En el salón de Susana GO, se escuchan los martillazos que llegan de la habitación contigua. Los pisos de parqué, al otro lado, están cubiertos de plástico mientras un operario y una artista montan la exposición que ella inaugurará al día siguiente. Susana GO compartimentó hace casi una década su casa para que cupieran allí también su estudio y un espacio de exposición que llamó Estudio Marte; lo inauguró en el primer piso de una construcción de ladrillo gastado en la colonia Santa María la Ribera, en el norte de Ciudad de México. Esta colonia y la San Rafael, a pocas cuadras, comenzaron a acoger hace años a creadores, galeristas y curadores; hoy, en esa zona, el arte bulle.

La Santa María y la San Rafael forman un rectángulo al norte del Paseo de la Reforma. Son 15 cuadras de largo por 10 de ancho que se atraviesan andando, de un extremo al otro, en poco más de media hora. Hoy hay allí galerías internacionales, como la Hilario Galguera, que abrió a mediados de los noventa y se instaló definitivamente en 2006, o estudios de artistas consagrados, como Bosco Sodi. Pero hay, sobre todo, talleres de artistas emergentes y de creadores con carreras medianas; espacios independientes, como las galerías El Palmar o Acapulco 62, e iniciativas autogestivas, como Espacio Toloache, un pequeño local que abrió hace cinco meses en un plaza comercial y vende la obra de artistas “que están empezando” sin cobrarles comisión. Hay, además, un ecosistema de museos, como El Chopo o El Eco, concebido por Mathias Goeritz; casas de la cultura y teatros.

Adrián Barona, fundador de Espacio Toloache.
NAYELI CRUZ

Pero no siempre ha sido así. Hubo un tiempo, recuerda Susana GO (Ciudad de México, 44 años), en el que no se sentía la misma efervescencia. La artista y curadora cuenta que una vez, hace no tanto, ella y sus colegas quisieron hacer en la Santa María una muestra con artistas vinculados al barrio y no hubo dónde. Era 2015 y al final montaron la exposición en una casa que les prestaron en otra zona. “Nadie tenía un espacio, no había galerías, no había proyectos, no había nada”, dice. En el salón de su casa-taller-sala de exposición, la luz entra filtrada por chapa traslúcida del techo. Cuando abrió Estudio Marte, propuso repetir la muestra y reunió allí a 33 artistas.

Años antes, ya se había instalado en la San Rafael la Hilario Galguera. Sus fundadores, Hilario Galguera y Rosa María Ortega, la abrieron por primera vez en los años noventa en la misma casona donde se encuentra ahora. La cerraron y la volvieron a abrir en 2006 con una exposición del artista británico Damien Hirst. “Fue un éxito y obviamente había posibilidades de mover la galería a cualquier otro lugar. Me acuerdo de que algunas personas me decían que me fuera a Polanco. A mí no me interesaba”, cuenta Galguera por videoconferencia desde Londres. La galería representa hoy a artistas nacionales e internacionales y opera desde el año pasado también en Madrid.

Galguera (Ciudad de México, 66 años) se reconoce como uno de los primeros en llegar: “Ha sido una cosa muy gradual, no ha sido una cosa explosiva”. Uno de los últimos en abrir su estudio en la zona ha sido Bosco Sodi, uno de los artistas mexicanos con más proyección internacional. Su espacio, diseñado por el arquitecto Alberto Kalach, se ubica técnicamente en la colonia Atlampa, a pocos metros del límite con la Santa María. Galguera cree que la presencia de artistas en estas colonias “contribuye a mejorar el estado de las cosas”. “Sobre todo en estos momentos en donde el Estado ha dinamitado la infraestructura cultural”, opina.

Donde están-sucediendo-cosas
El Gobierno de la capital identifica una veintena de estos espacios en esa parte de la ciudad. A esa cifra hay que restar los que ya cerraron y sumar los que no aparecen aún: espacios underground que pasan inadvertidos en los registros; pop-ups que se arman para exposiciones concretas y luego desaparecen o iniciativas híbridas, como cafeterías que prestan salas para exposiciones –Café don Porfirio–; imprentas que comparten su bodega con curadores –ZClub–; o emisoras que promueven el trabajo de artistas –Radio Nopal–. Ese movimiento y esa diversidad crean la sensación de que allí están-sucediendo-cosas.

Ileana Magoda (Ciudad de México, 37 años), que empezó a pintar hace menos de tres años, convive rodeada de otros artistas en la San Rafael. Habita con su esposo, Alexander Grawoig –músico y también pintor–, una casa silenciosa de tres pisos al fondo de una privada. Allí tiene su estudio, donde ahora cuelgan lienzos con columnas vertebrales que se enroscan sobre sí mismas entre colores pastel. En la misma calle, residen más creadores. Un día, uno de sus vecinos, que tiene una cafetería, la vio pintar en su estudio y la invitó a exponer su obra en el local. “Se siente comunidad”, dice.

La artista Ileana Magoda en su estudio en la colonia San Rafael.
NAYELI CRUZ

Afuera de la privada, la dinámica es similar: “Los de Radio Nopal son mis amigos; ellos empezaron a abrir el espacio para hacer exposiciones y promover artistas. Todos los de la calle conocen El Palmar, que tiene estudios y una galería; el dueño, que es artista, sale a tomar su cafecito y platica sobre el lugar. La puerta de al lado es una imprenta y una galería. Ellos hacían tours con un restaurante que estaba aquí en la esquina”. Aunque ella no se mudó allí para estar entre artistas, así ocurrió.

Dos colonias céntricas y aún “accesibles”
El antropólogo José Ignacio Lanzagorta identifica el momento en el que estas dos colonias empezaron a recibir artistas hace unos 20 años. Su llegada se dio “casi en simultáneo” en ambas y representó una “avanzada gentrificadora”. “Se ve la misma tendencia exploradora de las clases medias con capital cultural de encontrar un lugar en el centro de la ciudad”, dice el antropólogo. Es una tendencia que se repite, con sus variantes, en diferentes capitales: “¿Por qué queremos regresar al centro de las ciudades? Porque hay cosas. Está el metro, las calles son más bonitas, hay árboles, la arquitectura es más interesante…”

Los artistas, galeristas y curadores con los que conversó EL PAÍS para este reportaje –una decena– coinciden en que estas dos colonias son atractivas por dos razones principalmente: la cercanía con el centro de la ciudad, donde se consiguen muchos de los materiales que necesitan y donde hay una infraestructura de transporte buena, y los precios aún “accesibles” de viviendas amplias. Lanzagorta agrega que existe un “relato nostálgico”, sobre todo, acerca de la Santa María. “Se construye un imaginario que dice que si tienes cierta sensibilidad artística, histórica o cultural tienes que estar ahí”, explica.

Santa María la Ribera y San Rafael

“Donde los artistas estén es mucho más sencillo tejer redes”, dice Cynthia Yee (Chihuahua, 41 años). Ella tenía su estudio cerca del Estadio Azteca, al sur, en la alcaldía Coyoacán, y se mudó a la San Rafael hace 15 años. “Era muy difícil llevar a la gente para allá, y ahora acá es muy casual”, señala. “Creo que ya se está corriendo esa voz. Como antes era la Condesa, ahora la Santa María y San Rafael son una referencia”, dice la artista, que continúa: “La Condesa era lo que estaba cool cuando empecé a estudiar, pero los espacios independientes ya no están allí por las rentas caras y porque simplemente se deshace un halo”.

Algunas de las galerías de renombre, sin embargo, siguen estando en colonias como la Roma –OMR o Travesía Cuatro–, la San Miguel Chapultepec –Kurimanzutto– o Polanco –Proyectos Monclova–. Los compradores también, coinciden algunos de los entrevistados. En 2021, la feria de arte emergente Material, que se celebra cada año durante la Semana del Arte en Ciudad de México, se trasladó a la colonia Atlampa, a solo unos pasos de Santa María la Ribera. Algunos de los espacios que funcionan en esta zona fueron incluidos en el programa, pero aseguran que apenas recibieron vistas. Este año Material regresó al otro lado del Paseo de la Reforma.

Cynthia Yee, artista visual, en su estudio de la colonia San Rafael.
AGGI GARDUÑO

Lanzagorta avisa que “todavía falta” que avance la gentrificación y que “hoy es más fácil” que ocurra en la San Rafael que en la Santa María. Una de las razones, dice, es la gran presencia de vivienda popular en la segunda. El antropólogo explica que, aunque ambas colonias suelen ser vistas como “un paquete”, cada una partió de “proyectos urbanísticos diferenciados” y recorrió trayectorias propias. “Todas las colonias centrales de Ciudad de México pierden densidad en el siglo XX. La gran diferencia es que mientras que la San Rafael nunca deja de ser una colonia activa –es una zona de teatros y el corazón de la actividad sindical–, la Santa María pierde actividad y no vuelve a ser una colonia central; apenas ahorita está retomando vuelo”, señala.

En 15 años, Yee ha visto los precios de los alquileres crecer hasta desplazar, incluso, a algunos de sus colegas. Según sus cálculos, la casa que ahora alquila y que también usa como taller –un ático minimalista con ventanas de hierro, chimenea y terrazas con vistas a la cúpula de una iglesia–, le hubiese costado la mitad hace 10 años. La artista es consciente de cómo ocurren los procesos de gentrificación. “No es nuestra culpa existir, pero si tenemos una responsabilidad con el entorno”, reconoce. “Todavía es una gran pregunta. Tener información y ser consciente del rol que estás jugando es un buen punto de partida”, opina, y agrega: “Producir, en donde sea, es político”.

Menos arte, más diversión
En este ecosistema que se ha ido formando hay un espacio especialmente singular en el tercer piso de una preparatoria. Allí llegó en 2015 Marcos González, conocido en el medio como Foreman (Ciudad de México, 32 años). Los salones del último piso de la escuela estaban vacíos de alumnos y llenos de sillas. Foreman armó en una de esas habitaciones su estudio y estuvo relativamente solo hasta 2019, cuando empezaron a llegar más artistas.

Los artistas Taka Fernández y Foreman junto al dueño de la escuela, Martín Villa.
RODRIGO OROPEZA

“La idea siempre fue hacer proyectos de compas. No hay contratos y cosas súper serias, sino que es banda de confianza, de diferentes generaciones y disciplinas”, cuenta Foreman. El dueño de la escuela, Martín Villa, asegura que la presencia de los artistas permitió que la institución, que lleva más de 50 años en el barrio, “no tronara” durante la pandemia. En total, son una veintena de creadores y cada uno paga alquileres que van desde los 3.000 hasta los 5.000 pesos. “Los estudiantes tienen prohibido subir a no ser que haya alguna actividad”, señala Villa, que ha visto cómo el interés de los alumnos por el arte y el diseño ha crecido en los últimos años.

Francisco Taka Fernández (Ciudad de México, 56 años), que además de artista es vecino de la colonia, abrió ahí su estudio después de que Foreman lo introdujera al espacio. Los dos se habían conocido en la exposición que se organizó en Espacio Marte con artistas del barrio, esa que tanto costó armar porque no había dónde. “Yo vi toda la transformación de Santa María”, cuenta el artista, que acaba de volver de exponer en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. También ha visto la transformación de la escena en general: “Hay más apertura y más oportunidades. Antes tenías que seguir una ruta más o menos establecida de galerías y casas de la cultura, y ahora no. Ahora puedes exponer en tu casa”.

Foreman y Taka Fernández conversan en el taller del segundo, uno en una silla y otro en un banquito tan bajo que las rodillas dobladas le tocan el pecho. Han puesto una cafetera y Fernández prende un cigarro. Del otro lado del pasillo, donde está el taller de Foreman, se escuchan los ruidos de una obra cercana. “Tac-tac-tac-tac”, imita el artista, y cuenta: “Eso antes nos pasaba. Van a hacer un estudio de televisión y cine”. Él, dice, llegó “buscando la manera de hacer algo diferente fuera de las galerías” y se encontró, de pronto, “en la zona caliente del arte”. “Es un fenómeno divertido, pero también hay que asimilarlo y cuidarlo y mantenerlo para la banda”, dice. En la pared pintó un recordatorio en neón: “Mucho arte, poca diversión”.

Taka Fernández frente a una de sus obras.
RODRIGO OROPEZA