China y Rusia han querido mostrar un frente común y aumentar su cooperación ante las presiones de Estados Unidos y las nuevas sanciones occidentales relacionadas con los derechos humanos. Tras dos días de reuniones, los respectivos ministros de Exteriores, Wang Yi y Serguéi Lavrov, han acusado a Washington de injerencia y de querer “crear nuevas alianzas cerradas” similares a las de la era de la Guerra Fría, que impongan sus propias normas al resto y dejen de lado el orden internacional basado en las instituciones de la ONU.
En una rueda de prensa, Wang y Lavrov se han comprometido a “colaborar contra las sanciones” y han instado a otros países a “oponerse a cualquier forma de castigos unilaterales”. También han lanzado un llamamiento a una cumbre de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU para resolver los “problemas comunes de la humanidad”.
La reunión en la ciudad de Guilin, en el sur de China, se ha producido en un momento de especial crispación, y extraordinaria actividad diplomática, en el tablero geopolítico mundial, donde la rivalidad entre Washington y Pekín es cada vez más descarnada. Lavrov recibió la invitación de Wang después del áspero encuentro en Alaska entre los responsables de Exteriores de China y Estados Unidos la semana pasada. Días antes, el secretario de Estado, Antony Blinken, y el jefe del Pentágono, Lloyd Austin, se vieron con sus homólogos respectivos en Japón y Corea del Sur, los grandes aliados de EE UU en Asia oriental. El propio Blinken se encuentra esta semana en Bruselas para reunirse con los socios europeos y tratar de establecer posturas unificadas frente a China.
Además, este lunes la Unión Europea, Estados Unidos, el Reino Unido y Canadá impusieron sanciones contra cuatro altos funcionarios chinos y dos entidades por sus supuestos abusos contra los derechos humanos de la minoría uigur en la región de Xinjiang. Unas sanciones que en Pekín han molestado especialmente: atacan lo que considera una cuestión de soberanía nacional, algo que una China en auge subraya cada vez con más fuerza que no está dispuesta a tolerar, y menos de un Occidente al que considera en decadencia. En el caso de la UE, eran las primeras que los Veintisiete imponían contra el gigante asiático desde la matanza de Tiananmén, en 1989, y han abierto un nuevo frente de conflicto en una relación cada vez más complicada, la de Pekín y una Bruselas que considera a China un socio pero también un rival. Londres se sumó el lunes a las sanciones contra Pekín.
Pekín ha replicado con furia. De inmediato, tras el anuncio en Bruselas del lunes, dio a conocer su réplica: sanciones contra 10 ciudadanos europeos, cinco de ellos legisladores, y cuatro instituciones. Este martes, confirmó que había convocado al embajador de la Unión Europea, Nicolas Chapuis, y a la embajadora británica, Caroline Wilson, para expresar su protesta contra lo que considera “mentiras” e “informaciones falsas” en torno a la situación en Xinjiang.
Las potencias occidentales “deben saber que los días en que podían injerir de manera arbitraria en los asuntos internos de China inventándose historias y mentiras ya se han acabado hace mucho tiempo”, ha asegurado Wang en sus conversaciones con Lavrov, según un comunicado del Ministerio de Exteriores en Pekín.
Grupos de activistas, organizaciones de derechos humanos, prensa y Gobiernos extranjeros denuncian abusos sistemáticos contra la minoría uigur en la región de Xinjiang, incluido el encierro de más de un millón de sus integrantes en “campos de reeducación”, trabajos forzados y esterilizaciones. China, por contra, sostiene que los campos son centros de formación profesional en donde los internos están allí de manera voluntaria. También asegura que son una herramienta fundamental para combatir el terrorismo islámico, después de años en los que el país vivió sangrientos atentados.
Los Gobiernos europeos han reaccionado también con críticas ante las sanciones chinas. El presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli, ha asegurado que esas medidas son “inaceptables y tendrán consecuencias”. Países Bajos y Bélgica han convocado a los respectivos embajadores chinos. Francia ha hecho lo mismo con el representante de Pekín en su territorio, Lu Shaye, para expresarle su protesta por las sanciones contra uno de sus eurodiputados, Raphael Glucksmann, y los insultos que el diplomático de Pekín ha publicado en redes sociales contra un analista especializado en China, Antoine Bondaz.
Las tensiones en la relación entre los dos bloques llegan menos de tres meses después de que ambos concluyeran siete años de negociaciones con la firma de un acuerdo de inversiones largamente anticipado. La entrada en vigor del pacto está pendiente de la traducción del texto final y la ratificación de las dos partes.
Cómo pueda afectar el enfrentamiento al futuro del documento es algo que aún está por ver. Pero la Comisión Europea ya ha apuntado que la ratificación puede estar en peligro. Según ha apuntado la portavoz de Comercio del Ejecutivo comunitario, Miriam García, el sí dependerá de “cómo evolucione” la situación a raíz de las sanciones.