
Los operadores de Buenos Aires están comenzando a aceptar el objetivo del presidente Javier Milei de fortalecer la moneda argentina hacia los 1.000 pesos por dólar, incluso cuando los economistas advierten que la tendencia podría revertirse en la segunda mitad del año cuando la oferta de dólares tiende a agotarse.
La moneda se cotiza actualmente en torno a los 1.100 pesos por dólar. Es una cifra sorprendentemente baja para quienes predijeron que la eliminación del control cambiario en Argentina provocaría una devaluación. El peso ahora fluctúa libremente entre 1.000 y 1.400 pesos por dólar, un importante cambio de política anunciado como parte del nuevo programa de 20.000 millones de dólares de Argentina con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
“El gobierno está tomando medidas para mantener el peso en el piso de la nueva banda de flotación”, dijo Gabriel Caamaño, socio de la consultora local Outlier.
Los analistas sostienen que una serie de señales del gobierno de Milei apuntan a un peso más fuerte en los próximos meses:
Nuevo objetivo: Milei dijo en una entrevista radial que el Banco Central no comprará un solo dólar hasta que el peso llegue a los 1.000.
Escasez de dinero: El banco central recortó los préstamos en pesos a ultracorto plazo a los bancos, lo que redujo la liquidez y desalentó la demanda de dólares.
Reducción de impuestos a las exportaciones: Milei también advirtió que un recorte temporal de impuestos a las exportaciones de productos básicos expirará en junio como estaba previsto, duplicando los esfuerzos del gobierno para acelerar los envíos al exterior y aumentar la oferta de dólares en el mercado local.
Entradas de dólares: El mercado cambiario se reabrió a los inversores extranjeros dispuestos a comprometer capital durante al menos seis meses, incluso cuando los inversores locales siguen restringidos.
Flujos vs. Fundamentos
Los inversores recibieron la noticia de Milei. El tipo de cambio oficial para finales de abril se ha fortalecido a 1.114 pesos por dólar en el mercado de futuros, desde 1.200 hace apenas dos semanas. Los operadores ahora ven los 1.000 no como un mínimo, sino como la siguiente parada.
“Quienes dijeron que habría una devaluación esta semana deberían disculparse”, dijo el lunes el ministro de Economía, Luis Caputo, en una publicación en X, promocionando el desempeño mejor de lo esperado del peso.
Pero lo que a primera vista podría parecer una victoria contundente del gobierno sobre los especuladores devaluadores podría terminar siendo un caso clásico de ganancias a corto plazo y sufrimiento a largo plazo, según algunos economistas. Esto se debe a que cada año en Argentina el flujo de dólares se desacelera en el segundo semestre, ya que los exportadores de cultivos retoman la siembra en lugar de exportar sus cosechas.
El peso argentino está ahora en su nivel más alto, ajustado a la inflación, desde que la ex presidenta Cristina Kirchner impuso engorrosos controles cambiarios hace 10 años para evitar una devaluación.
Los flujos financieros —nuevos fondos del FMI, exportaciones agrícolas— que sustentan el peso hoy son evidentes. Pero los verdaderos fundamentos económicos a largo plazo —crecimiento del empleo, inversión extranjera, gasto de capital— son menos tangibles a medida que el país emerge de los dos últimos años de contracción del producto interno bruto.
“Hoy en día, la apreciación del peso está impulsada por los flujos financieros”, afirmó Guido Sandleris, profesor de la Universidad Johns Hopkins y exdirector del Banco Central de Argentina entre 2018 y 2019. “Pero este tipo de cambio más apreciado, que surge de un mercado libre, podría no ser compatible con los fundamentos reales que hacen sostenible la cuenta corriente”.
Nubes por delante para el peso argentino
La fortaleza del peso argentino probablemente traerá beneficios políticos a corto plazo al gobierno en un año de elecciones intermedias, al mantener bajos los aumentos de precios, un indicador clave de la popularidad de Milei. Sin embargo, los analistas afirman que el presidente libertario también debería aprovechar el momento para aumentar las escasas reservas de divisas del banco central y así amortiguar la volatilidad cambiaria futura.
“El banco central debería empezar a acumular reservas pronto, sobre todo con la fortaleza del peso”, declaró en una entrevista Alejandro Cuadrado, director de estrategia cambiaria para América Latina de BBVA en Nueva York. “Existen objetivos ambiciosos para la acumulación de reservas, y podría ser más prudente comprar ahora que en el segundo semestre, cuando las entradas de capital podrían desacelerarse”.
El gobierno debe acumular 4.000 millones de dólares en reservas netas para finales de año y pagar la misma cantidad en vencimientos de deuda e intereses en julio para cumplir con su programa con el FMI. En el ámbito externo, una ola de ventas sostenida en el mercado global podría ejercer mayor presión sobre la moneda.
Un mercado cambiario equilibrado no será suficiente, según Juan Manuel Pazos, economista jefe de la casa de bolsa one618, con sede en Buenos Aires. “El programa necesita un tipo de cambio tan alto que la oferta supere la demanda en 8.000 millones de dólares para fin de año”, dijo.
Los dólares agrícolas, que fluyeron con fuerza en el segundo trimestre, podrían agotarse en julio y el capital extranjero podría revertirse una vez que expire el compromiso de mantenerlo en el país durante seis meses.
Por ahora, los inversores están de acuerdo. Pero los riesgos para el plan de Milei no han desaparecido.