Cuando Jesús inició su recorrido por tierras palestinas sus enseñanzas estaban dirigidas a la gente humilde, la gran mayoría analfabeta, vistiendo harapos y comiendo yerbas. Galilea, era arena y piedras que herían los pies de quienes le seguían. Escuchaban su mensaje que anunciaba un reino de Dios que aseguraba una mejor vida y convivencia en un mundo controlado, en ese tiempo, por romanos y fariseos que se rasgaban las vestiduras al conocerlo.
Quienes le conocieron en su periplo por esas tierras, escribieron que condescendía con los pobres, los pescadores y, sobre todo, que la mayoría de su rebaño estaba compuesto por mujeres. Ellas eran las más sensibles a sus mensajes; que aceptaban hambre, frío, y sufrimientos del camino rural para escucharlo.
A su lado estuvieron Juana, esposa de Cusa, Verónica, Cleofás, María Salomé, Susana, Marta y muchas más. Según Lucas, las mujeres que seguían a Jesús viajaron con él junto con los doce y el resto de los discípulos. Al final, sólo dos mujeres han sobresalido en el cristianismo: María, madre del Cristo y María de Magdala, esposa de Jesús y apóstola de los apóstoles.
El nazareno puso mucho énfasis en que María Magdalena continuaría sus enseñanzas; pero fue, a partir de Pedro el pescador y Pablo el soldado -que se agandallaron el grupo- y Gregorio el papa, que les siguió, que las mujeres fueron relegadas, confinadas a ser santas, beatas y devotas de la Vela Perpetua.
La Iglesia católica solo podrá recuperar la vida cuando los templos se llenen de sacerdotisas.
Celibato y mujeres sacerdotes son las asignaturas pendientes en la Iglesia romana. Sin una reforma al respecto, el futuro de esa religión está en inminente peligro.
Habrá que agregar a los LGBTT, que han brotado como hongos.
En el siglo VII nació el islam
En el siglo XI fue el cisma de la Iglesia ortodoxa
En el siglo XVI nació el protestantismo de Lutero
En el siglo XIX la iglesia perdió a los obreros
En el siglo XX a los intelectuales y a los jóvenes
En el siglo XXI perderá a las mujeres, vínculo generacional.
El mundo está viviendo un profundo cambio que se inició con la revuelta del ’68 que dio paso a un equilibrio entre los sexos; revolución pacífica que continúa pero que la Iglesia romana apenas vislumbra.
Las mujeres están perdiendo fe en la Iglesia católica. Eran ellas parte fundamental como hilo conductor entre las nuevas generaciones y sus padres. Las catequistas observan con tristeza el poco interés de los pequeños que reciben el ejemplo de una falta de fe religiosa en casa.
Para el Vaticano, la puerta para la ordenación de mujeres como sacerdotes está cerrada ha reiterado el Papa Francisco.
Presionado por el prefecto de la Congregación de la Fe (la Inquisición) el cardenal Joseph Ratzinger (Luego Benedicto XVI) Juan Pablo II dio por terminada la posibilidad de dar oportunidad a las féminas de estar tras el altar oficiando misa. (Ordiatio Sacerdotalis, mayo 1994)
El rescate religioso pudiera estar en la presencia apostólica, teológica, de las mujeres como representantes de Jesús, de María Madre y de María Magdalena en la tierra.
La fuga de mujeres en torno a los 40 años es una protesta silenciosa ante barreras que ha puesto la Iglesia de los hombres (*) Esto sucede también con muchachos y muchachas que ven la religión remota, dogmática y machista
El cristianismo romano ha elaborado sus doctrinas y estrategias desde la perspectiva masculina, se ha dicho. El mismo Papa afirmó que el feminismo es “una filosofía que corre el riesgo de convertirse en machismo de falda”.
Vivimos momentos en que la ordenación de mujeres como sacerdotes debería ser una realidad. El celibato tendrá que seguir siendo opcional para los sacerdotes y la presencia de una sacerdotisa frente a la feligresía no pueden ser casos cerrados.
Decenas de miles de parroquias están siendo abandonadas por falta de vocaciones mientras, mujeres teólogas de gran valía, esperan la oportunidad de renunciar a su condición de apóstoles de segunda.
(*) La fuga de las mujeres de cuarenta años. Teólogo Armando Matteo.