“Probablemente no existen en el mundo dos países tan diferentes como México y Estados Unidos que vivan lado a lado”: Alan Riding.
El nombre de esta columna está tomado del libro de Alan Riding Vecinos distantes. Un retrato de los mexicanos, publicado en 1985, que fue el primer esfuerzo por explicar a una audiencia universal la complejidad de la cultura mexicana, sus matices, su carácter sibilino, su elasticidad inmoral y lo diferente que somos de Estados Unidos. El libro de Riding, un agudo periodista británico que fue corresponsal del The New York Times por medio siglo, comenzaba con esta afirmación: “Probablemente no existen en el mundo dos países tan diferentes como México y Estados Unidos que vivan lado a lado”.
Muchas de esas diferencias se fueron achicando por la integración económica, pero los recelos, por la naturaleza de sus experiencias, se mantienen prácticamente intactos. El libro de Riding viene a la memoria porque ayer, por primera vez, la presidenta Claudia Sheinbaum habló con Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos. No podía haber sido una plática de vecinos más distantes, más allá de enmarcarse en una historia bilateral compleja, sino porque, además, son la antítesis uno del otro.
Sheinbaum se encuentra demasiado lejos de él. Educada en la Universidad de California en Berkeley, epicentro de resistencia y protesta, cuna del movimiento de la libertad de expresión, con origen judío y mujer. Trump, racista, misógino e hipermachista, es tan altanero como grosero. Trump no tiene filtros, como lo prueba su memorable animosidad con la excanciller federal de Alemania Angela Markel, que en algún momento lo comparó –sin que hasta hoy se sepa si entendió– con Adolfo Hitler. En todo caso, Trump le dijo “estúpida” durante una llamada telefónica, y con sus asesores se refería a ella como “la perra Merkel”. Sheinbaum también es grosera en privado, intolerante y con un fuerte temperamento, sin saberse hasta dónde pudiera llegar ante uno de ese tipo de arrebatos de Trump. Por lo pronto, de saque, Sheinbaum dijo que su conversación fue “cordial”.
Había anticipado que buscaría hablar sobre la agenda bilateral, pero aunque lo haya hecho, habrán sido generalidades porque el tiempo no permite profundizar. Lo que sabemos de antemano es que la Presidenta discrepa de los dichos de Trump sobre la poca cooperación de México en materia migratoria, y minimiza –o esconde de esa manera su temor– que, tal como lo haya advertido, imponga aranceles descomunales a los productos mexicanos. Cómo vendrá la mano de Trump a partir del 20 de enero próximo, no lo sabemos, pero la posibilidad de una pesadilla está traducida en un documento de 922 páginas que es el punto de partida del nuevo gobierno, elaborado por la Fundación Heritage, un tanque de pensamiento ultraconservador que en los 80, durante la administración Reagan, produjo materiales incendiarios e intervencionistas contra México.
La hoja de ruta se llama Proyecto 2025, del cual Trump aseguró durante su campaña que no tenía vinculaciones con los autores del documento. Sin embargo, la cadena de televisión CNN encontró que al menos 140 personas que trabajaron en lo que llamaron ‘Mandato para el Liderazgo’ habían sido funcionarios en su gobierno. Kevin Roberts, el presidente de la Fundación Heritage, que trabajó en el equipo de transición de Trump en 2016 y fue uno de los principales promotores para descarrilar la elección presidencial en 2020, ha descrito públicamente a esta organización ultraconservadora como un instrumento para “institucionalizar el trumpismo”.
El Proyecto 2025 establece una serie de políticas públicas que reestructuran radicalmente al gobierno y proponen derogación de leyes y aprobación de nuevas en varios campos, como la inmigración y el asilo. Apunta como objetivos del endurecimiento de sus acciones a comunidades de inmigrantes, donde plantea redadas y deportaciones masivas, terminar con el otorgamiento de la ciudadanía por nacimiento –para evitar que inmigrantes indocumentados puedan tener un pie legal en Estados Unidos–, retomar la separación de las familias –que se suspendió en el gobierno de Joe Biden por su crueldad y violación de derechos humanos– y desmantelar el sistema de asilo.
Trump tocó todos estos puntos en sus mítines y entrevistas durante la campaña. En el campo de las redadas, quiere reducir las limitaciones que tienen las autoridades para detener a quien consideren, tan subjetivo como se oye, a quienes les parezcan migrantes, llevarlos a centros de detención (que recuerdan los campos de concentración contra japoneses en la Segunda Guerra Mundial) que han sido propuestos en el Proyecto 2025, y deportar un millón de migrantes por año, lo que ha generado preocupación en ambos países; allá por el impacto que tendría en la economía y en la fuerza laboral (40 por ciento de la mano de obra es extranjera), y aquí por la incapacidad para recibir tal cantidad de deportados.
Trump quiere reforzar la seguridad en la frontera con México y terminar la construcción de un muro, que frene la migración y el tráfico de drogas, así como restablecer el programa Permanecer en México, para que este país sirva, como en la primera parte del gobierno obradorista, como estación de paso de miles de migrantes mientras se procesan sus solicitudes de asilo. El Proyecto 2025 propone adicionalmente restringir las visas temporales H-2 para trabajadores agrícolas, que tendrían un fuerte impacto en México.
Con el Senado y el Congreso controlados por los republicanos, la fuerza que tendrá Trump para implementar sus reformas y enmiendas será la más fuerte que haya tenido un presidente estadounidense en 20 años, aunque la última vez se utilizó para la guerra contra el terrorismo. Hoy es México.
La migración y una frontera segura es alta prioridad para Trump, quien, en concordancia con sus advertencias de campaña, declaró ayer en una entrevista con la cadena de televisión NBC –que apostó por la candidata perdedora, Kamala Harris– que entre las primeras acciones que tomará al asumir la jefatura de la Casa Blanca, será reconstruir una frontera fuerte y poderosa que impida la inmigración y el narcotráfico.
Sheinbaum no podrá decirse sorprendida, porque Trump no la está engañando. Ser cordial no cambia las cosas. La mano dura contra México está sobre la mesa y en semanas comenzará a golpear. Tiene 12 semanas para prepararse a lo que viene.