Ahed Tamimi, activista palestina, en la sede de El País. LUIS SEVILLANO

Su pelo largo, frondoso y rizado y su kufiya (pañuelo palestino) alrededor del cuello son ya inseparables de su figura, menuda pero poderosa. En cuanto traspasa la puerta del Ayuntamiento de Madrid, un enjambre de gente —activistas, curiosos, políticos— rodea a Ahed Tamimi para saludarla, darle su apoyo y, sobre todo, hacerse fotos con ella. Una imagen con esta adolescente palestina está muy cotizada en las redes sociales. “Todos tenemos en mente la bofetada que Ahed propinó a un soldado israelí en diciembre”, la presenta ante el público el activista por los derechos humanos Manu Pineda. “La hemos visto echar los dientes peleando contra la ocupación. Es una mujer en el cuerpo de una niña, es una heroína, es un símbolo, es nuestra Ahed”, añade. Grandes aplausos.

La joven celebró su 17 cumpleaños en una prisión israelí, encarcelada durante meses por una bofetada que ha dado la vuelta al mundo. El eco de aquella ola la ha convertido en un auténtico símbolo de resistencia del castigado pueblo palestino. Lo que ante los soldados era un gesto desafiante y altivo, en los actos públicos se convierte en una sonrisa tímida. A veces, parece superada por tanta atención. Sus palabras, en cambio, son firmes: “Ser un símbolo cansa y es muy duro, me hace perder parte de mi intimidad como persona, al estar siempre expuesta, pero todo ello no hace que deje este camino y siga luchando para liberar a mi pueblo, que es lo único que podemos hacer”, afirma. Ante el periodista, baja la mirada y habla con voz suave: “Es una gran responsabilidad hablar en el nombre de un pueblo que está bajo ocupación, y también bastante temor porque eres un objetivo de Israel, te pueden volver a encarcelar, perseguir e incluso asesinar. Pero pese a ello no podemos volver atrás en el camino que estamos siguiendo”.

Tamimi acude este viernes a la recepción oficial de Mauricio Valiente, tercer teniente de alcalde de Madrid. “Gracias a la familia de Ahed por su ejemplo de lucha contra la ocupación”, dice el concejal, “queremos mostrar nuestro apoyo a la causa palestina desde el Ayuntamiento de Madrid”. Valiente recuerda que “hay más de 300 niños presos en cárceles israelíes, un ejemplo de la política de Israel contraria a los derechos humanos en Palestina”.

Tras el acto, más fotos, más vídeos, la multitud se agolpa para tocar al símbolo. Pineda consigue escabullirla hacia el despacho de Valiente. Allí se sienta sienta junto a su familia, sus padres —“han sido mi fuerza, han formado mi personalidad, me enseñan, me ayudan, me apoyan y me han transmitido esa valentía”, dice la joven— y dos de sus hermanos, ya que el tercero se encuentra en prisión. Mira hacia su móvil y abre el Facebook, responde a unos mensajes a través de esta red social. Ahora se relaja y sonríe. El pelo le tapa la cara mientras charla con sus amigos. Luego, volverá a poner un gesto serio cuando se meta en el coche oficial —de la Delegación de Palestina en España— para continuar en una jornada comparable a la de cualquier político de primer nivel: recepción del Real Madrid en el Santiago Bernabéu, visita a la sede del PSOE en Ferraz, entrevista en vídeo en EL PAÍS y luego cita con Pablo Iglesias, líder de Podemos.

En una parada, se detiene a hablar sobre su visita a España. “He descubierto cuánto apoyo, cariño y solidaridad hemos recibido los palestinos durante este viaje, y eso nos levanta el ánimo”, dice. Tamimi no se olvida de la situación de los niños y adolescentes en la Palestina ocupada: “Los niños no pueden ir diariamente a los colegios porque hay miles de puntos de control, siempre hay riesgo de que los cojan presos, o los maten en el camino”, explica. “Los niños en Palestina no tenemos ilusiones y sueños normales, como otros niños del mundo, siempre tenemos impedimentos para viajar o para cumplir nuestros sueños”, se queja.

La pregunta, que surge durante el Facebook Live en EL PAÍS, es obligada. ¿Dejaría a su propia hija hacer lo que ella hizo, abofetear a un soldado? “Por supuesto que la dejaría hacer lo que hice yo, pero espero que la siguiente generación a la mía no tenga que vivir bajo ocupación, y estoy seguro de que nuestra generación va a acabar con la ocupación”. Y concluye: “Tengo esperanza en que el futuro va a ser mejor”.