El presidente Andrés Manuel López Obrador entabló ayer su llamado diálogo con los pueblos, en Ayutla de los Libres, Guerrero.Foto cortesía de la Presidencia

Momento crucial
Golpeteo aumentado
Salud del Presidente

Andrés Manuel López Obrador es un hombre voluntarista. Él se ha definido como terco (sucedió recientemente en un accidentado mitin en su tierra natal, Macuspana, Tabasco) y de manera constante utiliza en sus discursos tiempos verbales que dan por hecho lo que es proyecto o deseo. Así ha caminado en el difícil mundo de la política y así ha acumulado un poder que va más allá de la mera silla presidencial, con todo y lo potente que ésta es por sí misma.

Por varias razones, el poderío del relevante tabasqueño está hoy en un momento crucial. Como no había sucedido, ante la irrupción de la causa feminista perdió la iniciativa política y el fijamiento de la agenda diaria. Luego llegó el terremoto mundial denominado coronavirus y la Presidencia de la República, mediante su subsecretario mediático de Salud, ha ido dosificando los tiempos de reacción, en una apuesta estratégica cuyo desenlace está cada vez más cerca.

Todo con el imponente telón de fondo de los problemas económicos nativos, más los que han llegado como consecuencia del Covid-19 y que podrían determinar el rumbo práctico de lo que resta del sexenio, carente la administración obradorista del cúmulo de recursos que suponía (aunque en la retórica placera se diga que con los ahorros del combate a la corrupción se puedan remediar las nuevas carencias) y condicionada su conducta política futura por la necesidad de no alejar ni contrapuntear a la élite empresarial ahora tan necesaria para enfrentar los escenarios brumosos.

Al considerar que López Obrador está en un mal momento, o que su fuerza no es tanta como en otros momentos de su estancia en Palacio Nacional, los opositores han subido de tono e intensidad los ataques. La fotografía de un beso circunstancial a una pequeña, acompañada de su padre, en el marco tumultuoso de una gira, fue transformado arteramente por sus adversarios en un presunto acto inmoral. En las redes sociales, el golpeteo faccioso contra AMLO ha sido de una intensidad que delata el pautado.

Otro flanco ha sido el relacionado con el manejo de las fases, y sus correspondientes acciones oficiales en el tema del coronavirus. Aún cuando el número de casos es reducido, en comparación con las estadísticas de otros países, México podría parecer rezagado a la luz de las experiencias de esos otros lugares donde hoy se viven momentos críticos (ya con fuerzas militares controlando la movilidad social en España, por ejemplo, y con propuestas similares en Reino Unido) o donde se están imponiendo restricciones fuertes a las concentraciones masivas y al arribo de vuelos provenientes del extranjero y en especial de lugares con alta incidencia del virus mencionado. Y ayer, en un acto realizado en Guerrero, López Obrador hizo pronunciamientos que dan parque a sus opositores: Tengo fe de que vamos a sacar a nuestro querido México adelante. No nos van a hacer nada los infortunios, las pandemias, nada de eso. Vamos a sacar adelante a nuestro país, porque cuando no hay corrupción el presupuesto rinde, alcanza; cuando hay corrupción no alcanza para nada.

La pandemia del coronavirus no puede ni debe abordarse desde la Presidencia de México a partir de un acto personal de fe. Tampoco mediante frases voluntaristas que consideran que un gravísimo problema de salud pública y de economía global no nos va a hacer nada. El Presidente de México, por lo demás, no debe exponer su salud en giras sin sanas distancias ni arriesgar la viabilidad de un proyecto nacional de cambio que descansa mucho, casi todo, en la especificidad de su persona.

La gravedad de lo que se está viviendo en otros lugares (con fases del problema a las que probablemente se llegue acá) y la inminencia del inicio de momentos fúnebres en México, como lamentable pero prevista consecuencia, requieren mucho cuidado institucional, ejemplo por parte de las principales figuras de este gobierno federal y un compromiso solidario de la sociedad y sus principales instancias organizativas. ¡Hasta mañana!

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