Federer, durante el partido contra Dzumhur en la central de Nueva York. ELSA AFP

Conforme avanzan los días en Nueva York y el torneo adquiere temperatura, Roger Federer subraya las sensaciones. En este caso, negativas: no está bien. El suizo, de 38 años, todavía acusa el mazazo anímico que supuso la dolorosa derrota en la final de Wimbledon, contra Novak Djokovic, y en el último grande del año de momento ha ido proponiendo más y más dudas. Si el primer día el desconocido Sumit Nagal (190 del mundo) le arañó un set y le descolocó durante un rato, en la segunda aparición fue Damir Dzumhur el que le birló una manga y le hizo pasar otro mal rato.

No obstante, salió adelante Federer (3-6, 6-2, 6-3 y 6-4, en 2h 22m) en una jornada en la que la lluvia trastocó el programa. Se pudo jugar en la central, la Arthur Ashe, y la Louis Armstrong, también techada, pero se aplazaron todos los partidos en las pistas exteriores y por lo tanto no pudieron competir ni Feliciano López (Yoshihito Nishioka) ni Pablo Carreño (Ricardas Berankis). El campeón de 20 grandes sí pudo intervenir a mediodía y su encuentro con Dzumhur dejó peligrosos paralelismos con el estreno de hace tres días. No está fino Federer, no toca la pelota a gusto y su Wilson dejó otro significativo reguero de errores (45).

Recuerda la situación a la de hace un año, cuando sufrió un apagón en los octavos frente a John Millman después de haber encajado un severo derechazo en Wimbledon. Allí fue tumbado por Kevin Anderson, que le remontó dos sets, y el presente no pinta demasiado bien para él, aún aturdido porque en Londres se le escapó una oportunidad de oro para ampliar su historial de majors. Sabe Federer que cada bala desperdiciada en su jardín supone una abundante pérdida de crédito en la carrera histórica por ser el más laureado.

“Claramente tengo que jugar mejor desde el primer momento”, reconoció el de Basilea, citado con el ganador del pulso Lucas Pouille-Daniel Evans. “Sabía qué me iba a encontrar con Nagal y sabía qué iba a encontrarme con Dzumhur, pero no esperaba cometer 15 ó 20 errores al principio…”, añadió. “Es un poco frustrante cuando el nivel es tan bajo, hay muchos errores y la energía no está ahí”, se sinceró Federer, que únicamente se había dejado dos sets en los dos primeros compromisos en una (2017) de sus 18 participaciones en Nueva York.

Son dos avisos ya. A falta de brillo, el número tres pudo encontrar algo de consuelo en la cifra que le reportó la última victoria: son ya 100 partidos en Flushing Meadows, por los 111 en el Open de Australia, los 87 en Roland Garros y los 114 en Wimbledon. Números esplendorosos para el coleccionista de títulos (102), quien contra viento y marea, pese al millón de dudas y el bajón anímico que sacuden hoy día su cabeza, aspira a su sexto trofeo en la ciudad de los rascacielos.

Nole y Serena, alarma y sobresalto
Djokovic recibe un masaje durante el partido contra Londero.ampliar foto
Djokovic recibe un masaje durante el partido contra Londero. DON EMMERT AFP
Por el quinto suspira Novak Djokovic, que durante media hora encendió la luz de alarma al sufrir unos problemas físicos ante Juan Ignacio Londero. El argentino, que hace nada jugaba challengers y admiraba al serbio a través de la televisión, se situó un break por encima en el primer parcial y dos en el segundo, pero al final fue derribado: 6-4, 7-6 y 6-1. Durante el tramo inicial, el número uno se echó la mano al hombro izquierdo y solicitó asistencia médica; recibió un masaje en la zona e ingirió un antiinflamatorio que aplacó el dolor y le permitió voltear una circunstancia delicada.

“Es un partido que me ha puesto a prueba”, afirmó a pie de pista. “Esto [lo del hombro] es algo que vengo arrastrando desde hace tiempo”, se sinceró Nole, cuyo contratiempo afectó notablemente a su juego de revés y su servicio, con dificultados para elevar la bola y completar bien la palanca. “A mitad del primer set no sabía si podría terminar el partido. Espero poder jugar sin dolor dentro de un par de días, si es posible”, concluyó. El próximo cruce le guía hacia Dusan Lajovic o Denis Kudla.

Del percance de Djokovic se pasó al sobresalto de Serena Williams, desbordada al principio por la joven Cati McNally y reducida luego (5-7, 6-3 y 6-1) por la ganadora de 23 grandes. Hubo suspense durante un buen rato porque no jugó bien la actual número ocho, repuesta a partir de una catarata de servicios que terminaron apagando el ánimo de su rival, 20 años menor que ella; ni siquiera había nacido McNally cuando Williams celebró el primero de sus seis éxitos en el US Open, en 1999. Deberá elevar el nivel Serena en la siguiente estación, ante Karolina Muchova o Su-Wei Shieh.