En casa, la oficina, la universidad y hasta en los laboratorios: todos los microondas, sin importar donde se encuentren, están llenos de microbios. Así lo ha demostrado un equipo de investigadores de la Universidad de Valencia en España, que confirmó que dentro de este electrodoméstico existen cepas de bacterias ultrarresistentes conocidas como organismos extremófilos, capaces de sobrevivir y prosperar en los entornos más duros, desde las centrales nucleares hasta el hielo antártico bajo cero, pasando por este aparato común que se utiliza día a día con regularidad. De esta manera se derrumba la creencia común de que la radiación que emiten cuando se usan, calienta y mata por completo a las bacterias.
Inventado en 1945 y popularizado a finales de los años 70, el horno de microondas es un indispensable en la mayoría de hogares y oficinas que durante décadas se ha considerado un lugar libre de bacterias. En teoría, aunque se colaran bacterias en los tuppers o empaques, el proceso de calentamiento de los alimentos tendría que eliminarlas. Para poner a prueba esta creencia, el equipo de Manuel Porcar, doctor en Biología, ingeniero agrícola y coautor del estudio, tomó muestras en 30 hornos, 10 de cada uno en tres fuentes esenciales donde se utiliza este aparato: casas —incluida la del investigador—, comedores de empresas o universidades y laboratorios científicos. “Al contrario de lo que se podría pensar, el microondas no es un hábitat estéril en el que, por pulsar un botón, desaparecen los microorganismos. El calor que emiten no tiene un efecto destructor”, explica.
Porcar, vinculado al Instituto de Biología Integrativa de Sistemas I2SysBio (Universitat de València-CSIC), conforma junto con sus colegas un equipo que estudia las comunidades microbianas de sitios exóticos y poco estudiados, como las bacterias de los chicles, estudio que le valió el premio Ig Nobel a las investigaciones insólitas. Y este no es el primer electrodoméstico que ponen a examen. En investigaciones anteriores analizaron lavavajillas y cafeteras, donde confirmaron también la presencia de estos microorganismos. Sin embargo, esta es la primera vez que se investiga el microbioma propio del horno de microondas.
Los microbios encontrados variaban según el entorno estudiado. En los hornos más limpios, los del laboratorio, no había las bacterias típicas de la cocina, sino que encontraron algunas ambientales que están especialmente adaptadas a la radiación, como es el caso de Deinococcus que la soporta incluso en grandes cantidades como la de una central nuclear. En los de uso doméstico se encontraron bacterias típicamente presentes en la piel humana. Y en los microondas compartidos en oficinas o universidades, predominaban las bacterias asociadas con los alimentos: “Es evidente que en los de las oficinas haya más de estos microorganismos, considerando el uso exagerado respecto al de una casa”, dice Porcar.
La investigación, publicada en Frontiers in Microbiology, exhibe la presencia de una sorprendente diversidad de microbios en este electrodoméstico, dominada por 101 géneros distintos, como Bacillus, Micrococcus, Staphyloccus, Bachybacterium, Paracoccus y Priesta. La mayoría son inofensivas para el ser humano. Sin embargo, destacan dos relacionados con enfermedades: Klebsiella y Brevundinomas. Las primeras pueden desarrollar una extraña neumonía, mientras que la otra detona artritis reactiva. También aparecieron dos que causan enfermedades transmitidas por alimentos como Escherichia coli —que puede causar infecciones y diarreas— y Salmonella, que puede llevar a la enfermedad de nombre común salmonela, que ataca al tubo intestinal.
¿Qué hacer para combatir a estos microorganismos?
El estudio no busca alarmar sobre el uso de microondas, pero sí invita a reconsiderar la idea de que estos dispositivos están libres de gérmenes. Los investigadores recomiendan una limpieza regular de los microondas para minimizar la acumulación de bacterias. “No hace falta un arsenal”, asegura Porcar, “limpiar regularmente con los productos convencionales de limpieza de cocina es más que suficiente”.
El equipo sugiere que las cepas extremófilas que encontraron podrían tener aplicaciones biotecnológicas. Estos organismos han ganado popularidad en los últimos años y los expertos los consideran la forma de vida más probable en otros planetas debido a su increíble habilidad de adaptación. Porcar dice que el siguiente paso es investigar cómo el uso de microondas podría afectar a estas bacterias con el tiempo. Pero para el público en general, las implicaciones del estudio son más simples. Un microondas no es un entorno estéril, pero tampoco uno al que deba temerse.