Feligreses preguntan a un policía frente a la mezquita Al Noor después del atentado en Christchurch (Nueva Zelanda). En vídeo, declaraciones de testigos y autoridades, y la detención de uno de los atacantes. KAI SCHWOERER (GETTY IMAGES)

“Esta ciudad es muy tranquila. Nunca hemos vivido algo así, estamos todos en shock”, reconoce por teléfono Hans Petrovic, un periodista alemán de 78 años que reside en Christchurch, la ciudad neozelandesa que ha sufrido este viernes un atentado contra dos mezquitas en el que han muerto 49 personas. Uno de los autores de la matanza, relacionado con la extrema derecha, ha emitido en directo el tiroteo por las redes sociales. Al menos una veintena de feligreses que se encontraban en los centros de oración han resultado heridos de gravedad.

“En el momento del atentado yo estaba en un restaurante a las afueras de la ciudad. De repente he visto por la ventana cómo pasaban varios coches de la policía. Se escuchaba el estruendo de las sirenas. Luego hemos visto a una veintena de agentes fuertemente armados que corrían por la calle. No entendíamos nada. No nos dejaban salir del local”, cuenta Petrovic por teléfono. El periodista, ya jubilado, lleva 40 años viviendo en esta ciudad de unos 400.000 habitantes situada en la costa este de la Isla del Sur de Nueva Zelanda.

“Estamos en el fin del mundo, aquí nunca pasa nada. Las tragedias que hemos sufrido han sido terremotos”. Este viernes sobre las dos de la tarde (hora local), la ciudad “estaba paralizada”. “Los niños no podían salir de los colegios, los trabajadores tampoco de las oficinas, los coches también estaban parados en la calle. La vida se ha parado”, relata.

Petrovic explica que en Christchurch conviven “pacíficamente” diferentes comunidades étnicas y culturales. “Hay muchos maoríes (los habitantes originarios de Nueva Zelanda), descendientes de europeos, asiáticos, sobre todo chinos y japoneses. También musulmanes procedentes del Sudeste asiático”. Según ha contado el embajador de Indonesia en Nueva Zelanda en declaraciones a Reuters, alrededor de 330 indonesios residen en este país. “Y nunca ha habido conflictos interraciales. Aquí cada uno hace su vida, reza su credo”, sostiene.

Cuando ha conseguido llegar a casa, Petrovic se ha enterado del número de víctimas mortales. “Han arrestado a unos individuos de extrema derecha. Unos locos… todo esto es una locura, pero créame, no tiene nada que ver con nuestra ciudad”.