Temprana judicialización electoral

Julio Hernández López | Astillero

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– ¿En riesgo el proceso?
– Bicorcholatismo adelantado
– A dos años de AMLO destapador

Han pasado dos años desde que el presidente Andrés Manuel López Obrador se asumió como destapador de corcholatas presidenciables: “…todos, todos tienen posibilidad, ahora sí que ya no hay tapados. Yo soy el destapador y mi corcholata favorita va a ser la del pueblo: esa es la regla, la gente va a decidir en su momento en forma libre, democrática…” (https://n9.cl/0iy5c ).

En aquel julio de 2021, en Tabasco, el titular del Poder Ejecutivo Federal enlistó sus primeros corcholatismos, varios de ellos ya desmontados de la marquesina gaseosa: Tatiana Clouthier está fuera del gabinete; Esteban Moctezuma Barragán sigue de embajador en Estados Unidos; Juan Ramón de la Fuente corre similar suerte diplomática poco electoral; Rocío Nahle suspira, pero por Veracruz, y los únicos supervivientes de aquella primera emisión de tapones metálicos de envases han sido Claudia Sheinbaum, llamada la favorita, y Marcelo Ebrard Casaubon, el ¿rebelde?

A aquella tanda fundacional no fueron incorporados el secretario Adán Augusto López Hernández (el supuesto caballo negro) ni el senador Ricardo Monreal, quien luchó largamente para aparecer, casi a última hora y tal vez sólo con perspectiva electoral chilanga, en una lista de seis a la que se agregaron las cartas de los partidos del Trabajo (Gerardo Fernández Noroña) y Verde Ecologista de México (Manuel Velasco).

Dos años de intenso cabalgar prelectoral. Madruguete a la oposición. Precampañas morenistas tan mal disfrazadas como bien aceitadas (sobre todo en el caso de los dos secretarios y la jefa de Gobierno). Narrativa favorable desde la mañanera. Cena en el restaurante El Mayor para establecer reglas, renuncia de los ocupantes de cargos y el arranque formal de lo que es, pero se dice que no es: pelear por una coordinación que en realidad es LA candidatura.

El despliegue en solitario de ese corcholatismo desbordado sobre el foro nacional no pudo ser resistido por los opositores, que habilitaron a trompicones un ejercicio de catadura similar para elegir también a un coordinador, con exposición prematura de sus aspirantes y una metodología de falsa ciudadanización y futuras encuestas que no ha resistido una mínima prueba de incertidumbre: todo está alineado a favor de Xóchitl Gálvez, como rápidamente lo develó el propio Presidente de la República.

(Ironía: el largo proceso morenista aún mantiene dudas respecto al ganador: sí, Claudia parece ser, pero Marcelo zigzaguea y pelea, y Adán Augusto a algunos les parece el realmente predilecto de Palacio, mientras los opositores, en su breve deambular, ya tienen predeterminada como ganadora a una emulación femenina del foxismo.)

El proceso simulatorio y sus eventuales consecuencias jurídicas, confirmatorias o descalificatorias ha sido asumido por ambas partes contendientes, sin que el mayor o menor tiempo de comisión de los actos irregulares signifique diferencia si de enjuiciar el tema se tratara. Y ya se está tratando: Movimiento Ciudadano ha presentado denuncias ante el Instituto Nacional Electoral por bardas, espectaculares, giras y apoyos federales al activismo corcholatero y el bando de Claudio X. está en la misma línea de impugnación. Morena ha hecho lo propio contra los movimientos del consorcio empresarial, partidista y mediático que dice ir por México. La judicialización ha comenzado.

El tema no es menor, aunque en estos momentos de luces de artificio más brillantes pareciera de eventual impacto a largo plazo. Cabría preguntarse si en este bicorcholatismo trotante se han cometido y se irán cometiendo violaciones sustanciales al proceso electoral y si algunos de los contendientes, ya viéndose perdido, se aferrará a intentar el descarrile por la vía del INE y el tribunal electoral (copados, ciertamente, pero aún susceptibles de variaciones decisorias conforme los poderes en pugna presionen). ¡Hasta mañana!

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