Adaj el Bendir, en la “zona liberada" de Bir Lehlu, al este del muro marroquí en el Sáhara, en 2016.

El jefe de la Guardia Nacional del Frente Polisario, Adaj el Bendir, de 65 años, murió el martes por un ataque aéreo, según un comunicado difundido el miércoles por Sahara Press Service (SPS), la agencia oficial de la organización saharaui. En el anuncio se precisó que El Bendir falleció “en el campo de honor” cuando se encontraba en “la zona liberada” de Rouss Irni, en Tifariti, un municipio situado en el norte del Sáhara y bajo control del Polisario. El Bendir fue alcanzado por los disparos de un dron cuando se retiraba tras una incursión efectuada en la zona controlada por el Ejército marroquí, según informaron a este diario fuentes saharauis.

Por su parte, las autoridades marroquíes se mantienen en silencio, algo que viene siendo habitual desde que el Frente Polisario decretó el estado de guerra el 13 de noviembre de 2020. Ese día se produjo un intercambio de disparos entre soldados del Ejército marroquí y miembros del Frente Polisario en la zona desmilitarizada de Guerguerat, junto a la frontera con Mauritania.

La página de Facebook FAR-Maroc (Fuerzas Armadas Reales), un sitio no oficial que suele contar con información procedente del Ejército marroquí, señaló este miércoles que el objetivo del ataque era el secretario general del Frente Polisario, Brahim Gali.

Fuentes saharauis indicaron que no es tan difícil que muera un alto cargo sobre el terreno: “Nuestros mandos suelen estar en primera línea del frente. Y tampoco sería extraño que algún día falleciera en el campo de batalla el mismo Brahim Gali. Al contrario, para él sería un honor. Nuestros mandos saben que la forma de infundir la moral en las tropas es dar ejemplo y estar ahí, en la primera línea del frente. Pero Gali no se encontraba en esos momentos junto a El Bendir, eso es un bulo difundido por Marruecos”.

Adaj el Bendir se incorporó a las filas del Frente Polisario en 1978 y participó en varias batallas durante la guerra con Marruecos (1976-1991). En junio fue nombrado comandante de la Guardia Nacional, cargo que equivaldría en España a la jefatura de la Guardia Civil. Era padre de siete hijos, seis de ellos varones.

La organización saharaui afirma haber sufrido hasta el momento cuatro bajas. La primera se produjo el 24 de febrero a causa de “fuego enemigo”. Después resultaron muertos otros dos de sus miembros por un “accidente sobre el terreno”. En febrero, el Frente Polisario aseguró haber acabado con la vida de tres soldados y un suboficial marroquí, una acción ante la que Rabat guardó silencio. Por su parte, la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental (Minurso), organización que cuenta con al menos 240 observadores sobre el terreno, no ha emitido ninguna declaración pública sobre los últimos acontecimientos.

Decenas de miles de saharauis huyeron en 1976 en dirección al desierto y se asentaron en varios campamentos próximos a la ciudad argelina de Tinduf. El conflicto se encuentra estancado desde que ambas partes firmaron el alto el fuego en 1991. Toda una generación ha crecido en estos 45 años en esos páramos, sin apenas otros recursos que los que provienen de Argelia y de la solidaridad internacional.

Hasta el pasado noviembre pocos cambios se habían producido. Ese mes, sin embargo, Marruecos obtuvo su mayor logro diplomático cuando la Administración del expresidente de EE UU Donald Trump reconoció la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, mientras Rabat iniciaba relaciones diplomáticas con Israel.

Desde entonces, Marruecos intenta que la Unión Europea —y sobre todo España— inicien gestos en la misma dirección que Trump. Hasta el momento ningún país europeo lo ha hecho, ni siquiera Francia, que es el aliado más poderoso de Rabat. El pasado marzo el Ministerio de Exteriores de Marruecos suspendió sus contactos con la Embajada de Alemania en el país. A través de un comunicado interno, debidamente filtrado a la prensa, el Gobierno marroquí alegó “malentendidos profundos” para suspender sus relaciones con la legación germana. Tanto Berlín como Madrid han apoyado la búsqueda de una solución aceptada por las dos partes y bajo la mediación de la ONU. Marruecos, sin embargo, estima que esa posición de la Unión Europea es una “zona de confort” de la que Bruselas debe salir.

Mientras tanto, el Consejo de Seguridad de la ONU tiene previsto abordar el conflicto del Sáhara Occidental el próximo 21 de abril. La situación se tensa cada año por estas fechas, cuando el Consejo debe decidir si prorroga el mandato de su misión en el Sáhara. Las partes implicadas no han logrado ni siquiera ponerse de acuerdo para pactar el nombramiento de un enviado especial del secretario general de la ONU. El último que ocupó el cargo, el expresidente alemán Horst Köhler, dimitió en 2019 alegando motivos de salud.

La República Árabe Saharaui Democrática (RASD), órgano que solo es reconocido como Gobierno por la Unión Africana, ha solicitado un asiento en la ONU. Es Argelia quien defiende los intereses del Frente Polisario y de la RASD en la sede de Naciones Unidas. Marruecos elude siempre reconocer a la organización saharaui y exige negociar directamente con Argelia para resolver el conflicto. Mientras que Argel suele reclamar conversaciones serias entre Rabat y el Frente Polisario.

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