La frontera de México con Estados Unidos es una de las grandes preocupaciones del presidente Donald Trump, y durante una conversación telefónica con el presidente ruso, Vladimir Putin, fue uno de los temas que surgieron. Sin dar detalles, Trump dijo durante un briefing en la Casa Blanca, que México es parte de la “seguridad estratégica” de Estados Unidos. Cierto. México es más que un muro de contención contra la migración y el crimen trasnacional. Es un proveedor sustantivo para el complejo industrial-militar de ese país, donde por la vía del comercio, juega como un pivote en la geopolítica, sin darnos cuenta del valor que ello representa, y el espacio de maniobra que le puede dar, frente a Trump, al presidente Andrés Manuel López Obrador.

Trump no puede cerrar completamente la frontera con México, como quisiera, porque atenta contra los intereses de Estados Unidos frente al desafío de otras potencias. Rusia es una de ellas; con Putin habló también de armas, pero en qué contexto y sobre qué puntos específicos, no lo reveló. Pero en México hay varias fábricas que producen insumos para la industria y defensa de Estados Unidos. Por ejemplo, en Nogales se encuentra Cadence Aerospace, donde se fabrican componentes de los helicópteros de guerra Black Hawk. En Tijuana se encuentra una subsidiaria de General Dynamics, una compañía aeroespacial, de las principales proveedoras del Pentágono. En la misma ciudad está una planta de Lockheed Martin, otra de sus proveedoras clave, donde producen radiosondas, fundamentales para la meteorología, un instrumento vital para la seguridad nacional.

La velocidad con la que corre el coronavirus ha obligado a todos los gobiernos del mundo –con algunas excepciones como Nicaragua–, a tomar medidas de distanciamiento social que han alterado la vida cotidiana, la economía, las libertades y, en el contexto de la geopolítica, las cadenas de suministro, comerciales y militares. En regiones integradas, como en Norteamérica, mantener abiertas las cadenas de suministro tiene una complejidad adicional por la porosidad de sus fronteras, particularmente la de México con Estados Unidos.

Perrin Beatty, presidente de la Cámara de Comercio canadiense, declaró hace unos días que las medidas fronterizas entre los tres socios comerciales representaban una amenaza en potencia en caso de prolongarse, y debían tomar en cuenta que el flujo de productos en Norteamérica no se afectara. “Necesitamos ser capaces de obtener los suministros de otros países -dijo- y es particularmente importante para Norteamérica, dados los problemas con las cadenas de suministros en otras partes del mundo”.

Los gobiernos de Estados Unidos y Canadá ya están negociando ampliar el periodo del cierre de su frontera común por varias semanas más a todo tráfico no esencial, manteniendo el confinamiento que ayude a ralentizar la diseminación del coronavirus.

De acuerdo con el diario canadiense The Globe and Mail, el periodo original de un mes de la medida, que finalizaría este domingo, será probablemente extendido. Si esto sucede con los canadienses, el cierre parcial de la frontera con México también será extendido. Hasta el momento, según funcionarios de la Secretaría de Relaciones Exteriores, no ha habido ninguna indicación en ese sentido. Pero ese momento llegará y se extenderá el cierre de la frontera salvo para tráfico esencial, como es el tránsito de productos, militar y de personas que trabajen al otro lado de la frontera en actividades esenciales.

Las cadenas de suministro de Norteamérica no estaban en el radar del presidente López Obrador hasta hace tres semanas, cuando empezó a recibir información sobre lo que significaría. Este proceso no es sencillo, porque el coronavirus no ha atacado en forma simultánea a los tres países.

Un sector clave del comercio entre México y Estados Unidos, el automotor, es un ejemplo de ello. Las armadoras en aquel país pararon su producción previamente a que lo hicieran en México, y la pandemia muy probablemente pasará primero allá, sus momentos más críticos. Pero al depender las armadoras en Estados Unidos de autopartes fabricadas en México, esta disonancia de tiempos implicará alteraciones en la producción y la posibilidad de que se colapse la cadena de producción.

Otros sectores que serán importantes para evitar un desorden trinacional al irse levantando la emergencia por países, regiones y zonas entre los tres países, son el agrícola y los alimentos, que tienen la complejidad adicional de haber sido clasificados de diferente manera, como esenciales o no esenciales, por cada socio comercial, por lo que al irse restableciendo la actividad social y económica, enfrentarán el dilema de no existir un consenso entre los gobiernos para atender esta externalidad del coronavirus.

Al ser México el socio en donde entró el coronavirus más tarde y en donde terminará después de Estados Unidos y Canadá, tiene una ventaja en la negociación sobre la fluidez en la cadena de suministros, que tiene que hacerse lo antes posible. Sin México coordinado en esta cadena, se afectará irremediablemente a sus socios norteamericanos.

Trump le está dando la importancia correcta a lo que representa México para su seguridad nacional. López Obrador tiene que entenderla y jugar, ahora que las fichas geopolíticas lo favorecen, para que en la recuperación económica tras la pandemia, sus socios comerciales lo coloquen en el mismo tren.