Un pastor nómada de etnia peul en Malí. EDSON WALKER GETTY IMAGES

Un centenar de personas han sido asesinadas este domingo por la noche en el pueblo de Sobane-Kou, en el centro de Malí, en una nueva masacre vivida en el país africano. “Por ahora hemos encontrado los cuerpos calcinados de 95 civiles, pero seguimos buscando”, aseguró a France Presse un concejal del Ayuntamiento de Koundou, en la zona de Koro, donde se encuentra el poblado atacado.

Fuentes de las fuerzas de seguridad han confirmado a distintos medios este balance y aseguran que “el pueblo quedó arrasado”. Hombres armados rodearon Sobane-Kou, que cuenta con unos 300 habitantes, casi todos de la etnia dogón, y prendieron fuego a las casas. Aquellos que intentaron escapar fueron asesinados a disparos, según la misma fuente, que apunta a que podría haber al menos 30 desaparecidos.

La violencia intercomunitaria ha provocado centenares de muertos en Malí en los últimos años y vivió su incidente más grave el pasado mes de marzo, cuando cazadores tradicionales de la etnia dogón asesinaron a unas 160 personas de la etnia peul tras arrasar su pueblo. En esta ocasión es un poblado del País Dogón el que ha sufrido un ataque mortal. Por el momento se desconoce la autoría del ataque de este domingo.

Los peusl o fulanis que viven en el centro de Malí han sido acusados de complicidad con diversos grupos yihadistas que operan en la zona, desde que en 2012 se produjera la ocupación del norte del país por los radicales. En enero de 2013 el ejército de Malí desató una campaña de ejecuciones extrajudiciales con tintes étnicos dirigida contra árabes y peuls. Posteriormente fueron señalados por formar parte o apoyar al grupo radical Frente de Liberación de Macina del predicador Amadou Kouffa. Desde entonces las milicias dogón, con la complicidad de las fuerzas armadas, actúan con extrema violencia contra los fulanis.

Ausencia de Estado
Horas después del ataque, el grupo de autodefensa dogón Dan Na Ambassagou hizo público un comunicado en el que considera este ataque “una declaración de guerra” e informa a la población de su disponibilidad para “garantizar su seguridad, porque desde ahora está claro que ni el Estado ni la comunidad internacional se interesan por la vida de las personas asesinadas desde hace cinco años”. Esta milicia invita “a todos los hijos del País Dogón” a su solidaridad “para triunfar en este noble combate” y declara abierta “la lucha por la defensa de la dignidad y la libertad del País Dogón. Desde el valle hasta la planicie pasando por el acantilado [en alusión a la falla sobre la que se asientan las poblaciones de los dogones], estamos dispuestos a verter nuestra sangre por la dignidad humana”.

El peligroso giro de violencia intercomunitaria que ha tomado el conflicto que vive Malí desde 2012 está provocando la ruptura de la convivencia entre las diferentes etnias y además genera contagio a los países vecinos, sobre todo Níger y Burkina Faso. Desde comienzos del presente año han fallecido unas 4.000 personas en la región del Sahel a consecuencia de ataques terroristas y de conflictos entre comunidades, cuya separación a veces es borrosa.

La ausencia del Estado de grandes zonas, debido a la inseguridad, ha provocado una explosión en el número de armas en manos de la población civil para su propia protección. Sin embargo, en ausencia de fuerzas del orden o de la administración de justicia, muchas veces se usan para atacar a otros grupos, ya sea por viejas rencillas o por disputas relacionadas por el ganado o las tierras. Grupos yihadistas y el ejército de Malí se han servido de estas comunidades en su propio beneficio, recibiendo apoyo y armas de ambas partes, lo que ha acabado por envolverlas en un conflicto cuyo final cada vez se ve más lejos.