Un poco de #MeToo y mucho más feminismo en las redes africanas La lucha contra el sida se sube a la ola del #MeToo Feminismos en el sur global: más allá del #MeToo

La campaña #MeToo también pasó por los teléfonos y los ordenadores de los y las usuarias africanas. Lo hizo de puntillas y con un sentido muy particular, pero eso no quiere decir que las redes en África no estén transportando la reivindicación feminista.

Constatar que #MeToo pasó por África es una perogrullada. Ni los usuarios africanos de las redes sociales, ni los activistas digitales viven en una burbuja. No es noticia que usuarios africanos de Twitter, Facebook o Instagram retuitearan, pulsaran me gusta o compartieran publicaciones que se enmarcaban en la ola de denuncias del #MeToo. Sin embargo, basta con asomarse a las redes para saber que la campaña no despertó en el continente africano el mismo interés, ni tuvo la misma implantación, ni la misma atención que en otros lugares del mundo.

La particularidad del paso de #MeToo, fundamentalmente, por África subsahariana es que, salvo algunas excepciones, la campaña no vehiculó denuncias concretas. En Nigeria y Sudáfrica, sí que las redes se utilizaron, en algunos casos, para romper ese pegajoso silencio que pesa sobre los casos de violencia contra las mujeres. Es decir, se reprodujo la dinámica que se alentaba en el resto del planeta. Sin embargo, más allá de esas mediáticas denuncias, en el resto del continente los mensajes se compartían como un ejercicio de llamada de atención sobre el gravísimo problema. #MeToo también ayudó a animar el debate, a forzar la conversación y la crítica, a sacar de la sombra el acoso y la discriminación sobre las mujeres africanas.

Pero no hay que precipitarse con los análisis. Las redes africanas se han inflamado de feminismo mucho antes del #MeToo. Sin duda, el caso más evidente es el de #BringBackOurGirls, la campaña que se hizo viral como denuncia del secuestro de más de 200 niñas en un colegio de Chibok, una localidad del norte de Nigeria, en abril de 2014. La imagen que ha quedado de esta iniciativa ha sido la de los personajes populares que sujetaron en cartel con el hashtag en las imágenes que compartieron en sus redes sociales. Pero no se puede perder de vista, que fue una ministra nigeriana la que pronunció la frase que luego se convirtió en lema y fueron los y las activistas nigerianas las que lanzaron la denuncia en las redes sociales. Una buena parte del sentido de la campaña era la lucha contra el intento de privar a esas niñas de una educación formal. Tampoco se puede perder de vista que cuatro años y medio después esa campaña sigue viva, fundamentalmente a través de activistas nigerianas que no están dispuestas a aceptar el olvido.

En todo caso, el uso de las redes en las reivindicaciones feministas en África no es, ni mucho menos puntual. No es difícil encontrar otros ejemplos de campañas cargadas de contenido y de simbolismo. En noviembre de 2014, una serie de agresiones a mujeres por llevar ropas inadecuadas desencadenó una sonada campaña en Kenia. Las manifestaciones en la calle fueron acompañadas de una acción digital: #MyDressMyChoice, que reclamaba la autonomía femenina. Hace unos meses, en junio, la campaña #WomensMarchUg acompañó a una convocatoria sin precedentes, la de una manifestación que inundó las calles de Kampala (Uganda) para denunciar una ola de feminicidios, marcados por la brutalidad y la impunidad. Las mujeres ugandesas salían a la calle como nunca antes lo habían hecho y en buscaban en las redes un altavoz, una herramienta de presión hacia las autoridades y un canal de solidaridad. En agosto eran las mujeres sudafricanas las que tomaban el relevo de la revuelta. Llamaban a un #TotalShutDown para visibilizar la sangría que supone la violencia contra las mujeres en ese país, con las mismas herramientas: una campaña digital que se sumaba a una marcha en las calles de las principales ciudades sudafricanas.

Más complicado es encontrar los motivos por los que #MeToo pasó de puntillas por un panorama de activismo femenino africano que como se ve no es una ficción. Por un lado, una pieza de la BBC señalaba como causa el miedo y la certeza de que no generaría cambios; y en un artículo de Reuters lo atribuían al peso del tabú y al miedo al escarnio público. Por otro lado, un análisis en Africa is a Country apelaba a causas más prácticas como la brecha digital, mientras que otro ponía en tela de juicio algunos de los mitos de la campaña con una visión más crítica. Se señalaba, por ejemplo, que la mayor parte de la cobertura de #MeToo correspondía a medios del norte global que demostraron un sentido parcial del concepto global y se lamentaba de que “los movimientos que comienzan en occidente se encargan de hablar en nombre de las personas oprimidas en otras partes del mundo y de liberarlas” y de que “esos movimientos occidentales tienen la capacidad y los recursos para dar forma al discurso”.