El caos se ha apoderado de Washington este miércoles cuando el Congreso se disponía a confirmar al demócrata Joe Biden como próximo presidente, una formalidad que normalmente pasa sin pena ni gloria y que este 6 de enero de 2020 quedará escrito en los libros de historia. Miles de seguidores de Donald Trump, azuzados por sus acusaciones infundadas de fraude electoral, rodearon el Capitolio y traspasaron de forma violenta los cordones policiales, provocando altercados dentro del edificio. La sesión fue suspendida, el vicepresidente, Mike Pence, evacuado, la ciudad decretó toque de queda y el mundo vio una imagen inaudita de Estados Unidos, el país que se enorgullece de ser la primera democracia del mundo.
Miles de seguidores de Trump se habían concentrado a primera hora de la mañana frente a la Casa Blanca, donde esperaban para escuchar las palabras del mandatario en funciones, enrocado aún en sus acusaciones infundadas de fraude y azuzando a su público contra el resultado electoral.
El centro de la ciudad fue tomado por los sonidos de sirenas, mientras la televisión empezaba a mostrar imágenes de seguidores trumpistas, con sus gorras rojas con el lema Make America Great Again, en el interior del edificio. Fuera, entre las columnas, una muchedumbre ondeaba desafiante las banderas, una imagen sobrecogedora en la que presume de ser la primera democracia del mundo. Ya con la situación descontrolada, el propio Trump ha llamado a la cama y a sus seguidores a protestar pacíficamente.
“Nunca nos rendiremos, nunca conoceremos [la victoria de Biden]”, había enfatizado antes el magnate neoyorquino ante la muchedumbre por la mañana. Tras su intervención, los trumpistas recorrieron la gran Avenida Constitución en dirección al Capitolio, donde la Cámara de Representantes y el Senado se reunía de forma conjunta para cumplir con el conteo de los votos enviados por cada Estado, una formalidad antes de la toma de posesión de Biden. Al llegar al imponente edificio, saltaron las chispas.
“No ha habido transparencia, no se han mirado las irregularidades, los votos supuestamente depositados por personas en realidad fallecidas. Si Trump ha perdido de verdad, yo lo acepto, pero no lo sabemos”, se quejó a primera hora de la mañana John Kayne, de 29 años, quien había conducido 14 horas desde Iowa para participar en la manifestación.
Al plantearle que ningún tribunal de Estados Unidos ha hallado prueba de una trapacería suficiente para cambiar el resultado electoral después de más de medio centenar de pleitos; que las autoridades locales -muchas de ellas, republicanas- también han dado por bueno el desarrollo de la elección; o que el Departamento de Justicia tampoco ha observado la irregularidad, respondió que “nadie se ha querido involucrar en esto, por alguna razón, política o de seguridad”. “Nosotros somos los únicos que seguimos aquí”, dijo.