Entre gritos de “¡viva México!” e improvisadas estrofas del himno nacional, México vivió la tarde del jueves un día histórico en sus fronteras y en la relación con Centroamérica. La nueva política migratoria del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador eligió recibir con los brazos abiertos al menos a un millar de hondureños y salvadoreños que llegaron con la nueva caravana, que había partido el martes desde San Pedro Sula. La nueva Administración mexicana ha decidido poner fin, de momento, a la tradicional política de rechazo y facilitó papeles de forma inmediata a los centroamericanos que llegaron caminando hasta la frontera.
Entre el estupor, la sorpresa, las dudas y la emoción, uno a uno los migrantes fueron recibidos de forma amable por eficaces funcionarios en el puente del río Suchiate, que aguardaban su llegada. Donde se esperaban gases y policías para frenarlos, los desarrapados hondureños encontraron botellas de agua y jóvenes que ofrecían apoyo y asesoramiento y un folleto donde les recordaban que están en su casa y que tienen la oportunidad de “comenzar una nueva vida en México”. Donde se preveían grilletes y centros de detención, encontraron un importante despliegue logístico: los migrantes recibieron un brazalete con el sello de la Secretaria de Gobernación (Ministerio del Interior) y un código QR que les permitirá obtener rápidamente los papeles de residencia. México considera que Centroamérica vive una crisis humanitaria y el Instituto Nacional de Migración (INM) se comprometió a entregar “antes de cinco días” una credencial con la que podrán quedarse en el país durante un año. Este permiso será renovable y permite trabajar y acceder a servicios de salud y educación.
“¿Pero paso por aquí y ya? ¿Y sí me van a dejar pasar?”, se preguntaba escéptico Samuel Almendárez, un electricista de 50 años que llegó con los pies destrozados a la garita. Después de dos largos días de camino desde Honduras, se acaba de topar con la primera puerta abierta de todo su camino.
“Estoy feliz. Es gran ilusión”, dice incrédulo otro joven. “Veníamos preparados para atravesar vallas, cruzar el río, que nos detuviera la migra… Y nos acaban de dar una botella de agua”, repite Bayron Cruz, de 23 años, con una luminosa sonrisa en el rostro que le impide terminar las frases. Byron y su amigo Josué Girón llegaron la noche del miércoles. Ellos fueron de los más rápidos de la caravana que salió de San Pedro Sula la madrugada del martes. Aunque su objetivo sigue siendo Estados Unidos, tras el inesperado recibimiento están pensando quedarse en México. “Ya hemos avisado a nuestras familias allá, a nuestros vecinos. Si esto sale bien, todos se querrán venir para acá”, dicen con el ansiado brazalete en la muñeca.
Desconfiado, otro grupo sigue la escena desde el lado guatemalteco para saber si “no es un engaño más”. “Si es verdad que con esto [el brazalete] paso, me los traigo a todos”, cuenta Alex Quirós, de 36 años.
El novedoso operativo, que tendrá una duración de unos pocos días y que solo se ha implementado para contener a esta caravana, según fuentes oficiales, significa un cambio histórico y sin precedentes en la relación de México con la migración. Hace menos de tres meses, una caravana de características similares —aunque con un tamaño casi 10 veces mayor en número— fue recibida con gases lacrimógenos y una débil puerta que la multitud no tardó en tumbar antes de seguir rumbo hacia el norte. La llegada al poder de López Obrador ha cambiado radicalmente el paradigma migratorio y ha ofrecido posibilidades a todos para continuar rumbo a Estados Unidos o bien quedarse en México.
La novedosa acogida dejó estupefactos a los migrantes, acostumbrados a desconfiar de cualquier cosa que venga de México, y hasta los funcionarios aduaneros de Guatemala seguían atónitos lo que ocurría al otro lado del puente.
Hasta las siete de la tarde del jueves, el INM confirmó haber entregado casi 1.000 oficios de entrada. Sin embargo, la llegada de migrantes era un flujo que continuó durante la noche. Para todos ellos, también las autoridades han habilitado un albergue con capacidad para 3.000 personas, donde se les ofrecerá alimentos y asistencia médica a partir del sábado. En la tarde de este jueves, la embajadora de México en Estados Unidos, Martha Bárcena, anunció que a finales de enero el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, se reunirá con el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, para avanzar en el plan de financiación previsto para el sur de México y Centroamérica.