Un grupo de turistas frente a la pirámide de Chichén Itzá, en Yucatán (México). ARTUR WIDAK (GETTY IMAGES)

La comunidad indígena de Chichén Itzá ya se cansó. Cientos de personas han bloqueado este lunes con llantas y piedras el acceso a la ciudad maya para pedir la destitución de Marco Antonio Santos Ramírez, director de la zona arqueológica desde 2014. Le consideran responsable de todos sus males: los comerciantes no pueden vender sus artesanías, a los guías turísticos les deniegan la entrada y los campesinos no pueden sembrar en tierras que han sido históricamente suyas. El pasado 30 de diciembre, la administración de Chichén Itzá, en el Estado sureño de Yucatán, celebró la llegada de su visitante 2,5 millones de 2022, convirtiéndose en el enclave prehispánico más visitado de México este año. Sin embargo, su éxito no ha estado exento de problemas.

En la manifestación, liderada por las comunidades de Pisté, Xcalacoop y San Felipe Nuevo, un centenar de personas portaban pancartas que decían: “Chichén Itzá frena y reprime el desarrollo de las comunidades mayahablantes”, “no más robo y negocios corruptos del director de Chichén Itzá” y “no más abuso de autoridades contra guías turísticos”, según informaba La Jornada Maya. Pese a los altercados, José Arturo Chab Cárdenas, titular del Instituto Nacional de Antropología en Yucatán, informó de que la zona arqueológica seguirá abierta al público, aunque el instituto “será respetuoso de las manifestaciones”. Los organizadores de la protesta también han pedido su dimisión.

Arturo Ciau Puc, profesor en una escuela pública y secretario de Pueblos Indios del Comité Estatal de Cioac Yucatán, se ha convertido en la voz de estas protestas, y ha denunciado a Santos Ramírez de estar expulsando a diario a comerciantes que venden sus artesanías, a los campesinos de Ticimul, que limpiaban las pirámides de Chichén Itzá, y a los guías turísticos cuyo sustento depende de las visitas que ofrecen a los visitantes. El titular de la zona arqueológica se jacta de decir “que a él nadie lo puede mover de su cargo”, y, según los manifestantes, se extralimita en sus funciones y se apoya en la Guardia Nacional, encargada de la seguridad del sitio, para “amedrentar” a los vendedores, informa desde sus redes sociales.

Los campesinos de Xcalacoop, un pueblo ubicado a 12 minutos en coche al este de la ciudad maya, denuncian que fueron expulsados de su territorio por personal del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Además, según Geremias Cime Ciau, su territorio está invadido por los hoteles que se acumulan en la zona y los artesanos de Xcalacoop son “retirados de su propio ejido” por orden del director de la zona arqueológica. Existen grabaciones en las que el funcionario se expresa despectivamente sobre los indígenas. Los tres ejidos, Pisté, Xcalacoop y San Felipe Nuevo, que rodean a la zona arqueológica, se manifiestan para denunciar esta “mafia de funcionarios” que laboran en Chichén Itzá.

El viernes pasado, representantes de estas comunidades se sentaron en una mesa de diálogo con Cristóbal Alonso, representante del Gobierno Federal, y expusieron sus problemas y las medidas que deben tomarse para mejorar la convivencia. “Pero solo fuimos escuchados”, asegura Ciau, porque por lo demás, la capacidad de respuesta de las autoridades fue muy limitada. “No se llegó a ningún acuerdo porque no obtuvimos una respuesta concreta a nuestras peticiones”, asegura el Secretario de los Pueblos Indígenas, que piensa que Antonio Santos Ramírez “quiere destruir la cultura maya y evitar el trabajo de los indígenas en el sitio arqueológico”.

Marco Antonio Santos Ramírez (53 años), el director de Chichén Itzá, es originario de Ciudad de México, donde estudió Arqueología y en Historia por la UNAM. Ha sido director del programa de Protección Técnica y Legal de Teotihuacán y ha dirigido la conservación de otras zonas arqueológicas hasta que en 2014 se hizo con la dirección de este enclave en medio del Estado de Yucatán.

Chichén Itzá es la ciudad maya más famosa del mundo. Ubicada a más de 128 kilómetros de Mérida en dirección a Cancún, este enclave histórico fundado entre los años 325 y 550 fue declarada en 1988 Patrimonio Cultural de la Humanidad. El Castillo, el Grupo de las Mil Columnas o el campo del Juego de Pelota son algunas de sus construcciones más emblemáticas. La zona está en un lugar idílico, rodeada de cenotes y hoteles en mitad de la nada. Los indígenas cada vez tienen más dificultades para mantener su estilo de vida, frente a las exigencias de los conservacionistas y la invasión del turismo de masas.