María Kolesnikova en los juzgados de Minsk, este jueves. En vídeo, imágenes de la activista durante el juicio.RAMIL NASIBULIN / AFP / VÍDEO: ANADOLU

Un tribunal bielorruso ha condenado este lunes a 11 años de prisión a la opositora María Kolesnikova, una de las tres mujeres, incluida Svetlana Tijanóvskaya, que desafió al líder autoritario Aleksandr Lukashenko y encabezó las protestas por la democracia en Bielorrusia el año pasado. Kolesnikova, música y activista de 39 años, llevaba presa desde hace un año, cuando fue arrestada tras resistirse a su expulsión del país al romper su pasaporte en la frontera con Ucrania. La opositora, la última de la tríada y de las cabezas visibles del movimiento por la democracia que permanecía en Bielorrusia, estaba acusada de conspiración para tomar el poder y llamar a cometer acciones para dañar la seguridad nacional, entre ellas, a través de los medios de comunicación e internet.

El abogado Maxim Znak, de 40 años, que también formaba parte de la cúpula del consejo de coordinación opositor (en el que están además de Tijanóvskaya, la premio Nobel bielorrusa Svetlana Alexiévich y la propia Kolesnikova), fue sentenciado a 10 años de prisión que tendrá que cumplir en un centro de máxima seguridad, según informó la Fiscalía General de Bielorrusia en un comunicado.

Este lunes, durante la lectura de la sentencia, Kolesnikova ha vuelto a mostrarse desafiante y sonriente dentro de la jaula en la que los acusados asisten a los juicios en Bielorrusia. Con los labios pintados de un rojo intenso, la opositora ha formado un corazón con las dos manos esposadas, dos de sus señas características desde el inicio de las protestas multitudinarias contra el fraude electoral en agosto de 2020. El día 9 de ese mes, se celebraron unos comicios presidenciales en los que Lukashenko se atribuyó la victoria con un 80% de los votos.

Kolesnikova dirigía la campaña del exbanquero opositor Viktor Babariko, arrestado en mayo de 2020, vetado de los comicios de agosto de ese año y posteriormente condenado el pasado mes de julio a 14 años de prisión por cargos de aceptación de sobornos y lavado de dinero. La detención de este candidato fue, de hecho, el germen de las manifestaciones que después de las elecciones se convirtieron en las mayores de la historia moderna del país. Cuando Babariko fue eliminado de la carrera electoral, Kolesnikova y Veronika Tsepkalo, esposa de otro candidato vetado y exiliado, se unieron a la campaña de Svetlana Tijanóvskaya, la única candidata opositora real a la que se permitió concurrir. Las tres mujeres unificaron a la oposición, pusieron rostro al descontento y plantaron cara a Lukashenko, que aseguró que una mujer no estaba cualificada para asumir la presidencia.

La Unión Europea, que ha impuesto varios paquetes de sanciones contra el régimen de Lukashenko, ya ha reaccionado ante tan duras condenas exigiendo de nuevo este lunes la excarcelación de opositores. “La UE reitera sus demandas de liberación inmediata e incondicional de todos los presos políticos en Bielorrusia; actualmente hay más de 650 de ellos, incluidos Kolesnikova y Znak, periodistas y todas las personas encarceladas por ejercer sus derechos”, ha dicho en un comunicado. El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, también ha criticado las condenas en otro comunicado: “Estas sentencias son una prueba más del total desprecio del régimen [bielorruso] por los derechos humanos y las libertades fundamentales del pueblo de Bielorrusia “.

Las durísimas condenas de este lunes contra dos de las figuras más destacadas de la cúpula opositora son solo otro paso más de la deriva autoritaria de Lukashenko, que ha reprimido con puño de hierro toda disidencia. El líder bielorruso no muestra signos de abrir la mano y se aferra al poder apoyado en su aliado, Rusia, que le ha proporcionado varios balones de oxígeno en forma de préstamos y acuerdos comerciales. Este jueves está previsto que Lukashenko visite Rusia para la enésima reunión con su homólogo Vladímir Putin, en la que tratarán las hojas de ruta del acuerdo de unión firmado hace décadas entre ambos países —acuerdos económicos, fiscales y militares— a las que Lukashenko había sido reacio hasta el inicio de las protestas y que afianzarán aún más la dependencia de Minsk de Moscú.