El portavoz del Ministerio de Defensa chino, Wu Qian, este miércoles en Pekín ANDY WONG AP

El emblema nacional quedó manchado de tinta negra. Desde su comienzo hace mes y medio, las multitudinarias protestas en Hong Kong se habían desarrollado siguiendo una lógica doméstica. Los manifestantes acorralaban al Gobierno local con sus reclamaciones, mientras China se mantenía oculta en la sombra que envuelve el fondo de la cuestión: el lento desmantelamiento del sistema democrático heredado del Reino Unido. Pero el domingo esto cambió. Por primera vez los hongkoneses señalaron directamente a su enemigo real, el Partido Comunista chino (PCCh), y una multitud se congregó frente a su representación oficial en la isla, la Oficina de Enlace. Y este miércoles China, también por primera vez, les ha señalado con una advertencia: el Ejército chino podría actuar en Hong Kong si el Gobierno local lo solicita.

“Intolerable”. Así ha calificado la actuación de los manifestantes hongkoneses Wu Qian, portavoz del Ministerio de Defensa, durante una rueda de prensa del Consejo de Estado para presentar el nuevo Libro Blanco de defensa nacional, documento que desgrana la política militar china. En su opinión, “el comportamiento de algunos radicales desafió la autoridad del Gobierno central”. “Estamos siguiendo de cerca el desarrollo de los acontecimientos en Hong Kong”, ha añadido, junto a la amenaza velada: “El artículo 14 es claro”.

El artículo 14 de la Ley Básica de Hong Kong regula la presencia de la fuerza militar china, el Ejército Popular de Liberación, en el territorio y establece que “las unidades estacionadas por el Gobierno central no interferirán en los asuntos locales de la región”, excepto cuando “el Gobierno local solicite su asistencia para mantener el orden público o en caso de catástrofe”. Las declaraciones del portavoz del Ministerio de Defensa son muy significativas, ya que es la primera vez que el régimen pone sobre la mesa la posibilidad de una intervención directa sobre el terreno.

La ley de extradición que desencadenó este movimiento social comenzó como una iniciativa personal de Carrie Lam, jefa del Ejecutivo de Hong Kong, que decidió aprovechar una narrativa favorable –un hombre acusado del asesinato de su mujer salía impune al haber cometido su crimen en Taiwán– para anotarse un tanto a ojos del Gobierno central chino. Cuando la reacción popular escapó de su control, Pekín rechazó su dimisión y le encomendó arreglar el desastre. Lam se convirtió en la diana de las protestas, lo que resultó en una imagen paradójica: los manifestantes rodeaban su oficina mientras daban la espalda a la sede del Ejército Popular, situada al otro lado de la calle.

La guarnición del Ejército chino en Hong Kong se aloja en una gran torre cuadrada en primera línea de la bahía, reconocible por la discreta estrella roja que corona la construcción. Desde su posición central parece vigilar lo que sucede alrededor: una intuición confirmada por la cantidad de cámaras instaladas en su perímetro. En su interior moran miles de soldados, los cuales se dirigieron hacia allí apenas unas horas después de que se oficializara la devolución de la antigua colonia británica en 1997. Entre la población, su presencia se ha percibido como una intromisión que genera inquietud.

A las palabras emitidas desde Pekín este miércoles se suma una actividad creciente del Ejército Popular. El día después de la irrupción de los manifestantes en el Parlamento, por ejemplo, el Ejército chino organizó unas maniobras navales frente la costa para “mejorar su preparación frente a expediciones de emergencia”.

Esta escalada retórica trae a la memoria colectiva el recuerdo, siempre fresco, de lo que sucedió la última vez que el Gobierno chino afrontó un desafío popular. Se estima que al menos 1.000 personas perdieron la vida en la matanza con la que se disolvieron las históricas protestas de la Plaza de Tiananmen. De esta triste fecha se celebró el 30º aniversario el mes pasado, y el Gobierno se manifestó al respecto sacando pecho en el editorial del Diario del Pueblo, congratulándose por haber ejecutado una acción necesaria. Su responsable político, el ex primer ministro Li Peng, falleció a principios de esta semana. La Puerta de Tiananmen, precisamente, adorna el centro del emblema nacional: el domingo quedó manchado de tinta negra, el color de las protestas.

VIOLENCIA EN HONG KONG

Hong Kong sigue sumida en una espiral de violencia y fragmentación social. El legislador Junius Ho, una de las caras más conocidas de los partidarios de China, publicó un vídeo en su perfil de Facebook dirigido a los manifestantes en el que hacía referencia a dos caminos: “uno pasa por estar vivo, otro por no estarlo”. La tumba de su familiar y el exterior de su oficina fueron vandalizados tras publicarse imágenes suyas saludando y dando las gracias a los mafiosos que, vestidos de blanco y armados con palos, asaltaron en el metro a los simpatizantes de las protestas, un ataque que se saldó con 45 heridos y ninguna detención.