Todo combate a la corrupción y a los mercados ilegales implica una afectación. Foto: Cuartoscuro.

Por más que los expresidentes y sus funcionarios quieran defenderse en sus cuentas de twitter hay un hecho incontrovertible: ninguno de los anteriores gobiernos había combatido el robo de combustible como lo está haciendo López Obrador. Calderón podrá defenderse porque en su sexenio no era ni de lejos un delito prioritario. El gobierno de Peña no hizo sino perseguir pipas y agujeritos mientras el delito se multiplicaba, en una visión aparentemente ingenua si no es que realmente perversa. Sacar la gasolina del ducto no es sino la parte visible y mediática del problema, pero detrás de ese “huachicolero” hay una red de corrupción enorme en Pemex, y después de él una banda de empresarios corruptos que comercializan o compran gasolina robada. La red es, pues, mucho más amplia y el primero en describirla y atacarla integralmente ha sido López Obrador.

Escatimar estos méritos es poco menos que mezquino. Pero ello no quita que hubo errores graves en la planeación de la estrategia y que estos han tenido una afectación directa en la población y en la economía. Tan no lo midieron que el propio gobierno ha venido cambiando la versión sobre la dimensión del problema: lo que era un asunto de 72 horas pasó a 10 días y luego a un mes. Lo que era un tema puntual de distribución en el occidente del país por falta de pipas se convirtió en una escasez mayor.

Quienes debían dar la cara por lo sucedido, el director de Pemex, Octavio Romero, y la Secretaria de Energía, Rocío Nahle, han sido incapaces de dar una explicación convincente. El primero no habla; Nahle al menos atinó a decir “posiblemente a la hora del cálculo no tuvimos la logística suficiente”. Lo cierto es que este desabasto acusa un problema serio de improvisación en las acciones de gobierno. Si algo caracteriza a López Obrador es su olfato político, su gran capacidad para reaccionar intuitivamente. Pero al resto de los funcionarios lo que se les pide no es intuición sino capacidad técnica. Algunos claramente la tienen (haiga sido como haiga sido los funcionarios de Hacienda sacaron adelante el reto del aeropuerto, que no era menor) otros, como quedó demostrado en esta crisis, no. El nombramientos de Romero en Pemex y de Nahle en Energía fueron de los más cuestionados. Ya quedó claro por qué.

Todo combate a la corrupción y a los mercados ilegales implica una afectación. No hay remedio. Lo que nos se vale es pasar facturas extras a la población y que por incapacidad la pretendida Cuarta Transformación se quede en Cuarta Improvisación.