Virginia Tovar abrió camino contra la adversidad

La árbitro recordó los retos que afrontó para sobresalir en la esfera del futbol profesional.

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Jamás renunció a su sueño, por mucho que los hombres le dijeran que era imposible. Virginia Tovar (Guadalajara, 1968) será siempre la primera mujer en silbar un partido de Primera División en México. Aquel Irapuato contra América de 2004 estuvo rodeado de flores, polémica y un insulto que jamás le dijeron de frente.

-¿Qué tanta dificultad tuvo para ser árbitro?

Varias. Muchos de mis compañeros me decían loca por querer llegar a Primera División y yo pensaba que les ganaba en lo físico, que sabía mejor el reglamento y tenía más carácter, ¿cómo no iba a poder?

-Es que eran otros tiempos.

Pues sí, más complicados. Me da gusto por Katia Itzel García, que va a pitar ahora. Lo importante es la confianza, porque yo tenía 56 partidos de Segunda División y sabía de mi capacidad. En total pité cuatro oficiales y tres de otros torneos. Muchos años después, Arturo Yamasaki, quien era el presidente de la comisión de árbitros, me confesó que pudo darme más partidos, ¿pero ya para qué? en su momento debió hacerlo.

-¿Cómo recuerda aquel Irapuato contra América?

Como historia pura. Pável Pardo me regaló un ramo de flores antes del partido. Mi hijo cumplía un año y ya tenía la fiesta planeada, pero me avisaron del debut y tuve que posponer todo. En realidad, nunca estuve emocionada, sino con coraje…

-¿Coraje por el debut?

Es que me habían dado un partido 15 días atrás, Tigres contra Irapuato y la directiva de los norteños protestó que me quitaran porque era mujer, entonces tenía un coraje trabado. Después me dieron el Irapuato contra América y estaba tranquila, sin presión, sólo con rabia de demostrarles que podía hacerlo bien.

-¿Es verdad que Cuauhtémoc Blanco la mandó a lavar trastes?

De frente nunca. Él estaba ofuscado, le traté de tomar del brazo para que se calmara y me gritó que no lo tocara. Al silbatazo final corrió hacía mí, pero lo detuvieron. En mi cara nunca me insultó, ya después si lo dijo en la prensa o en un programa con Angélica Vale haciendo parodia, es otra cosa.

-Si todo iba bien para usted, ¿en qué momento se torció el camino?

Cuando llegó Aarón Padilla a la comisión de árbitros me bloqueó mandándome a Tercera División. Nunca me dio razones, quizá era machista. Muchos hombres durante mi carrera me quisieron meter el pie. Entonces llegó el fin, en 2008 ya no podía porque descuidaba a mi hijo, lo dejaba acostado en el pasto junto a la cancha en lo que entrenaba y le daba de comer hasta las siete de la noche, fue cuando decidí que no más. Entré a la oficina de Aarón Padilla y le grité que ya no lo soportaba, y lo dejé. Nadie se enteró cuando me fui, me dieron un partido de Segunda División. Ya cuando cayeron en cuenta, me hicieron la despedida en un América contra Morelia.

-¿Entonces nunca hubo un trato especial para usted?

Para nada. Incluso, los vestuarios siempre los compartí. Normalmente hay una oficina que antecede a las regaderas. Esperaba a que mis compañeros acabarán y entraba yo, ellos muy amables me esperaban afuera, en eso no puedo quejarme.

-¿Jamás se sintió incómoda?

Una vez, con el árbitro Paul Delgadillo. Le pedí que saliera para poder vestirme, me dijo que no, que no perdería la oportunidad de verme y lo insulté, pero como es mi carácter le demostré que no me importaba. Así me duché y con mi malla y top mojados me puse mi ropa frente a él. Fue la única ocasión.

-¿No se arrepiente del camino que tomó?

Nunca, creo que lo hice bien. Siempre tuve un carácter fuerte y era enojona. Mi esposo era árbitro en Segunda División, entonces me comprendía, hasta que nos separamos seis meses después de mi debut. Al principio quería ser entrenadora, pero el arbitraje me gustó más.

-Tampoco es que haya muchas mujeres entrenando.

Tienes razón, creo que es más difícil ese camino. Cuando dirigí en el Atlas, fui la primera maestra de Andrés Guardado, lo recuerdo chiquito y siempre zurdo, le pegaba maravilloso a la pelota, aunque con la derecha no era tan bueno. Luego cuando vi que ofrecían trabajos de entrenadora sin sueldo, supe que lo mejor era volverme árbitro, no me arrepiento del camino que tomó mi carrera.