Nadal sirve durante un entrenamiento en Melbourne. MICHAEL DODGE GETTY

Mientras se pone a tono bajo el sol australiano, con sesiones progresivas para reactivar los mecanismos después de más de tres meses sin competir de forma oficial, Rafael Nadal conoció el trazado que le espera en la próxima edición del Open de Australia, que arranca el próximo lunes. Mientras trabaja duro, el bombo quiso echarle una mano y le deparó un arranque más bien amable al número dos del mundo, que no juega desde el pasado 7 de septiembre (semifinales de Nueva York, contra Del Potro) y renunció hace una semana al torneo de Brisbane por unas molestias en el muslo izquierdo.

De partida, Nadal debutará el lunes contra el local James Duckworth, que actualmente ocupa el puesto 238 y ante el que nunca se ha enfrentado. A continuación, el camino propone otro duelo propicio para seguir cogiendo ritmo, frente a Jan Lennard Struff o el australiano Matthew Ebden, y luego otro de mayor exigencia (pero a priori asequible) contra el prometedor Alex de Miñaur, un tenista que a sus 19 años ofrece muy buenas maneras –es el número 29 de la ATP– y al que ya derrotó en la tercera ronda de la última edición de Wimbledon.

Hasta ahí, terreno para ganar tiempo y sensaciones, y después llega la inclinación. En unos hipotéticos octavos se toparía contra el británico Kyle Edmund, finalista el curso pasado en Melbourne, o el argentino Diego Schwartzman, un pequeño hueso que sabe como pocos cómo jugarle a Nadal. A continuación comenzaría a crecer progresivamente el desnivel, con un cruce ante Kevin Anderson o Grigor Dimitrov en los cuartos; luego el penúltimo peldaño del torneo, frente a Roger Federer o Marin Cilic; y definitivamente la rampa más dura con el nombre de Novak Djokovic, número uno y ahora máximo favorito.

Al serbio, por el otro cuadrante, le correspondió un debut ante un tenista procedente de la fase previa y un avance relativamente cómodo hasta la recta final, donde podría toparse con Alexander Zverev antes de un hipotético choque con Nadal o Federer. Al suizo, mientras tanto, le tocará transitar por la senda más espinosa. En el horizonte del último campeón aparecen amenazas como Denis Istomin, Gael Monfils, Stefanos Tsitsipas y Cilic o Karen Khachanov antes del cuerpo a cuerpo con los pesos pesados. Entre ellos ya no figura Andy Murray, de capa caída, pero aún y todo un escollo de alta alcurnia en la primera ronda de Roberto Bautista, reciente ganador de Doha.

En el cuadro femenino, Garbiñe Muguruza no tuvo a priori demasiada fortuna. La hispano-venezolana, 18 del mundo, abrirá el martes contra la china Saisai Zheng (39) y comparte ruta con la número uno, Simona Halep, y la estadounidense Serena Williams; también con la checa Karolina Pliskova, dirigida por la española Conchita Martínez, y la peligrosa Daria Kasatkina en la tercera ronda. En 2018, Muguruza (25 años) cedió en la segunda estación y fue Carla Suárez la representante que más lejos llegó: cuartos. La canaria se estrenará este año contra la invitada Clara Burel.