CIUDAD DE MÉXICO.- Después de medio siglo, regresan los fantasmas a La Bombonera. En el césped mundialista yace tumbado Nacho Calderón. Una mirada hacia el horizonte que parece eterna, mientras italianos vestidos de azul se abrazan y dan brinquitos. Un autogol de Kalimán Guzmán y se viene el apocalipsis ante la Squadra Azzurra en México 70. El fatal 4-1 está muy cerca. Es el portero mexicano, patillas largas y suéter de cuello alto, jalisquillo que colecciona autos sin capota, galán de películas y fotonovelas en blanco y negro, amigo del candidato Luis Echeverría, sucesor de la Tota Carbajal e ídolo de las Chivas. Aquel personaje de la Selección Mexicana mantuvo su cabaña invicta durante 295 minutos, dejando a soviéticos, salvadoreños y belgas con las ganas de hacerle daño. Tuvo que ser fuego amigo el que rompió la magia, un sin querer queriendo del Kalimán. Nacho y los otros muchachos del Güero Cárdenas terminaron mirando el mundial en la TV, aunque su marca de imbatibilidad duró 20 años. La consiguió un italiano llamado Walter Zenga en Italia 90.

A sus 76 años, Ignacio recuerda los eternos segundos que duró tendido en el campo del estadio de Toluca, mirando hacia la nada, con el empate 1-1 en el marcador, aunque presagiando que se venía algo muy feo para el Tricolor. “Ganábamos con el gol de Calaca González, quien le quitó el invicto al portero italiano Enrico Albertosi. Sólo quedaba yo como guardameta imbatible en el Mundial de México 70. De pronto, Riva disparó, salió el balón hacia el lado derecho y me tiré de ese lado, Kalimán rosó el balón y, cuando quise reparar, fue demasiado tarde”.

Fue mucha la tristeza que el jugador con el número 1 en el dorso sintió en aquel momento. “No nos habían anotado en el mundial, teníamos sueños de llegar muy lejos y ante Italia iniciamos con gol. En la segunda parte entramos con desconfianza, entonces se apareció Luigi Riva, dos veces, y Gianni Rivera colaboró con otro tanto. Nos mataron con el contragolpe”.

A medio siglo de perder ante Italia, ¿le sigue doliendo?

La vida pasa. Recuerdo más la
inauguración, la satisfacción de ser el portero del país anfitrión, la emoción de escuchar el Himno Nacional y el ¡Mé-xi-co, Mé-xi-co! En las tribunas. Disfruté cada minuto que estuve en el campo, cada partido sin recibir gol. El nervio ante los soviéticos, la goleada a El Salvador y el penal del Halcón ante Bélgica. El de Italia fue un duelo disparejo.

Monstruos italianos..

¡Imagínate! Ahí estuvieron Riva, Mazzola, Boninsegna, Rivera, Albertosi. Se pudieron dar el lujo de tener a Dino Zoff en la banca.

México tenía un portero caro, imbatible y con mucho carisma.

Bueno, yo era el portero de las Chivas, me pagaban muy bien (llegó a ganar 18 mil pesos mensuales) y tenía la experiencia de jugar en los Juegos Olímpicos de Tokio 64 y el Mundial de Inglaterra 66. Nacho Trelles me tuvo confianza y tomé el lugar de la Tota Carbajal.

Dejó a Paco Castrejón y Toño Mota como mirones de palo.

Paco siempre fue mi sustituto mientras estuve en la selección. Toño era buen portero, aunque un poco más veterano que nosotros.

Y es que todos querían a Nacho Calderón en el equipo. Hasta César Costa.

Estaba concentrado rumbo al Mundial de Inglaterra 66 cuando César se me acercó para invitarme a participar en una película en la que él fue productor y actor principal. Se llamó Adiós cuñado y yo hice pareja con Irma Lozano. Estábamos concentrados en Toluca y Nacho Trelles me daba permiso de salirme para ir al DF a grabar y regresarme el mismo día.

Le abrió las puertas a las fotonovelas.

Fue un boom en México, Estados Unidos y Centroamérica. En un principio con poco sueldo y actrices desconocidas, luego me comenzaron a pagar muy bien y a participar con estrellas como Verónica Castro, Olga Breeskin, Maricruz Olivier y de nuevo con Irma Lozano. Hacía 20 fotonovelas al año y duré de 1966 hasta 1982. Como portero me retiré en 1980 y todavía me buscaron para seguir en las revistas.

¿Hizo televisión?

Estuve con María Victoria, Alfonso Sayas y Borolas en La criada bien criada, en seis programas.

Muy cotizado, dentro y fuera de las canchas.

No me podía quejar. Me iba bien con las Chivas, era el portero de México y me buscaban para otros medios. Me acuerdo que las señoritas gritaban cuando salía a la cancha y en la calle me pedían fotos y autógrafos. Nunca me negué. Hasta la fecha.

Coleccionista de autos.

Siempre me gustaron los convertibles. Mi primer auto fue un Ford Fairlane 56, me costó 25 mil pesos y lo pagué a un año. Después se aparecieron dos MG, un Dinalpin y otros más. Sólo me quedé con un Ford Futura 64, lo tengo bien tapadito.

Insisto, un portero muy caro.

En 1975 pedí aumento de sueldo para renovar y Jaime Ruiz Llaguno, presidente rojiblanco, no me lo concedió. Como castigo me separó del equipo y puso mi carta en ¡tres millones de pesos! Un jugador de mi talla valía 600 mil, así que nadie iba a responder. Una tarde me habló Rafael García de Quevedo, rector de la U. de G. para preguntarme si quería jugar con ellos. La Universidad de Guadalajara acababa de comprar al Torreón de primera en dos millones y el rector soltó los tres millones que pidió Chivas por mí.

¿Se hizo amigo del presidente?

De Gustavo Díaz Ordaz sólo recuerdo que se acercó a nosotros en el Centro de Capacitación, atrás del estadio Azteca, el día del abanderamiento. ¿Si fue abucheado en la inauguración? Demasiado. Yo estaba en el centro del campo en el estadio Azteca y se hizo mucho escándalo cuando el presidente de México quiso tomar la palabra. No lo dejaron. Con el que hice amistad fue con Luis Echeverría y su esposa.

El futuro presidente.

Su esposa María Esther Zuno era de Guadalajara y su familia le iba a las Chivas. Una vez me lesioné en un partido ante Costa Rica y la señora fue a visitarme al hospital, quería conocerme. Echeverría ya era presidente de México y me invitó a hacer mi rehabilitación en Los Pinos por una semana.

La espinita de jugar en el extranjero.

En 1969, la selección fue a jugar contra España, en Sevilla. Aunque el partido terminó sin goles, siento que fue el encuentro más intenso que viví, porque detuve todo. Después me enteré que al Guadalajara le llegó una invitación para que me quedara a jugar en España. Nunca me dijeron qué club me buscó.

Prefirió ser odontólogo.

Estudié la carrera en la U. de G. porque mi papá siempre me pidió un título. Ejercí por un tiempo.

¿Guarda algún suéter?

Sólo uno de las Chivas.

Hoy es empresario.

Tengo una empresa textil con mi esposa en Guadalajara. Vestimos hoteles, lo que son blancos. Te voy a contar una anécdota. Un día me llamaron para hacer un presupuesto y al final me pidieron mi nombre. Les dije que me llamo Ignacio Calderón. Me preguntaron: ¿Cómo el portero? ¡Igualito!, respondí.