Un miembro del TPLF vigila la entrada a la ciudad de Hawzen, en Tigray, el pasado 7 de mayo. BEN CURTIS (AP)

El conflicto que vive el norte de Etiopía desde hace prácticamente un año ha entrado en una nueva y peligrosa fase este lunes con el bombardeo por parte de aviones del Ejército federal de distintos objetivos en la ciudad de Mekele, la capital de la región rebelde de Tigray. Estas operaciones aéreas, que habrían provocado al menos tres muertos y numerosos heridos, han sido confirmadas primero por fuentes humanitarias y diplomáticas y luego por la Agencia Etíope de Prensa, aunque un portavoz del Gobierno federal lo negara en primera instancia. La guerra se recrudece en el norte de Etiopía.

“La Fuerza Aérea de Abiy Ahmed ha enviado a sus bombarderos a atacar objetivos civiles dentro y fuera de Mekele. El lunes es día de mercado en Mekele así que sus intenciones están muy claras”, aseguró Getachew Reda, portavoz del Frente de Liberación del Pueblo Tigray (TPLF, por sus siglas en inglés) a través de su cuenta de Twitter. La televisión tigrayana, que apoya a este grupo rebelde que controla esta región, reveló que los ataques se produjeron en una pequeña localidad a las afueras de Mekele, donde se encuentra una fábrica de cemento que ha servido como almacén de armas para los rebeldes, y en las proximidades del mercado de Adi Haki y el hotel Planet, dentro de la ciudad.

La Agencia Etíope de Prensa confirmó el lunes por la noche los bombardeos y aseguró que su objetivo fueron infraestructuras de comunicación. Sin embargo, el director de Comunicación del Gobierno etíope, Legesse Tulu, desmintió que se hubiera bombardeado a civiles y calificó estas informaciones de “mentira total”. “No hay ninguna razón o proyecto de atacar a civiles en Mekele, una ciudad que forma parte de Etiopía y donde viven nuestros propios ciudadanos”, aseguró a France Presse. “¿Por qué el Gobierno etíope atacaría su propia ciudad? Mekele es una ciudad etíope”, manifestó según la agencia Reuters.

El 4 de noviembre de 2020, el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, anunció el inicio de una ofensiva militar contra el TPLF, organización político-militar en el poder en la región norteña de Tigray a la que acusó de atacar dos bases del Ejército federal. Los rebeldes, que desafiaban el poder de Ahmed desde hacía meses, negaron dichos ataques y aseguraron que eran excusas para iniciar la guerra. Menos de un mes después de que estallara el conflicto, las tropas federales etíopes con el apoyo de fuerzas eritreas penetraron en Mekele y pusieron en fuga a los miembros del TPLF, lo que llevó a Ahmed a declarar el fin de la intervención militar. Pero lo cierto es que la guerra acababa de empezar.

El bloqueo de Tigray y los combates entre ambos bandos provocaron que la ayuda humanitaria no pudiera llegar a la población provocando una gravísima crisis humanitaria y poniendo en situación de hambruna a unas 400.000 personas, según Naciones Unidas. Al mismo tiempo que se elevaban cada vez más voces en la comunidad internacional para pedir el final del conflicto y permitir el despliegue de la ayuda internacional, fueron saliendo a la luz informes de masacres y violaciones de Derechos Humanos cometidas por ambos bandos, pero sobre todo por tropas eritreas. El pasado mes de mayo el presidente estadounidense, Joe Biden, calificó los hechos de “inaceptables”. En diciembre de 2019, el primer ministro etíope Ahmed recibía el Premio Nobel de la Paz en Oslo. Once meses más tarde, el mismo hombre declaraba una guerra de consecuencias imprevisibles en su propio país.

Pese al conflicto, Etiopía celebró elecciones generales el 21 de junio en las que arrasó el partido de Ahmed, lo que le permite renovar en el cargo de primer ministro para otros cinco años. Sin embargo, apenas una semana después sufrió un duro revés con la recuperación de Mekele por las fuerzas rebeldes del TPLF. El mismo día, el Gobierno etíope declaró un alto el fuego unilateral para permitir la entrada de la ayuda humanitaria y para que los campesinos pudieran sacar adelante la temporada agrícola. Sin embargo, la toma de Mekele por los rebeldes provocó todo lo contrario: el Gobierno federal bloqueó aún más a Tigray e inició un reclutamiento masivo de etíopes. Para entonces el conflicto ya había llegado a las regiones vecinas de Amhara y Afar, con las primeras incursiones de los rebeldes.

Como advertía en julio pasado William Davison, analista senior del International Crisis Group: “Una guerra que ya ha cobrado un precio terrible ahora parece que se expandirá significativamente, probablemente provocando miles de muertes más y una inestabilidad mucho mayor en todo el país”. En repuesta al refuerzo etíope con jóvenes que llegaban desde todos los rincones del país para combatir a los tigrayanos, la contraofensiva rebelde prosiguió durante todo el verano y el pasado 5 de agosto logró incluso hacerse con el control de la ciudad amhara de Lalibela, Patrimonio mundial y todo un símbolo para el país.

Apenas tres días después de la toma de posesión de Ahmed como primer ministro el pasado 4 de octubre, el Ejército federal lanzó una gran ofensiva en las regiones de Amhara y Afar. Su idea era recuperar todo ese terreno que habían ido cediendo ante el avance del TPLF. Ambos bandos aseguran haber logrado victorias militares en esta fase de la guerra. Sin embargo, el bombardeo de objetivos civiles este lunes en Mekele, el corazón del poder tigrayano, marca un nuevo punto de inflexión en este conflicto.