Hace cuatro años, Donald Trump llegó al poder con el muro en la mente y Joe Biden lo hará en tres semanas con un paquete de medidas destinadas a mejorar la vida de los migrantes en Estados Unidos antes de sus 100 primeros días. Al menos esa es la promesa que trae bajo el brazo. También con un amplio paquete de medidas sobre migración, el presidente Andrés Manuel López Obrador comenzó su gestión hace dos años abriendo de par en par las puertas de México a las caravanas migrantes y terminó militarizando la frontera con Guatemala para que eso no vuelva a pasar. La nueva relación entre modelos tan cambiantes comenzó a tejerse este martes. En su breve carta de felicitación a Biden, López Obrador dedicó algunas líneas a los migrantes como una de las promesas más destacables del nuevo presidente. “Mi reconocimiento a su postura a favor de los migrantes de México y el mundo, lo cual permitirá continuar con el plan de promover el desarrollo y el bienestar de las comunidades del sureste de México y de los países de Centroamérica. Considero que de esta manera nadie se verá obligado a abandonar su lugar de origen y podrá vivir, trabajar y ser feliz con su familia, entre su gente, con su cultura, y así lograremos construir la solución definitiva a los flujos migratorios desde y a través de México hacia Estados Unidos”, dijo el mandatario.
La reaparición del tema migratorio en la relación entre los dos países supone volver a un tema aparcado desde que en mayo de 2019, Trump amenazó con poner una tasa del 5% a cualquier importación si México no frenaba la migración. Las caravanas se sucedían y Trump chantajeó a México para que asumiera el papel de gendarme del Sur. El canciller Marcelo Ebrard aplacó la crisis pactando con el secretario de Estado, Mike Pompeo, y las cosas cambiaron. Sustituyó al responsable de migración de México (INM), Tonatiuh Guillén, desplegó a casi 7.000 soldados de la Guardia Nacional en la frontera con Guatemala y desaparecieron las buenas intenciones de crear un plan Marshall para Centroamérica cuando Estados Unidos le dio la espalda. Y todo en menos de seis meses.
Poco a poco también el lenguaje ha cambiado y ha ido asumiendo el discurso más genuino de Trump. En octubre, López Obrador calificó de “extraño” que 3.000 centroamericanos quisieran llegar en caravana a Estados Unidos durante la campaña electoral. “Nos parece muy raro, es muy extraño el que salga esta caravana en víspera de la elección. Es mucha casualidad”, insinuó sobre la existencia de una mano negra. Cuando le preguntaron cómo iba a responder a la misma señaló que “tenemos que ver cómo evadimos la provocación”.
“La relación López Obrador y Trump cambia radicalmente tras el acuerdo entre Ebrard y Pompeo que implica la salida de Guillén, el despliegue de la Guardia Nacional y aceptar los Migrant Programs Protocols (MPP) para retornar solicitantes de asilo desde la frontera norte y mandarlos al sur. Todos trabajan en sintonía a pesar de ser de ideologías antagónicas”, señala Salva Lacruz, excoordinador del Centro Fray Matías de Tapachula.
Según cifras oficiales de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), durante el primer año de López Obrador, México expulsó a 84.000 migrantes a sus países de origen. El INM reporta que la cifra es aún mayor, 118.000 deportados, casi la mitad de Honduras, un 27% de Guatemala y el 11% de El Salvador. El Gobierno de López Obrador señala que puso en marcha un plan de 30 millones de dólares del programa Sembrando Vida para la creación de 20.000 puestos de trabajo en El Salvador y atajar así las causas de emigración en el país de origen.
No obstante, para el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil) el plan es “superficial” y no ataca las causas por las que miles de personas huyen de la violencia y la pobreza. “La política migratoria de López Obrador, pasó de la tarjeta humanitaria a agacharse y hacer todo lo que le pedía Estados Unidos. Es inexplicable cómo un país como México ha cedido tanto en temas de soberanía”, explica Helena Olea, directora de programas de Alianza Américas, desde Chicago. “Lo más grave no ha sido el despliegue de la Guardia Nacional, sino la puesta en marcha de protocolos que permiten la expulsión de migrantes y que, a efectos prácticos, han convertido la frontera norte en un enorme campamento de refugiados”. La académica calcula que desde el comienzo de la pandemia, en marzo de 2020, México ha expulsado a 280.000 personas.
En Estados Unidos, algunos analistas consideran que si Biden quiere cumplir su promesa de legalizar a casi 11 millones de inmigrantes irregulares o ampliar el estatuto temporal a hondureños y salvadoreños tras el paso de los huracanes Eta e Iota, será a cambio de que no haya grandes cambios respecto a México. “Me temo que con Biden volvamos a la etapa Obama, o sea, mal. Obama fue Trump, pero con sonrisa y creo que la política de cierre fronterizo con Centroamérica va a continuar”, señala Lacruz. Para Olea, la llegada de Biden implicará que México “tendrá que dar más explicaciones que antes en los foros bilaterales e internacionales sobre el respeto a los derechos humanos”.