Una mujer levanta un ramo de flores durante la celebración del Día Nacional de la Mujer, el pasado 13 de agosto en la capital, Túnez. GETTY

País pionero dentro del mundo árabe en la emancipación de la mujer, Túnez hace años que cuenta con mujeres en esferas tradicionalmente reservadas a los hombres: la dirección de empresas, la magistratura, o la cirugía. Sin embargo, el ámbito político se resistía hasta la aprobación de una nueva ley electoral paritaria, que permitió alcanzar la cifra de un 40% de concejalas en las elecciones municipales del pasado mes de mayo. Curiosamente, las principales protagonistas del asalto al poder no han sido mujeres surgidas de los ambientes feministas tradicionales, sino de su bestia negra: el islamismo. Sus más conspicuas representantes son Suad Abderrahim, alcaldesa de Túnez y Saida Ounissi, ministra de Trabajo.

“Las mujeres alcaldesas tenemos una gran responsabilidad. Hemos de demostrar que podemos gobernar tan bien o mejor que los hombres”, sostiene Abderrahim en su espacioso despacho, emplazado en un lujoso palacio construido por el dictador depuesto Ben Alí. Mujer de fuerte temperamento, fue ella quien negoció hasta el último momento el apoyo de otros partidos a su investidura, cuando su formación, Ennahda, parecía haber tirado la toalla. La alcaldía no es el primer cargo político de responsabilidad que ocupa, pues presidió la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Constitucional en 2012.

A sus 54 años, esta exitosa ejecutiva del sector farmacéutico se ha convertido en la primera alcaldesa electa en la capital árabe. Abderrahim reivindica la capacidad de la mujer de gobernar con un talante más “conciliador”, la actitud que debe guiar su mandato. “Durante la campaña no encontré el rechazo de la población por ser mujer. Solo algunos lo hicieron después”, afirma en una velada referencia a sus adversarios. Algunos responsables del partido conservador laico Nidá Tunis adujeron que el cargo de sheij al-baladía lo debía ocupar un hombre por su función representativa en algunos eventos religiosos. Abderrahim fue la única candidata femenina en la capital, la principal batalla de las municipales.

El perfil de Ounissi es muy diferente del de la alcaldesa, y no solo por su elección de cubrirse siempre con el hijab o velo islámico. Hija de un militante islamista, a una corta edad atravesó clandestinamente la frontera de Argelia con su familia, y creció en Francia. La revolución y una invitación para integrar las listas de Ennahda en las legislativas de 2014 frenaron su brillante carrera académica en la Sorbona. Tras los comicios, fue nombrada secretaria de Estado, y en otoño, ministra, culminando un ascenso fulgurante. “Para mí, es una oportunidad excelente para servir a mi país y poner en práctica lo aprendido en la universidad”, explica esta políglota de solo 31 años, la ministra más joven de la historia del país magrebí.

Ounissi, que se define como feminista, se siente cómoda en el seno de Ennahda y sostiene que la mentalidad patriarcal es transversal a todos los partidos políticos en Túnez: “Los mismos problemas y obstáculos que nos encontramos las mujeres de Ennahda se los encuentran las compañeras de otros partidos”. La ministra discrepa de la idea de que su identidad y trayectoria representan una excepción en la formación islamista. “A mí me inspiraron las militantes de Ennahda, unas verdaderas luchadoras. Hace mucho tiempo que la mujer tiene un papel importante en el partido”, añade.

¿Un gesto de ‘marketing’?
No obstante, los detractores de Ennahda argumentan que el nombramiento de Ounissi o Abderrahim responde a una mera campaña de marketing político. En cambio, sus líderes aseguran que es fruto de la evolución del partido, que en su congreso de 2016 apostó por separar política y religión, y abrirse a la sociedad. “Durante su desarrollo inicial, el movimiento era reticente a integrar a la mujer en política … El cambio se inició a finales de los setenta, cuando [el cofundador de Ennahda Rachid] Ghanouchi cambió su posición inicial”, sostiene el profesor Mohamed Dhia Hammami. “Tras la revolución, Ennahda intentó presentarse como defensor de los derechos de la mujer … pero todavía conserva unas posiciones tradicionalistas sobre la posición de la mujer en la esfera privada”.

Túnez ya cuenta con la primera alcaldesa electa de una capital árabe
En parte, los recelos provienen de la postura de Ennahda durante el debate constitucional, cuando apostó por describir como “complementaria” la relación entre el hombre y la mujer, antes de verse forzado a sustituirlo por el concepto de “igualdad” a causa de la movilización de feministas y laicos. Precisamente, una de las cuestiones más candentes es la propuesta del presidente Caïd Essebsi de reformar la ley para garantizar la paridad de sexos en la herencia, alejando la norma de las prescripciones de la ley islámica. De momento, el partido islamo-demócrata, según su propia definición, no se ha posicionado de forma oficial, pero todo parece indicar que se opondrá a la medida.

Las próximas elecciones, previstas para finales de 2019, podrían proporcionar una oportunidad a las políticas laicas para revertir la pujanza de las islamistas. Salma Elloumi, exministra de Turismo y miembro de una de las familias más ricas del país, suena con fuerza como candidata a los comicios presidenciales de Nidá Tunis, el partido de Essebsi. Pero, ¿está Túnez preparado para elegir a una jefa de Estado? Una candidata ya lo intentó en 2014, Kalthoum Kannou, expresidenta de la Asociación Tunecina de Magistrados. “Estoy en conversaciones para diversos sectores y me planteo volver a presentarme en 2019”, asegura esta jueza enérgica y optimista.