas por la verificación en la DEA, ni por sus superiores en el Departamento de Justicia, con quienes de acuerdo con la información oficial del gobierno estadounidense fueron consolidando lo obtenido, tienen que ver con aspectos personales. Hay algunos de fácil verificación, como la descripción que hace el H-9 del general Cienfuegos el mismo 9 de diciembre de 2015, una vez que supuestamente está con él, donde afirma que es una persona “güera, güera” (páginas 18 y 20), “blanco” (página 468), “medio llenito” (página 469) y que tiene “los cachetes siempre rojos” (página 23). Cienfuegos no es güero ni blanco, sino moreno; no está pasado de peso, sino es delgado, y no se le ponen súbitamente los cachetes rojos, porque no tiene esa afección médica. La DEA iba a confirmar estas descripciones, pero claramente no lo hizo.
Hay otras menos obvias, pero fácilmente verificables. En las páginas 524 y 525 aparecen comunicaciones del 24 de noviembre donde los narcotraficantes afirman que la esposa del Padrino es hermana del gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz, cuyo nombre escriben “Kirino”. Es falso. No hay ninguna relación entre sus esposas, y la única vinculación indirecta es que la esposa del gobernador es hija de militar. Los mensajes de BlackBerry incluyen en la página 35 otra de esas increíbles fallas en la investigación de la DEA y de los fiscales que las dieron por buenas, donde Samantha le dice a Spartacus, en una conversación en tiempo real cuando se supone está frente al general Cienfuegos, que le comenta el exsecretario “que estoy joven más dice que tiene un hijo de mi edad”. Cienfuegos tiene cuatro hijas; ningún hijo.
Los errores de la DEA y los fiscales brotan en el expediente, pero quedaron sepultados por el también increíble, por torpe, manejo del Presidente al comentar sobre la exoneración. No la explicó el fiscal, desde un punto de vista jurídico, sino él, desde un punto de vista político. La deficiente gestión que tiene en el manejo del gobierno permitió que Gertz Manero se durmiera en el expediente sin concluirlo, hasta que lo apretaron en Palacio Nacional y apuró la declaración Cienfuegos, quien se enteró de su exoneración por los medios.
El ruido político provocado por López Obrador se materializará en problemas bilaterales con Estados Unidos. Sin embargo, eso no debe impedir ver la investigación de la DEA y sin escarbar mucho, corroborar, con la documentación disponible, la farsa de su acusación. Si el Departamento de Justicia quiere reabrir el proceso, tendrá que considerar que lo que llevó ante la Corte, realmente no sirve.