Los primates de tamaño medio, como estos sifaca de Verreaux, están entre las especies más perseguidas por los cazadores. LUCA SANTINI

Ya hay selvas donde los animales más grandes han desaparecido por culpa de la caza. Practicada por los humanos desde su origen para subsistir, la expansión humana ha ido arrinconando a las demás especies. Ahora, un estudio muestra que los cazadores están llegando hasta los últimos refugios: La mitad de las selvas y sabanas tropicales ya han perdido buena parte de sus poblaciones de mamíferos, en especial los más grandes. Cada vez será más habitual oír hablar del concepto y la palabra defaunación.

La tala, el avance de la agricultura, la expansión urbana y de infraestructuras han reducido la extensión de las selvas, las ha cuarteado y aislado. Gracias a las nuevas tecnologías satelitales y las modernas técnicas de teledetección, casi se pueden contar los árboles que quedan. Pero con los animales la cosa se complica. Hay que estar sobre el terreno para contarlos y hacerlo de forma periódica. Y hay muchas selvas que controlar. Determinar el impacto de los cazadores sobre la vida es aún más complicado. En las regiones tropicales, la caza aún es una necesidad, está escasamente regulada, mal controlada y la demanda no deja de alimentar al furtivismo.

Los mamíferos más cazados son los grandes herbívoros y grandes carnívoros

“Los satélites te dicen la deforestación que hay, pero el impacto de la caza es muy difícil de cuantificar”, recuerda la investigadora de la Estación Biológica de Doñana (CSIC) y principal autora del estudio estando en la Universidad Radboud, de Nimega (Países Bajos), Ana Benítez. En 2017, la investigadora publicó otro trabajo en el que mostraba que, allí donde llegaban los cazadores, la abundancia de vida animal se había reducido hasta en un 90%. Ahora han extendido el estudio a las casi 4.00 especies de mamíferos que habitan en.los 14 millones de kilómetros cuadrados de selvas y sabanas tropicales que quedan.

El trabajo, publicado en PLoS Biology, estima que el 13% de las especies incluidas en el análisis, han reducido sus poblaciones por culpa de la caza. “Pero la mayoría de los pequeños mamíferos o no se cazan o se reproducen tan rápido que apenas les afecta, lo que distorsiona la media”, aclara Benítez. En efecto, si se clasifican los mamíferos por tamaño, los resultados son dramáticamente diferentes: los animales de tamaño medio (entre un kilogramo y 20 kg) han visto mermadas sus poblaciones hasta en un 27%. Mientras, en los de mayor masa corporal (por encima de los 20 kg), el porcentaje sube hasta el 40%. “Además de que son los más rentables para los cazadores, tienen tiempos de reproducción mayores y menos cría por evento reproductivo”, explica la investigadora.

Los factores que más afectan a presión cazadora son, por este orden, la distancia hasta el pueblo o infraestructura humana más cercana (las carreteras, por ejemplo), la masa corporal de la especie o la densidad de población humana en la región. Como refleja el estudio, el 60% de las selvas tropicales están a menos de 10 kilómetros de un asentamiento humano, porcentaje que aumenta hasta el 80% si se aumenta la distancia a los 20 km. Puede que para un cazador en Europa o EE UU sean grandes distancias, pero son las habituales para un cazador que lo hace para alimentarse o vender la carne del animal.

El mapa muestra el índice de ‘defaunación’ de los mamíferos en las selvas tropicales. Este índice refiere al número de especies en declive. Arriba a la izquierda, la situación de todos los mamíferos. Los otros tres mapas son para maíferos pequeños, medianos y grandes.ampliar foto
El mapa muestra el índice de ‘defaunación’ de los mamíferos en las selvas tropicales. Este índice refiere al número de especies en declive. Arriba a la izquierda, la situación de todos los mamíferos. Los otros tres mapas son para maíferos pequeños, medianos y grandes. BENÍTEZ ET AL./PLOS BIOLOGY
Por área, aproximadamente el 47% de lo que queda de selva tropical está siendo defaunada en mayor o menor medida. Donde las pérdidas son mayores, superiores al 70% de la vida animal, es en el África occidental (las selvas de Camerún, Gambia o Ghana) y amplias regiones del sudeste asiático (Tailandia, Bangladés, Indonesia…). Las zonas menos afectadas por la caza son la región de las Guayanas y las selvas amazónicas más escondidas. “Son áreas donde solo se puede llegar con helicóptero o con densidades de población muy bajas”, recuerda Benítez.

Las consecuencias aún están por determinar, aunque ya se van atisbando. Al cebarse con los animales más grandes, en especial carnívoros y herbívoros, los cazadores están trastocando ecosistemas completos. “El 90% de las especies vegetales necesitan de los animales para la dispersión de sus semillas y solo los grandes herbívoros pueden dispersar los frutos y semillas más grandes”, recuerda Benítez. A largo plazo, la ausencia de estos animales modificará la propia composición vegetal de la selva. Por otro lado, la drástica disminución de grandes carnívoros podría favorecer una explosión de herbívoros y, por tanto, una presión extra sobre los recursos vegetales.

El estudio lleva en su título la siguiente pregunta: ¿Selvas intactas, pero vacías? Y esa es la principal conclusión de este trabajo. Existe el riesgo real de que muchas selvas pierdan a la mayor parte de sus mamíferos grandes y medianos, con el efecto cascada que esto puede iniciar. Y con los bosques tropicales cada vez más vacíos, “el paisaje sonoro de la selva se empobrecerá”, se lamenta Benítez.

El 60% de las selvas que quedan están a menos de 10 kilómetros de un asentamiento humano

El investigador Gerardo Ceballos, del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México, no cree positivo demonizar la caza como categoría. “La cacería legal es una actividad económica que ha tenido un enorme impacto positivo en mantener especies en muchas regiones del mundo, con casos de éxito en Estados Unidos, España, México o diversos países de África”, dice. Pone como ejemplo las muchas especies de patos y gansos que, estando al borde de la extinción, acabaron recuperándose gracias a la caza regulada en EE UU. “Lo mismo sucede con venados y borregos cimarrones en México y especies como el elefante en muchos países de África. La prohibición unilateral de la cacería legal generalmente causa deterioro e incita a la cacería ilegal”, añade este ecólogo no relacionado con el estudio.

Sin embargo, coincide con los resultados del trabajo y señala a la caza y al tráfico ilegal como “una de las causas de la sexta extinción masiva”. Ceballos, que lleva años investigando y alertando de que este evento global ya está sucediendo, también señala a la caza de subsistencia y comercialización en mercados locales de la fauna silvestre como parte de esta sexta extinción.