En medio de el shock provocado por la masacre en El Paso, Texas, el The New York Times, considerado como una de las puntas de lanza del liberalismo estadunidense, mostró la manipulación mediática de la tragedia para beneficiar el discurso justificatorio del presidente Donald Trump.
En sus versiones internet del sábado 3 de agosto, el NYT modificó su titular principal para apuntalar la argumentación de Trump: primero retomó la declaración del presidente y tituló “Trump insta a la unidad contra el racismo”; y por críticas de lectores y otros medios, lo cambió a otro que también apoyaba la argumentación de Trump sin mencionarlo: “Atacar el odio, pero no las armas”.
Al final, el segundo titular fijó el tema central de las matanzas en las calles, escuelas y tiendas estadunidenses: la culpa no es de la posesión de armas, sino las inestabilidades mentales de los perpetradores. Con su titular, el NYT dejó a salvo la segunda enmienda de 1789-1791 sobre la libertad para poseer armas: en lenguaje mexicano, las armas las carga el diablo, pero las disparan los locos.
Trump lo dijo a su manera: “son las enfermedades mentales y el odio los que aprietan el gatillo, no la pistola”. Contra este muro social-ideológico chocará la ingenuidad del secretario mexicano de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubón, quien anunció que buscará castigos “contra quien resulte responsable de la venta de arma de asalto”, sin saber que hoy en día las armas de asalto en los EE. UU. se venden de manera legal.
El gran tema histórico de debates en los EE. UU. sobre la posesión libre de todo tipo y sin límite de armas de fuego tiene una definición de fondo: el carácter del Estado. La confrontación entre el Estado hobbesiano en el que la sociedad le cede al Estado la seguridad y la defensa y los ciudadanos dependen de las fuerzas de seguridad del Estado y el Estado mínimo que permite la posesión de armas para que el ciudadano se defienda a sí mismo. Fue la lucha entre la libertad del ciudadano contra la tiranía del Estado como autoridad suprema.
En la revisión histórica la libertad de posesión de armas nació con el Estado americano: la expansión territorial hacia el oeste asesinando indios y quitándole por la fuerza territorio a México sólo pudo haber sido posible con el modelo del ciudadano armado que se hacía justicia en propia mano; ahí también surgió la pena de muerte: liquidar a delincuentes.
En este escenario de sociedad armada se localizan los debates sobre el mantenimiento o la abrogación de la Segunda Enmienda; hasta ahora, republicanos y demócratas no han querido ni van a poder abrogarla. A lo más que llegó Clinton fue a prohibir venta libre de armas automáticas, pero Bush Jr. borró esa prohibición y Obama tampoco quiso restaurar la prohibición. Obama sólo tuvo lágrimas por la matanza de 20 niños en la secuela primaria Sandy Hook el 14 de diciembre de 2002, una de las cinco masacres más lamentables en su presidencia, pero no quiso tocar la enmienda.
En esta lógica del valor de la posesión libre de armas fue el enfoque trumpista del The New York Times al separar el odio de la posesión de armas. Y hay otras razones: los EE. UU. son el primer país productor de armas, el país más importante en el contrabando de armas a otros países, el principal país que funda su imperio en la violencia de las armas. Así, la libertad que tanto pregonan los EE. UU. y sus ciudadanos se resume en la libertad para comprar todo tipo y cualquier cantidad de armas y en la creación de verdaderas milicias que pueden funcionar sin retar al Estado ni fundar reservaciones exclusivas.
En este contexto no se debe esperar algo más que lágrimas de parte de los ciudadanos que se conmueven por las muertes, pero que no van a modificar la Segunda Enmienda porque representa el punto central de la libertad del ciudadano frente al Estado, no dependiendo de los ejércitos y policías del Estado. Para los estadunidenses, la tiranía del Estado se mide en la dependencia de la seguridad.
Y al final de cuentas, el estado de ánimo violento es una característica de una ciudadanía que construyó y avala un imperio basado en la explotación de los demás y en el uso de la fuerza para imponer sus intereses. Por eso los EE. UU. pueden realizar asesinatos sin juicio, ya sea en secreto (La CIA) o con el aval institucional (la orden de Obama para asesinar a Osama bin Laden). Los estadunidenses pagan con matanzas sus cuotas de sangre de su poder imperial.
CALIFICACIONES. La competencia de calificación de gobernadores sigue mostrando tendencias. De nueva cuenta el priísta Quirino Ordaz Coppel marcha al frente de los tricolores con 56.3% de aprobación y en segundo jugar nacional detrás de Mauricio Villa Dosal, de Yucatán. A Sinaloa le ayuda la política económica que hizo crecer el PIB estatal en 2.4%, de los más altos. Interesante la competencia de Sinaloa con Yucatán: mientras el gobernador yucateco Mauricio Villa Dosal bajó 3.2 puntos de 61.7 en junio a 58.5% en julio, el de Sinaloa subió casi un punto.
Política para dummies: La política es un juego de rebotes inesperados.
@carlosramirezh