La mordedura de un perro puede tener consecuencias físicas y psicológicas. DORA POPIĆ (GETTY IMAGES)

El perro se ha considerado desde siempre el mejor amigo del hombre, es el animal preferido de muchos y la mascota más común. En España hay más de 9 millones de perros registrados como animal de compañía, según los datos de 2021 de la Asociación Nacional de Fabricantes de Alimentos de Animales de Compañía. Sin embargo, un can agresivo puede suponer un problema para su dueño o para la persona que tenga un conflicto con él. La revista Scientific Reports publica este jueves un artículo que sostiene que los días con las temperaturas más altas y mayor radiación ultravioleta (UV) aumenta la probabilidad de que un perro muerda a una persona.

En el estudio han analizado datos de mordeduras de perro en ocho ciudades estadounidenses entre 2009 y 2018, con casi 70.000 mordeduras reportadas. La incidencia de mordeduras aumentó un 4% los días de más calor, un 11% cuando la radiación UV era más alta y un 3% cuando se elevaban los niveles de ozono, afirman los autores. La relación entre temperaturas altas y agresividad ya se había comprobado en humanos, macacos Rhesus, ratones y ratas.

Aunque no han establecido la causalidad, Clas Linnman, autor principal del trabajo, sostiene que la explicación podría encontrarse en el estrés que supone para estos animales el calor. También apunta que puede influir el comportamiento de los humanos hacia estos animales. Stefania Pineda, especialista en comportamiento animal y profesora de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), que no ha participado en la investigación, está de acuerdo con Linnman. Añade que, además, con el calor la gente sale más a la calle y quiere interactuar con los perros, lo que puede estresarlos más y acabar en un ataque. “El estrés calórico les causa ansiedad y se traduce en agresividad”, afirma.

En cuanto a la radiación UV, aunque las causas no están del todo establecidas, Linnman cita varias investigaciones que indican que los rayos ultravioleta influyen en el volumen de dopamina del cuerpo estriado del cerebro (involucrado en funciones cognitivas y la regulación del movimiento). “Puede haber un vínculo con la sensibilidad de los sistemas de recompensa a las acciones a corto plazo”, explica el investigador.

Pineda, profesora de la UCM, expone que la agresividad está regulada por la serotonina y la dopamina. Si se demuestra que la radiación UV reduce los niveles de dopamina, eso produciría signos de ansiedad, que se pueden traducir en agresividad, desarrolla la etóloga.

En el estudio, los investigadores también observaron que los fines de semana hay menos incidencia de mordeduras. Linnman lo achaca a que tanto los perros como las personas están más relajados y tienen más tiempo para interactuar tranquilamente. Entre semana las mascotas pasan mucho tiempo solas y se pueden aburrir, lo que puede causar estrés a estos animales. Los fines de semana, generalmente, pasan más tiempo con sus dueños, hacen actividades diferentes y se relajan, explica la profesora de la UCM.

¿Por qué muerde un perro?
Uno de los límites que señalan los autores de la investigación es que en los registros consultados no había datos sobre el perro (raza, género, estado de castración o esterilización) ni sobre la víctima (gravedad del ataque, edad, género, familiaridad con el animal o interacciones previas al incidente). Pero la raza no influye en el riesgo de mordedura, señala Pineda: “Muchas veces, la agresividad es más común en perros pequeños que en perros grandes”. Además, recalca que faltan datos sobre estos incidentes, porque cuando el ataque es de un perro pequeño no se suele buscar atención médica.

La mordedura de un perro puede tener consecuencias, como lesiones físicas, infecciones e incluso la transmisión de enfermedades zoonóticas que pueden ser mortales, incluyendo la rabia, dice Mónica Boada, veterinaria e investigadora predoctoral en la Facultad de Psicología de la UCM, que tampoco está relacionada con el estudio. Además de que puede afectar psicológicamente a la víctima, añade Pineda.

La peligrosidad de la mordedura del can depende de su tamaño, asevera la etóloga. Si la raza es pequeña, hay riesgo de mordisco, pero la herida no será comparable a la que pueda hacer, por ejemplo, un rottweiler, indica. El perro grande tiene las mandíbulas más desarrolladas, unos dientes más fuertes y más musculatura en el cuello. Todo esto hace que cuando muerda, mantenga la boca cerrada y se produzca un desgarro. Si el animal es de raza pequeña, muerde y suelta, por lo que la herida será más leve, concluye Pineda.

“Los humanos leemos muy mal a los animales, no entendemos su lenguaje”
Stefania Pineda, especialista en comportamiento animal y profesora de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid
Cuando se produce un incidente así, la víctima suele conocer al animal: “No solemos interactuar con perros desconocidos, por lo que los riesgos son mayores con los de la familia o amigos”, asevera Linnman, investigador principal del trabajo. Además, no suelen atacar porque sí. Normalmente, es una señal de que algo más ocurre. Se debe descartar que haya alguna patología y, si es un problema de conducta, contactar con un especialista en comportamiento animal para que trabaje con la mascota, indican las dos expertas de la UCM. También pueden ser posesivos y morder si se les intenta quitar comida o un juguete que están protegiendo, según la etóloga.

Antes de morder, el perro avisa, pero “los humanos leemos muy mal a los animales, no entendemos su lenguaje”, destaca la profesora de la UCM. Algunas señales que hay que tener en cuenta es que puede mostrarse tenso, con el pelo erizado o mostrar los dientes, expone Boada, investigadora de la UCM. “Después de las señales viene el gruñido y luego el mordisco”, comenta Pineda.