El modelo que ponderó enfáticamente el presidente Andrés Manuel López Obrador al inicio de su discurso de toma de posesión. Foto: Cuartoscuro.

La década de 1960 a 1970 resultó crucial en mi vida. En esos años se definió mi vocación periodística, cursé mi preparación en la escuela Carlos Septién García e hice mis pininos profesionales en el semanario Jueves de Excélsior y la revista quincenal Gente. Como reportero incipiente viví la experiencia del 2 de octubre en Tlatelolco y cubrí mis primeros procesos electorales, fraudulentos por cierto, en Baja California y Durango.

Bajo los gobiernos sucesivos de Adolfo López Mateos (1958-1964) y Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) México vivió en esos años el auge del llamado desarrollo estabilizador. El abogado chihuahuense Antonio Ortiz Mena, mi pariente, era el timonel de las finanzas nacionales. Permaneció los 12 años al frente de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y logró un crecimiento económico promedio del 6.2 por ciento anual, con apenas un 2.2 por ciento de inflación. Le llamaban El Milagro Mexicano.

La vida política del país, en cambio, estaba gravemente restringida y totalmente dominada por el PRI. No había elecciones libres. El partido-gobierno, como le llamaba la oposición, tenía el control de la Cámara de Diputados, el Senado de la República y todos los congresos de los estados, por supuesto con mayorías calificadas si no es que absolutas. Gobernaba en la totalidad de las entidades de la República y en una abrumadora mayoría de municipios.

El entonces reciente triunfo de la Revolución Cubana (enero de 1959) exacerbó las tendencias anticomunistas del régimen, que persiguió, reprimió y encarceló a opositores señalados de “izquierdistas”, acusados del delito de “disolución social”. Notable fue el caso del muralista David Alfaro Siqueiros, mantenido durante cuatro años (1960-1964) en el penal de Lecumberri.

También el ámbito sindical estaba dominado por el partido hegemónico y controlado por sus gobiernos, que alentaban y promovían el llamado “charrismo sindical”. Se vivía el auge del corporativismo. Fidel Velázquez Sánchez ejercía el cacicazgo de la CTM, el sector obrero del PRI, desde 1941. El Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) era coto de Joaquín Hernández Galicia, La Quina, que llegó a la secretaría general del mismo justo en 1958 para permanecer ahí a lo largo de cinco sexenios.

La incipiente lucha por la independencia sindical encabezada por Valentín Campa se encontró con la represión gubernamental. El dirigente, que había ya estado preso entre 1948 y 1952 a raíz del llamado “charrazo” en el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana (STFRM) fue nuevamente encarcelado por el gobierno de López Mateos en 1960 y permaneció en prisión toda una década, hasta ser liberado en 1970.

A su vez, Demetrio Vallejo fue encarcelado en 1959 por encabezar una huelga ferrocarrilera que fue brutalmente reprimida. Estuvo 11 años en prisión. También fue reprimido violentamente el movimiento magisterial de 1958-1960 y el movimiento médico de 1964-1965.

Y el movimiento campesino: el dirigente Rubén Jaramillo y su familia fueron asesinados por elementos del Ejército Mexicano el 23 de mayo de 1962, luego de ser sacados violentamente de su casa en Tlaquiltenango, Morelos. Sus cuerpos aparecieron horas después en Xochicalco.

Finalmente, en 1968, durante el gobierno de Díaz Ordaz, ocurrió la represión del movimiento estudiantil, que culminó en Tlatelolco la tarde del 2 de octubre y con el encarcelamiento de decenas de estudiantes y maestros. Tendría todavía un sangriento colofón con el “halconazo” del 10 de junio de 1971, ya con Luis Echeverría Álvarez en la Presidencia.

En los años sesenta, no había de hecho libertad de prensa en nuestro país. El gobierno ejercía un férreo control sobre los medios mediante la censura directa o, más sutil, a través del gasto publicitario oficial, el control de la Unión de Voceadores de México y el monopolio estatal del papel periódico ejercido por la Productora e Importadora de Papel, S.A. (PIPSA). Tal vez alguien recuerde el Noticiero Continental, en los cines, o La Hora Nacional, en la radio: eso pintaba al México de aquellos tiempos.

Eran los fabulosos 60s.

El desarrollo estabilizador de Ortiz Mena, con alto crecimiento económico y baja inflación, no tuvo sin embargo un reflejo importante en el ingreso per cápita de los mexicanos, que se obtiene de dividir el Producto Interno Bruto (PIB) entre el número total de habitantes. Según estadísticas de la ONU y el Banco Mundial, apenas pasó en esos 10 años de 341 dólares anuales por habitante en 1960 a 670 dólares en 1970.

En contraste, el PIB per cápita creció de manera exponencial a partir de 1988, cuando de dos mil 231 dólares anuales alcanzó en 2014 un máximo histórico de 10 mil 580 dólares. En 2017, el año pasado, fue de ocho mil 902 dólares. Con todo, persiste la infame inequidad en la distribución del ingreso, problema toral de este país, que era igualmente grave en aquellos sesentas, como lo demostraron los trabajos de Ifigenia Martínez.

La llamada política de sustitución de importaciones redujo drásticamente nuestras exportaciones y una pérdida de competitividad de las empresas mexicanas. El proteccionismo que se agudizaría en el gobierno inmediato de Echeverría Álvarez (1970-1976) condujo a la ineficacia y a un reforzamiento de la estructura oligopólica. Subsidios gubernamentales como los precios de garantía a los productos del campo aseguraron el control político del sector, pero no su desarrollo social y económico real.

Ese es sin embargo el modelo que ponderó enfáticamente el presidente Andrés Manuel López Obrador al inicio de su discurso de toma de posesión. Lo puso de ejemplo. Tras descalificar por su ineficacia al modelo económico neoliberal, “que ni siquiera en términos cuantitativos ha dado buenos resultados”, instó a recordar que luego de la etapa violenta de la Revolución, desde los años treinta, hasta los setenta del siglo pasado, es decir, durante 40 años, la economía de México creció a una tasa promedio anual del 5%”. Y dijo que durante ese mismo periodo, en dos sexenios consecutivos, de 1958 a 1970 “cuando fue ministro de Hacienda Antonio Ortiz Mena”, la economía del país no sólo creció al seis por ciento anual sino que este avance se obtuvo sin inflación y sin incremento de la deuda pública. Es, se infiere, su México ideal. Válgame.

@fopinchetti