Nueva York. Las calles de Teherán están vacías, los negocios cerrados y las comunicaciones son intermitentes en el mejor de los casos. Sin refugios antiaéreos auténticos y abiertos al público, las masas aterradas pasan noches sin descanso en el suelo de las estaciones del metro mientras los bombardeos retumban sobre sus cabezas.
Esta es la capital de Irán, a poco menos de una semana del feroz bombardeo israelí que tiene como objetivo destruir el programa nuclear y la capacidad militar del país. Tras dejar fuera de combate a gran parte del sistema de defensa aérea iraní, Israel dice que sus aviones de guerra tienen vía libre sobre los cielos de la ciudad. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, instó el lunes a los aproximadamente 10 millones de habitantes de Teherán a evacuar “inmediatamente”.
Miles de personas han huido y pasan horas varadas en el tráfico mientras tratan de dirigirse a los suburbios, el mar Caspio o incluso a Armenia o Turquía. Pero otros —los ancianos y enfermos— están atrapados en altos edificios de apartamentos. Sus familiares se preocupan: ¿qué hacer?
Los ataques israelíes contra Irán han provocado la muerte de al menos 585 personas y han herido a más de mil 300, según una organización de derechos humanos. Los medios locales, también blanco de los bombardeos, ya no reportan sobre los ataques, lo cual ha dejado a los iraníes sin información. Hay pocas señales visibles de la autoridad estatal: la policía parece estar mayoritariamente encubierta, las sirenas antiaéreas no son de fiar y hay poca información sobre qué hacer en caso de ataque.
Shirin, de 49 años, quien vive en el sur de Teherán, dijo que ha sentido como si cada llamada o mensaje de texto a amigos y familiares en los días recientes pudiera ser la última.
“No sabemos si mañana estaremos vivos”, puntualizó.
Muchos iraníes tienen un conflicto interno: algunos apoyan los ataques de Israel contra funcionarios políticos y oficiales militares iraníes a quienes consideran represivos; otros defienden firmemente a la República Islámica y los ataques de represalia contra Israel. Y están quienes se oponen a los gobernantes de Irán, pero no quieren ver su país bombardeado.
The Associated Press entrevistó por teléfono a cinco personas en Irán y a un iraní-estadunidense en Estados Unidos. Todos hablaron bajo condición de anonimato o permitieron que se revelara solo su nombre de pila por temor a represalias del Estado contra ellos o sus familias.
La mayoría de las llamadas terminaron abruptamente y en cuestión de minutos —conversaciones interrumpidas a medida que la gente se ponía nerviosa o porque se perdía la conexión—. El gobierno iraní ha reconocido haber suspendido el acceso a internet. Dice que es para proteger al país, y eso impide que los iraníes comunes obtengan información del mundo exterior.
Los iraníes en la diáspora esperan con ansias noticias de sus familiares. Un investigador de derechos humanos iraní-estadounidense quien vive en Estados Unidos refirió que la última vez que tuvo noticias de sus familiares fue cuando algunos intentaban dejar Teherán a principios de la semana. Cree que la falta de gasolina y el tráfico les impidió irse.
La interacción más desgarradora, manifestó, fue cuando sus primos mayores —con quienes creció en Irán— le dijeron: “No sabemos a dónde ir. Si morimos, morimos”.
“Su única sensación era la desesperanza”, añadió.
Algunas familias han tomado la decisión de separarse.
Un refugiado afgano de 23 años que ha vivido durante cuatro años en Irán expuso que él se quedó en Teherán, pero envió a su esposa y a su hijo recién nacido fuera de la ciudad después de que un ataque el lunes dañara una farmacia cercana.
“Fue un choque muy duro para ellos”, agregó.
Algunos, como Shirin, dijeron que huir no era opción. Los edificios de apartamentos en Teherán son altos y densos. Su padre tiene Alzheimer y necesita una ambulancia para trasladarse. La artritis severa de su madre haría que incluso un viaje corto fuera extremadamente doloroso.
Aun así, con la esperanza de que escapar fuera posible, intentó reunir en los últimos días sus medicamentos. Su hermano esperó en una gasolinera hasta las 3 de la mañana, pero le dijeron que se fuera cuando se acabó el combustible. Desde el lunes, la gasolina está racionada a menos de 20 litros (5 galones) por conductor en las gasolineras de todo Irán, luego de que un ataque israelí provocara un incendio en el yacimiento de gas más grande del mundo.
Algunas personas, como Arshia, dijeron que simplemente están cansadas.
“No quiero pasar 40, 30 o 20 horas en el tráfico, solo para llegar a algún lugar que podría ser bombardeado”, dijo.
El joven de 22 años se ha quedado en casa con sus padres desde el primer ataque israelí. Reportó que su otrora animado barrio de Saadat Abad, en el noroeste de Teherán, es ahora un pueblo fantasma: las escuelas están cerradas; muy pocas personas salen, incluso para pasear a sus perros; la mayoría de las tiendas locales se han quedado sin agua potable y aceite de cocina y otras han cerrado.
No obstante, Arshia dijo que la perspectiva de encontrar un nuevo hogar es demasiado abrumadora.
“No tenemos los recursos para irnos en este momento”, dijo.
Ninguna sirena antiaérea sonó cuando los ataques israelíes comenzaron a azotar Teherán antes del amanecer del viernes. Para muchos, fue una señal temprana de que los civiles tendrían que arreglárselas solos.
Durante la guerra entre Irán e Irak en la década de 1980, Teherán era una ciudad con pocos edificios altos, muchas casas tenían sótanos para refugiarse y había sirenas y simulacros de ataques aéreos. Ahora, la capital está repleta de apiñados rascacielos de apartamentos que no tienen refugios.
“Es una especie de error del pasado que no construyeran refugios”, opinó una residente de Teherán de 29 años, quien abandonó la ciudad el lunes. “A pesar de que hemos estado bajo la sombra de una guerra desde que tengo memoria”.
El novio de su amiga murió mientras iba a la tienda.
“No esperas realmente que tu novio —ni nadie, en realidad— salga de casa y no regrese nunca si solo fue a hacer unas compras de rutina”, dijo.
Quienes deciden evacuar lo hacen sin ayuda del gobierno. El Estado ha dicho que abrió las mezquitas, escuelas y estaciones de metro para ser utilizadas como refugios. Algunas están cerradas; otras, abarrotadas.
Cientos de personas se aglomeraron en una estación de metro de Teherán el viernes por la noche. Pequeños grupos de familias yacían en el suelo. Una estudiante, refugiada de otro país, contó que pasó 12 horas en la estación con sus familiares.
“Todos sentían pánico por la situación”, enunció. “Nadie sabe qué pasará después, si habrá guerra en el futuro y qué deberían hacer. La gente cree que ningún lugar es seguro para ellos”.
Poco después de salir de la estación, vio que Israel había advertido a una franja de Teherán que evacuara.
“Para las comunidades inmigrantes, es muy difícil vivir en este tipo de situación” agregó, y explicó que siente que no tiene a dónde escapar, especialmente no a su país de origen, al que pidió que no se identificara.
Para Shirin, las hostilidades son agridulces. A pesar de estar en contra de la teocracia y su trato hacia las mujeres, la idea de que Israel pueda determinar el futuro no le sienta bien.
“Por mucho que deseemos el fin de este régimen, no queríamos que se produjera de la mano de un gobierno extranjero”, dijo.
“Habríamos preferido que, si iba a haber un cambio, fuera resultado de un movimiento de la gente en Irán”.
Mientras tanto, la joven de 29 años, quien logró dejar Teherán, envió un mensaje aún más básico para quienes están fuera de Irán:
“Solo quiero que la gente recuerde que, pase lo que pase aquí, no es un asunto rutinario para nosotros. La vida de la gente de aquí —su sustento— es tan importante para ellos como para cualquier persona en cualquier otro lugar. ¿Cómo se sentirían si su ciudad o su país estuviera siendo bombardeado por otro y la gente muriera a diestra y siniestra?”
“Sentimos que ‘esto no puede estar pasando. Esta no puede ser mi vida’”.