El candidato Andrés Araúz participa en un encuentro con representantes del Consejo de Pueblos y Organizaciones Indígenas Evangélicas del Ecuador en Quito.JOSE JACOME /

Andrés Arauz y Guillermo Lasso están prácticamente empatados al 50% en sus votos previstos para llegar hasta el sillón presidencial ecuatoriano. El candidato de derecha, que ya se enfrentó a Lenín Moreno en 2016 y estuvo a punto de quedarse fuera de esta segunda vuelta en un reñido recuento, ha recortado distancias frente al izquierdista Arauz, quien ganó nítidamente la primera vuelta.

Si la mantiene durante la recta final, el joven (35 años) economista que ejerció de ministro en la última fase del gobierno de Rafael Correa le devolverá el poder a la izquierda tras cuatro años de accidentado alejamiento. La sombra del expresidente planea inevitablemente sobre la elección. Ha volcado toda su plataforma, de la que una cuenta en Twitter con más de 3,4 millones de seguidores es apenas punta de lanza, en apoyar a Arauz.

El último tramo de la contienda empezó tarde por un lento y aparatoso conteo que casi deja al político indígena Yaku Pérez como rival del correísmo. Los sondeos infra-estimaron sustancialmente su resultado, pese a detectar la tendencia al alza con la que venía creciendo.

Hay que decir que la ley ecuatoriana prohíble la divulgación de nuevas encuestas en los diez días anteriores a la elección, lo cual empeora considerablemente el poder de los pronósticos. A pesar de ello, sí aproximaron los niveles en los que se ubicaron Lasso y Arauz, enfrascados hoy en una confrontación tan bronca como polarizada.

Dichas encuestas esperaban, eso sí, un cierto repunte de última hora para Guillermo Lasso que nunca se concretó en las urnas. La media se movía en la penúltima semana de 20% a 22,3%, estando el resultado final más cerca de la primera cifra. Dos firmas (Atlas Intel e Informe Confidencial) otorgaban al banquero un 27% de los votos, algo que nunca se concretó. En esta ocasión, es la reconocida Cedatos, con casi media década de experiencia de campo, la que apuesta por una ventaja de alrededor de 4 puntos para él. No es la única: entre la hornada de la última semana, cuatro de diez esperan una victoria del candidato del Movimiento CREO.

Las otras seis apuestan por un triunfo de Arauz, si bien por márgenes menores a los pronosticados a principios de mes. El estrechamiento de la contienda es consecuencia natural de la polarización, pero al mismo tiempo los votantes ecuatorianos mantienen considerables niveles de indecisión: dependiendo de la metodología de cada encuesta, el porcentaje de votantes que se declaran indecisos, proclives al blanco o al nulo va del 10% al 20%.

Estas cantidades desaparecen de los pronósticos finales, así como de la media resultante, a través de un ejercicio de ponderación: se asigna la indecisión a lado y lado de manera proporcional. Esta aproximación parte de una premisa: que los votantes aún indefinidos (o que ocultan su decisión ante la pregunta directa del encuestador) se distribuyen de manera proporcional entre los candidatos en contienda. El método es habitual, con variantes en las decisiones de ponderación, en España y en otros lugares. Permite pronósticos más realistas, pero introduce incertidumbre: ¿qué sucede si la premisa de base no es correcta; si hay más voto definido a última hora en una de las dos direcciones disponibles?

A todas estas fuentes de incertidumbre se suma la variable calidad de las encuestas disponibles en Ecuador. Conviven sondeos de casas transparentes y reconocidas, con otras de origen menos definido; en algunos casos se trata de trabajos efectivamente reales, pero filtrados por la parte que queda mejor en la foto de los datos. Entre ambos extremos se ubican ejercicios con coberturas de distinto alcance social y territorial.

En un intento de separar el grano de la paja, el proyecto autónomo Cálculo Electoral compila, filtra y califica cada una de las encuestas disponibles. Un ingeniero, una economista y un físico ecuatorianos parten para ello de criterios de actualidad, técnica empleada, cobertura territorial, y aciertos pasados. Sobre esta base construyen un modelo de pronóstico basado en simulaciones que tiene en cuenta la tendencia interna aproximada por las distintas mediciones de cada casa de encuestas. A cierre de la última encuesta presentada, el modelo colocaba la simulación más probable en: Arauz 52,4%; Lasso 47,6%; un punto muy similar a la media de encuestas aquí presentada. Pero el aspecto más interesante de este tipo de modelos es su capacidad para ofrecer un mapa en la incertidumbre; en este caso, asignan una probabilidad a cada margen de victoria aproximado para cada candidato. El resultado: en dos de cada tres mundos, Arauz gana. Casi siempre, eso sí, con mayores posibilidades de un margen inferior a 5 puntos, en 1 de cada 5 simulaciones.

Pero en uno de cada tres, la victoria es para Guillermo Lasso. Esta es, más o menos, la probabilidad de victoria que le asignaba el estadístico Nate Silver a Donald Trump antes de que ganase contra Hillary Clinton en noviembre de 2016.

Las fuentes de incertidumbre en esta elección, incluyendo un nuevo pico epidémico, garantizan una historia con un final que no acaba con estos datos.