La amenaza del presidente Donald Trump de rescindir el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ejerce presión sobre los legisladores estadounidenses para que limiten los cambios que desean en un nuevo pacto regional firmado con gran fanfarria la semana pasada entre Estados Unidos, Canadá y México.

Trump declaró el sábado por la noche que pronto notificaría al Congreso su intención de rescindir el TLCAN, una medida que daría a los legisladores seis meses para aprobar el acuerdo para reemplazarlo. Aunque el nuevo pacto fue firmado por Trump y otros líderes el 30 de noviembre, también debe ser ratificado por los legisladores de los tres países. Básicamente, Trump les está dejando una opción: aceptar el nuevo acuerdo, o quedarse sin nada.

No hay certeza de que el Congreso de Estados Unidos apruebe el acuerdo el próximo año, cuando los demócratas recuperarán la mayoría en la Cámara de Representantes. Los republicanos y demócratas clave están retirando su apoyo al nuevo pacto –el Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (T-MEC o USMCA, por sus siglas en inglés) – y desean conseguir los cambios, probablemente a través de la legislación necesaria para implementar el acuerdo.

El senador demócrata de Ohio Sherrod Brown, un feroz crítico del TLCAN que trabajó con la administración en la renegociación del acuerdo, dijo el domingo que “el trabajo aún no ha terminado” y todavía hay una oportunidad para pedirle a México que fortalezca los requisitos laborales. El T-MEC “no está a la altura de la promesa del presidente de un TLCAN renegociado”, dijo Brown al programa “State of the Union” de CNN sin decir cómo planea votar.

El camino para que Trump termine con el TLCAN actual es confuso. Según el acuerdo existente, el presidente puede dar un aviso de retiro con seis meses de antelación, aunque eso no es vinculante; puede darlo y luego nunca retirarse.

Si lo hiciera, los legisladores estadounidenses tendrían que derogar las leyes que lo promulgan, y pueden negarse a hacerlo. Esto aumenta la posibilidad de que Trump se retire, anulando partes del pacto mientras que otros elementos permanecen bajo la ley de Estados Unidos en medio de una pelea con el Congreso, o que él notifique la salida y luego, después de seis meses, se niegue a hacerlo.

La amenaza de rescindir el acuerdo de Trump, si se llevara a cabo, esencialmente eliminaría una red de seguridad bajo el viaje del nuevo acuerdo a través del Congreso, dejando a los legisladores menos margen para exigir modificaciones. El Representante de Comercio de Estados Unidos, Robert Lighthizer, un arquitecto del acuerdo, está abierto a cambios, pero solo hasta cierto punto. Estados Unidos puede incluir algunos cambios en la legislación de implementación del acuerdo comercial y solicitar que México y Canadá lo acepten.

El nuevo acuerdo reemplazará el pacto TLCAN de 1994 en los tres países, que comercian un billón de dólares al año. Las conversaciones para una actualización del TLCAN comenzaron en 2017 bajo amenazas por parte de Trump de que renunciaría al TLCAN si no conseguía un acuerdo mejor, por lo que el comentario del sábado hace que el presidente, efectivamente, complete el círculo.

Lighthizer no dijo qué estaría dispuesto a modificar para ganar el apoyo de los demócratas, ni tampoco indicó un cronograma de la rapidez con la que procedería la ratificación. Sin embargo, dijo que ya está en conversaciones con los líderes demócratas.

Los legisladores de ambos partidos aún están revisando los detalles, y muchos no hacen promesas mientras trabajan para garantizar que los exportadores en sus estados de origen puedan prosperar bajo las reglas de comercio propuestas.

El acuerdo firmado el viernes ya incluía algunos ajustes respecto del que se presentó dos meses antes, cambios aparentemente dirigidos a atraer el apoyo del Congreso. Los analistas de comercio señalaron que agrega una exclusión para Estados Unidos que lo protege efectivamente de las disposiciones que protegen a los trabajadores por motivos de orientación sexual e identidad de género. Esas disposiciones habían provocado el rechazo de los conservadores en Estados Unidos.

Las tendencias de libre comercio de muchos legisladores republicanos claramente chocarán con las demandas de sus estados.

La rapidez con que se procederá en el Congreso sigue sin estar clara. Una docena de senadores republicanos, entre ellos Pat Toomey de Pennsylvania, promovieron una votación antes del próximo Congreso, aunque el presidente del Comité de Finanzas del Senado, Orrin Hatch, rechazó la iniciativa y dijo que el cronograma “no era realista”.

El pacto comercial también es cuestionado por los demócratas que tomarán el control de la Cámara a principios de enero. La líder de la minoría en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y el líder de la minoría en el Senado, Chuck Schumer, dejaron en claro el viernes que el acuerdo comercial necesitará protecciones para los trabajadores y el medio ambiente, junto con otros cambios, para obtener su apoyo.

“El acuerdo comercial anteriormente conocido como TLCAN es un trabajo en progreso”, dijo Pelosi a los periodistas. Schumer incluso insistió en que el acuerdo “reconozca que el cambio climático es una grave amenaza para las economías de nuestros países y para la salud y la seguridad de nuestros ciudadanos”.

Otro demócrata clave ya había pedido revisiones. El diputado de Nueva Jersey Bill Pascrell, quien se encargará de presidir el subcomité de Medios y Arbitrios, ha pedido cambios y una aplicación más estricta del acuerdo.