Es una tarde tranquila en La Primavera, el fraccionamiento más exclusivo de la ciudad de Culiacán, la capital de Sinaloa, capital también de la violencia en este Estado del noroeste de México. Una Ford Bronco color azul está estacionada junto a un jardín del Barrio San Javier, uno de los varios que integran La Primavera. El dueño espera a un supuesto comprador que le dijo que iría a conocer la camioneta. Sabe de él por un intermediario.
Mientras tanto, el comprador pasa el filtro de seguridad de La Primavera, conjunto de barrios privados que podría parecer una pequeña ciudad amurallada, con campo de golf, escuelas privadas, club deportivo, supermercado, dos de los corporativos empresariales más importantes de México y hasta un lago artificial.
El comprador se acerca al Barrio San Javier, entra como cualquier vecino y el vendedor abre la camioneta para enseñársela. Comienzan a hablar del precio y de pronto, el hombre saca algo del cinturón. Una amenaza a mano armada.
El vecino de La Primavera, quien compró ahí por ser el sitio más exclusivo y seguro de Sinaloa —según lo que anuncia la empresa inmobiliaria que se encarga del mercado interno— está siendo víctima de un robo, un delito que se ha disparado un 200% en los últimos diez meses, a causa de la confrontación entre grupos criminales del Cartel de Sinaloa.
Desde el 9 de septiembre, facciones de esta organización criminal someten al Estado a una guerra sin cuartel. Los Chapitos y Los Mayos han usado como territorio de conflicto las calles y las carreteras, con decenas de bloqueos, arrojando fierros para ponchar llantas, barricadas y cuerpos tendidos en el asfalto. Han asesinado a unas 1.500 personas y desaparecido a otras 1.800. Cientos de familias de zonas rurales han sido desplazadas, y cientos de negocios han cerrado sus puertas.
Luego están los carros robados. Con la guerra de fondo, criminales han robado estos meses más de 5.000 vehículos en la entidad, la mayoría en Culiacán y alrededores. La propia Fiscalía General de Sinaloa tiene en su sitio oficial un mapa interactivo donde se puede ver que los autos pueden ser robados en cualquier lugar, ya sea en carreteras, colonias populares y en complejos habitacionales con viviendas a costos millonarios. En estos meses, solo se han recuperado 747 vehículos. El 40% corresponden a camionetas y carros de lujo.
Un guardia de seguridad se entera del intento de robo en San Javier y da la voz de alerta. Llama a todos sus compañeros por radio y de inmediato se comienzan a cerrar todas las puertas disponibles. A bordo de la Ford Bronco, el falso comprador da vueltas, desesperado, hasta que encuentra una puerta endeble en la zona industrial. Acelera y los vigilantes intentan bloquear el paso. El hombre no lo piensa dos veces y los arrolla, tumba el portón.
Los guardias llaman al 911 y la atención es inmediata. Parte del privilegio de que goza este complejo residencial es que aunque sus inquilinos deban más de 100 millones de pesos en impuestos municipales y hagan uso indiscriminado de recursos naturales, como el agua, para regar sus campos de ornato, tienen la posibilidad de acceder a recursos públicos de una manera más rápida.
La Primavera nació en la década de 1990, con la compra masiva de terrenos ejidales por parte de los Coppel, la multimillonaria familia que armó un imperio de tiendas departamentales de precios accesibles. Desde entonces, ahí viven empresarios, políticos y personas que tienen suficiente dinero para evitar la ciudad entera, aunque no se salvan de la inseguridad. En 2019 ocurrió el asesinato de Humberto Trejo Espinal dentro del complejo. Fue llevado ahí por Iván Alejandro Zazueta Zazueta, sobrino de una ex magistrada del Poder Judicial local. Lo llevó para exigirle un pago y luego lo mató. Todavía hoy, los vecinos hablan de ese tema, porque la promesa de la seguridad está rota desde entonces.
En estos años, las bardas del enorme complejo han sido noticia igualmente por la violencia. En el costado poniente del complejo se tiene uno de los récords más trágicos de la ciudad: ser el espacio donde más personas han sido asesinadas y dejadas a su suerte. Son mensajes claros a las autoridades y a los inquilinos, porque las propias paredes de esas murallas de concreto levantadas para no ver sangre están manchadas con la misma, por los fusilamientos como castigo entre grupos criminales.
En otra de las bardas, la oriente, mujeres buscadoras de personas desaparecidas han exhumado centenas de huesos y más restos humanos desde 2019. Es una fosa clandestina que trata de ignorarse por los que viven del otro lado, porque no es anunciada por los vendedores de terrenos y casas residenciales.
Tanto es su afán de despegarse de la violencia, que todo futuro inquilino debe pasar por exámenes rigurosos que comprueben sus ingresos, sus relaciones laborales, amistosas y amorosas, que no son consumidores de drogas ilegales —aunque sí lo hacen, hay circulares internas pidiendo a vecinos no fumar mariguana para no molestar a más vecinos—, o meros provocadores. Incluso, es importante saber que si los vecinos se oponen a que una persona viva ahí, no podrá hacerlo por más dinero que quiera pagar.
Pero poco importa todo eso esta tarde en La Primavera, en plena persecución de la Ford Bronco. Suenan sirenas, gritos, neumáticos quemando asfalto. La policía se une a la persecución. La Ford Bronco patina en una curva. La encierran las patrullas. El presunto ladrón intenta huir a pie. Policías lo alcanzan. Lo someten. El inquilino de La Primavera recupera su camioneta.
El detenido es un joven de playera negra, al que luego le identificarían más delitos y carpetas de investigación abiertas. La Secretaría de Seguridad Pública de Sinaloa anuncia tal hecho como si se tratase de un acto heroico, que seguro lo fue para el inquilino de La Primavera.
Sin embargo, este hecho revela dos datos importantes: en La Primavera están más cerca las autoridades, tanto que el presunto ladrón no pudo ni siquiera escapar con un vehículo especializado para todo terreno y, dos, que la violencia ha alcanzado a todos los espacios en Sinaloa.