Inspirada en las floristerías de París, el centro de la serie es un escenario con lámparas de araña, forjas 'art nouveau' y modulas por doquier.

Roberta Lobeira (Monterrey, México, 1979) es la autora de uno de los cuadros más vistos en el mundo en los últimos meses. El simbolismo de Retrato de una familia normal, entre el realismo mágico y la fantasía, se ha colado en millones de casas desde que se estrenara en Netflix La casa de las flores. Este neoculebrón, con la actriz Verónica Castro a la cabeza, no solo ha recuperado el género para el público más joven, también ha conseguido que el interiorismo de esta alocada florería sea un personaje más.

Menos de un mes tuvo la artista mexicana para terminar el retrato que introduce cada uno de los 13 capítulos que forman la primera temporada. La obra da la bienvenida a la casa, un sueño que más que un hogar, que es una oda al exceso, una reinterpretación camp del horror vacui. Su directora artística, Sandra Cabriada (Ciudad de México, 1970), afirma que “la idea fue no hacer una casa convencional, no caer en una simple recreación de la vida real. La propuesta fue estilizar la realidad, pasar el límite de lo normal, arriesgar sin miedo. Y echamos la carne al asador… No escatimamos en colores, en texturas ni en contrastes”.

Tapizados franceses en los muebles de estilo, papeles geométricos y Verónica Castro siempre rodeada de vasos griegos.
Tapizados franceses en los muebles de estilo, papeles geométricos y Verónica Castro siempre rodeada de vasos griegos.
La artista Roberta Lobeira es la autora del cuadro que abre cada capítulo, ‘Retrato de una familia normal’.
La artista Roberta Lobeira es la autora del cuadro que abre cada capítulo, ‘Retrato de una familia normal’.
Ella y su equipo tuvieron siete semanas para preparar el set: “La casa es un personaje más y así fue tratado. Tenía que ser una casa con historia, con la vida de la familia, con la visión de Virginia, incluso el exterior fue pintado en un tono para que no pareciera una casa convencional”. El resultado es una casa de una familia bien mexicana de la exclusiva colonia Lomas de Chapultepec, en las afueras de Ciudad de México, con muebles de estilo, eclécticos, tapizados franceses, un abanico inmenso de coloridos papeles de pared que se mimentizan entre las decenas de flores.

“Cada espacio fue diseñado para reflejar cada personaje. Virginia (Verónica Castro), en rojos y matices de rosas, fuerza y pasión para la recámara principal, con un espacio íntimo en tonos azules para su vestidor. Para Paulina (Cecilia Suárez) pensamos en los violetas y morados con formas más sofisticadas. Elena (Aislinn Derbez), en naranjas y rosas fuertes con formas más románticas y orgánicas. Julián (Darío Yazbek Bernal), azules con líneas geométricas más estrictas y estructuradas”, continúa Cabriada.

La floristería es otra de las arterias principales de la narración estética de la serie, el sitio favorito de su diseñadora. “Era un espacio abierto y vacío. La inspiración fue el art nouveau, y la propuesta fue crear un escenario que se pudiera recorrer y que tuviera varios rincones, ya que íbamos a pasar mucho tiempo en él. El espacio vacío se rompió con unas columnas que sirvieron para crear capas de las que salían guirnaldas donde colgaban plantas, flores y jaulas”. París y sus floristerías está en muchos de sus rincones.

El personaje de Castro tenía que tener un cabecero en capitoné y, por supuesto, motivos florales en paredes y cojines.
El personaje de Castro tenía que tener un cabecero en capitoné y, por supuesto, motivos florales en paredes y cojines.
Pero la floristería va mutando a lo largo de los episodios, de espacio abierto a despacho de la protagonista. “Fue un lugar que se diseñó en función del guión, con la logística de una florería, es decir, un negocio, pero al mismo tiempo un espacio especial, con amor y dedicación, donde sucedían muchas situaciones de la historia y claramente no nos podía cansar visualmente”.

Toda la complicación que tuvo la ambientación que rodeaba a la familia De la Mora contrasta con la facilidad de la casa opuesta, el cabaret donde habitan las otras flores, las que reviven canciones tanto de Yuri como de Gloria Trevi. “La localización era muy buena, y ya tenía una estructura y arquitectura muy particular que nos gustó mucho desde que la visitamos. Agregamos luces, dorados, motivos orientales, telas, brillos, relieves de mujeres, etc. Una combinación estridente para tener una mezcla de estilos, texturas y matices para tener un cabaret que contrastara absolutamente con la casa de Virginia, con la otra casa de las flores”.

Casa para la que, por cierto, ¿cuántas flores utilizaron? Según la interiorista, “muchísimas, aunque el truco, y revelando un poco el secreto, también fue elegir unas cuantas artificiales”.