Martha Tagle, diputada federal del Movimiento Ciudadano. GLADYS SERRANO ELENA REINA

Hay un edificio en el complejo de la Cámara de Diputados mexicana donde solo entran hombres. En la planta donde se toman las decisiones más importantes del país no está previsto que entre una mujer. “Ni siquiera ahora que somos la mitad, se lo han planteado”, cuenta la diputada federal Martha Tagle (Puebla, 1973) del partido Movimiento Ciudadano. Y como símbolo: un único baño con mingitorios en la pared, cuenta. Es la Junta de Coordinación Política, donde se reúnen los coordinadores de los grupos parlamentarios y se definen los temas más relevantes de esta cámara. Esta legislatura se había coronado como la primera de la historia en incluir en la mitad de sus escaños (241) a diputadas. Pero Tagle, con 12 años de experiencia como legisladora y más de 20 en un partido, denuncia que esto solo se ha notado en el papel: “En la práctica, la forma de hacer política en México sigue siendo muy machista”.

El pasado 23 de diciembre la Cámara tenía dos opciones: quedarse hasta la madrugada —como es tradición— debatiendo los presupuestos; o irse a casa, pasar Navidad con la familia, y regresar el 26 para cerrar la sesión. Escogieron la primera. “Los diputados, pero sobre todo ellas, estaban más preocupados de si llegaban a tiempo a cenar en Nochebuena que de lo que se estaba acordando”, cuenta Tagle en una entrevista a este diario. Y, según explica, así se ha hecho y se hace siempre. “Los horarios siguen siendo de hombres, con debates de madrugada, no siempre en la Cámara. Los acuerdos también se toman en las cantinas. Y ahí no entra una mujer. Cuando regresan ya está todo decidido”, añade. “Si aquí pasa que todavía se andan disculpando por usar una mala palabra delante de una mujer”, cuenta Tagle, y cuando lo hace mueve las manos indignada.

Tagle comenzó en política desde muy joven. Aunque quiso ser comunicadora cuando era adolescente, acabó convenciéndose de que su rumbo era otro. Estudió Ciencias Políticas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y trabajó, para mantenerse en la capital, en el Frente Juvenil Revolucionario del PRI, “que en ese momento era el partido hegemónico en México”, precisa.

No comprende cuando algún compañero la intenta convencer de que si no hay una política en un cargo de poder, dentro del partido o en el Congreso, es porque no tiene la suficiente experiencia. En el año 97 (tenía 24 años) se presentó por primera vez como candidata de un partido pequeño, Convergencia, que después se llamó Movimiento Ciudadano. Pero no fue hasta casi 10 años después cuando consiguió por primera vez un cargo. En 2002, la ley obligó por primera vez a los partidos a acatar un sistema de cuotas de género del 30%, que implicaba sanciones a los que no lo cumplieran, antes solo eran recomendaciones. “No es que no hubiéramos llegado antes por falta de capacidad. Yo no hubiera llegado nunca si no hubiera habido una cuota en 2006”, cuenta.

En esa legislatura (2006-2012) la Cámara de Diputados estaba cercada por manifestantes y el país vivió una de las polarizaciones más grandes de los últimos años. López Obrador acababa de perder —fue la primera vez que se presentaba a unas presidenciales— por muy poca diferencia. Y la división en el parlamento era total. Las mujeres que lograron entrar ese año al Congreso eran más que nunca, representaban el 21%. Y decidieron unirse fuera de las paredes del hemiciclo. “Sabíamos que ellos se reunían por su cuenta y hacían acuerdos fuera para que tomara protesta el presidente. Nosotras empezamos a reunirnos en comidas y fiestas solo de puras diputadas. Esos espacios nos ayudaron, no teníamos acuerdos políticos pero aquello nos permitía conocernos. Nos comentábamos puntos para comisiones o nos ayudamos para empujar algún tema”, recuerda. Tagle se dio cuenta en esos años de que más allá de las diferencias ideológicas, ellas debían unirse. Sus necesidades y obstáculos eran los mismos. A veces, muy básicos: buscar un teléfono para hablar con su familia y saber cómo estaban sus hijos.

Tagle tenía un hijo de cinco años cuando logró su primer escaño como diputada. Ha sido su único hijo. En esos años vio cómo muchas compañeras no se quedaban a todas las discusiones de la Cámara: “Solo nos podíamos quedar las que teníamos resuelta esa parte en casa. En mi caso, mi mamá era la que me ayudaba. Hoy sigue ocurriendo lo mismo”, cuenta.

De aquellas reuniones de un centenar de diputadas en 2006, nació lo que hoy llaman la Bancada de Mujeres. Las 241 diputadas decidieron unirse en esta nueva legislatura para ponerse de acuerdo en temas que ellas pueden defender mejor que nadie: violencia de género e igualdad salarial. Puntos en los que han decidido ir juntas, independientemente de su partido. Pues muchas sienten que además de representar a sus electores, también están ahí para representar a las mujeres de México. Un país con una emergencia nacional: 9 mujeres son asesinadas al día. Y con los puestos de trabajo intermedios —de más de 13.254 pesos al mes (unos 700 dólares)— copados por hombres: solo 3 de cada 10 trabajadores en estas condiciones son mujeres, según las cifras del Instituto Nacional de Estadística. Una brecha que se agudiza en los puestos mejor remunerados.

Las dificultades que encuentran las mujeres para desarrollarse en su puesto de trabajo en México no son tan distintas a las suyas, denuncia Tagle. “No hay ninguna política de igualdad en el Senado ni en la Cámara de Diputados: no tenemos licencias de maternidad, tenemos que pedir una licencia para ausentarnos como cualquier diputado; no hay lactarios, ni espacios previstos para madres con bebés recién nacidos; y los horarios nos impiden conciliar nuestra vida laboral con la personal”, señala la diputada. “Las que acaban de ser mamás tienen que resolver su vida familiar en su Estado por lo menos de martes a jueves [los días de sesiones], pero si se convoca una sesión fuera de esos días, le mueves la vida. Y no tienen otra opción”, añade.

Tagle, feminista comprometida con las políticas de género desde hace 12 años, cuenta que entre los temas que lleva en su agenda está la tipificación del delito de violencia política — “Hay muchas mujeres en este país que han ganado una alcaldía y no les dejan gobernar”, denuncia—, la lucha por la paridad en los Congresos municipales y en los consejos de administración de las empresas y el desarrollo de un sistema de cuidados, para que la responsabilidad de los hijos y los adultos mayores no recaiga en la mujer de cada familia. Además, la despenalización del aborto a nivel nacional —hasta ahora, solo se puede abortar libremente en la capital—.

Unas iniciativas que no avanzan en la agenda del día de la Cámara. Pues la prioridad, hasta ahora, “es la que ha marcado el presidente López Obrador, cuyo partido tiene una amplia mayoría”, señala. Y eso se traslada a la Junta de Coordinación. En aquel edificio donde ni siquiera está contemplado un baño para ellas.