Marcelo Ebrard Marcelo Ebrard en Washington (EE UU), en 2019. PATRICK SEMANSKY (AP)

Marcelo Ebrard ha definido su futuro inmediato, lo anunciará este lunes. De acuerdo a su primer círculo político, el excanciller está decidido a romper con Morena y apostar por la construcción de su propio movimiento, El camino de México, fundado hace un par de meses. La decisión es consecuencia de la inexistente respuesta a su impugnación de la encuesta de Morena que, pese a sus presiones, la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia ha decidido retrasar hasta diciembre, obligando al excanciller a decidir sin esperar al fallo. Ebrard ha exigido desde el inicio de su disputa interna que la dirigencia que encabeza Mario Delgado dé una disculpa pública y reconozca que hubo irregularidades en la encuesta que ungió a Claudia Sheinbaum para suceder al presidente, Andrés Manuel López Obrador.

Sus cercanos señalan a este diario que el excanciller ha decidido dejar Morena, pero no para irse como abanderado de Movimiento Ciudadano (MC), como lo advierte su ausencia en el registro como aspirante a la candidatura presidencial del partido naranja. Esa oportunidad venció el último minuto de este domingo. “Es una trampa. MC es peor”, califican a la invitación que el dirigente del partido naranja, Dante Delgado, hizo al excanciller.

El mensaje de ruptura de Ebrard estará sustentado, explican las mismas fuentes, en la falta de voluntad política por parte de Morena para reconocer que hubo desaseo y “graves” irregularidades en el proceso para elegir a Sheinbaum como candidata, principalmente en el levantamiento de la encuesta. Esto vuelve insostenible su permanencia en el partido, señala su primer círculo. Por ello ha decidido no ir con nadie y construir su propio movimiento. Como lo hizo en su momento López Obrador cuando en 2011 fundó Morena, primero como asociación civil, luego renunció al PRD y en 2014 logró el registro como partido político ante el Instituto Nacional Electoral.

El excanciller es un político veterano con muchas horas de vuelo, por eso sorprende que las últimas semanas se haya ido encerrando en un callejón sin aparente salida. Incluso aunque tuviera razón en que la encuesta que descarriló sus aspiraciones presidenciales tuviera las cartas marcadas, no hay político que se meta en esa refriega que no conozca las lógicas internas de un partido, sus límites y sus condiciones. Si los ciudadanos sabían que Claudia Sheinbaum sería la ganadora, ¿no lo sabía él? ¿No planeó una salida para cuando se anunciaron los resultados? Si fue la del berrinche, no le resultó. Para entonces todavía había tiempo de montar un partido político y reunir en él a sus huestes. No lo hizo. Hubo ocasión de echarse definitivamente en brazos de Movimiento Ciudadano, pero rehusó. Y pudo haberse quedado con un buen premio de consolación, una posibilidad que también se ha deshecho como un azucarillo.

“Ahora solo hay un silencio anticlimático. Marcelo está desdibujado”, dice el analista político Carlos Bravo Regidor. “Creo que apostó por negociar muy caro disciplinarse, pero ahora tiene enfrente a Morena, que le dice, sabes qué, ya no necesitamos negociar contigo, no tienes tantas fichas como parecía”. El espectáculo del pasado miércoles en el Congreso, con los ebrardistas prácticamente amotinados contra Morena por una enmienda a los presupuestos, parecía un ensayo general de esa posibilidad. Pero también ha descartado la permanencia en el partido, según las fuentes consultadas.

Ebrard jugó su última baza en Morena con una doble certeza: era su momento y además se lo debían, dos factores que en política pueden funcionar, o no. En 2011, entonces jefe de Gobierno en la Ciudad de México, Ebrard disputó la candidatura presidencial con Andrés Manuel López Obrador en el PRD y la perdió por la mínima. En lugar de dividir en dos el partido, alzó la mano de López Obrador, algo que el actual presidente no ha olvidado: le premió con la cancillería y en los últimos tiempos ha tenido palabras amables para él. Hasta esta semana, cuando una frase suya sonó muy agria: “Si no se piensa en el proyecto, si no se piensa en la nación, no sirve de nada un político, no es más que un oportunista, un convenenciero, un ambicioso vulgar”. Morena apretaba las tuercas y le cerraba una salida airosa del partido.

La pretensión del canciller de que Morena entonara un mea culpa y reconociera que la encuesta estuvo viciada era algo casi imposible, sería tanto como deslegitimar el resultado y a su candidata a la presidencia. Después de todo, las encuestadoras independientes ofrecieron resultados muy similares a la que levantó Morena, y en todos ellos, Sheinbaum ganó por varias cabezas. Entre los expertos no hubo muchas discrepancias: si hubo vicios, vinieron a decir, fueron anteriores al levantamiento de la encuesta. Y, sin embargo, Ebrard nunca abandonó el juego. Después de aquello, tampoco: varias veces repitió que esta era la ocasión, que pelearía por la presidencia en 2024.

Cuando más probable se le ofreció la posibilidad de dar el salto definitivo a Movimiento Ciudadano, cuyo líder esperó paciente los tiempos del aspirante a pesar de que sus correligionarios se estaban sublevando, Ebrard puso sus condiciones: de ningún modo iba a pasar de nuevo por unas primarias, encuestas o lo que fuera contra otro adversario. O era él o no era nadie. Pero ya Samuel García estaba calentando en la banda para salir al campo. Y aquella posibilidad se ha esfumado con los plazos oficiales para su registro.

En los últimos tiempos, a Ebrard no le faltaron novios. Le cortejó con ahínco Movimiento Ciudadano, pero también los opositores del Frente Amplio (PRI, PAN y PRD), a sabiendas de que el excanciller podría restarles un buen puñado de votos si se integraba en el partido naranja. Y también le mimó su propio partido, que no ahorró en halagos desde el mismo día en que se dieron a conocer los resultados de la encuesta que le descabalgó de la competición. Le pidieron que dejara las rencillas y abrazara la unión a cambio de una buena dosis de generosidad a negociar, pero probablemente al excanciller esa música ya le sonaba muy oída. Optó por la insubordinación. Cuando un marinero se amotina, debe asegurarse la victoria, porque la rendición no le evitará el castigo. La lealtad ciega sigue siendo un valor prominente en política.

“No puedo evitar acordarme del pasado cuando pienso en las últimas semanas de Ebrard”, dice Bravo Regidor. Trae a la memoria el caso de Manuel Camacho en 1994. Camacho se reveló ante la designación de Colosio, no se disciplinó, pero tenía algunas cartas, dice Bravo Regidor. Cuando asesinaron a Colosio, Camacho quedó marcado como el principal beneficiario de esa muerte, por tanto, el primer descartado para tomar el trágico relevo. Hay quien dice que fue el propio Camacho quien le aconsejó a Ebrard, en su día, que dejara paso a López Obrador en 2011. Si alguien se lo recomendó de nuevo esta vez, no tuvo éxito.