Totalmente de noche pasó en México el documento desclasificado del Consejo Nacional de Inteligencia llamado Amenazas Extranjeras en las Elecciones Federales de Estados Unidos en 2020. Este documento, de sólo 15 páginas, es un resumen de un amplio reporte que confirma la intervención del Kremlin para desacreditar a Joe Biden durante la campaña presidencial el año pasado y la participación directa del presidente ruso Vladimir Putin en el intento por descarrilar al demócrata.

El documento aclara que, si bien no se incluye toda la información de soporte, excluye los métodos que utilizaron para obtener la información, esconde sus fuentes y omite reportes específicos de inteligencia, los juicios analíticos son los mismos que contiene la versión secreta. Hay elementos que ya habían sido divulgados en términos generales, como el Proyecto Lakhta y su granja de troles Lakhta Internet Research (LIR), a la que en previos informes de inteligencia identificaban como la Agencia de Investigación en Internet (IRA).

El Proyecto Lakhta, de acuerdo con una denuncia del Departamento de Justicia en 2018 contra Elena Alekssevna Khysyaynova, quien fungía oficialmente como su contadora, era un paraguas para desarrollar una guerra informática contra Estados Unidos desde San Petersburgo, financiado por el oligarca ruso Yevgeniy Viktorovich Prigozhin, y diseñado para generar desconfianza hacia los candidatos y el sistema político en general de esa nación. Con 10 millones de dólares de presupuesto, financiaba activistas, colocaba anuncios en las redes sociales, registraba dominios, compraba servidores y promovía mensajes noticiosos en las plataformas digitales a través de su granja de troles. Uno de sus objetivos era estigmatizar a los medios convencionales como falseadores de la realidad.

El informe del Consejo Nacional de Inteligencia, aún en su versión desclasificada, da un salto cualitativo en las revelaciones sobre la participación de Putin, el Kremlin y el servicio de inteligencia ruso en la operación contra Estados Unidos, lo que fue reportado por los medios mexicanos. Sin embargo, no mereció atención un párrafo en la página cuatro que no puede pasar desapercibido. En ella, el Consejo Nacional de Inteligencia señala:

“El Proyecto Lathka y la granja de Investigaciones en Internet Lathka –comunmente mencionada por su viejo apoyo a la Agencia de Investigación en Internet–, vinculadas e influenciadas por el Kremlin, amplificaron temas internos controversiales. LIR utilizó personas en las redes sociales, sitios de noticias y estadounidenses, para producir contenido específico a diferentes segmentos de la población de Estados Unidos. LIR estableció granjas de troles efímeras que utilizó de manera involuntaria a ciudadanos en Ghana, México y Nigeria, para propagar esas narrativas enfocadas en Estados Unidos, probablemente como respuesta a los esfuerzos de las compañías estadounidenses y agencias policiales para neutralizar a las personas asociadas a LIR”.

Esas granjas de troles multinacionales no sólo se concentraron en temas que provocaban división, como la posesión de armas, el aborto o mentiras y difamaciones contra Biden y su hijo –que tiene negocios en Ucrania–, sino también impulsaron teorías conspirativas sobre la pandemia del Covid-19, denunciaron censura en las redes sociales y enfatizaron las divisiones raciales en Estados Unidos. Al mismo tiempo, promovían al presidente Donald Trump y repetían sus mensajes de fraude electoral. Manejado todo por los servicios de inteligencia rusos, difundieron mentiras sobre los medios de comunicación, sobre personalidades y funcionarios, para minar la democracia estadounidense y sus instituciones.

El documento no debe ser tomado a la ligera en México. Tampoco hacer analogías rápidas con los métodos de las granjas al servicio del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, y quedar como rehén de la polarización mexicana. El fenómeno trasciende nuestro momento. En un estudio sobre Tendencias en los Esfuerzos de Influencia en Línea, realizado por Diego Martin, Jacob Shapiro y Julia Ilhardt, y publicado por la Universidad de Princeton en agosto del año pasado, se dan a conocer los resultados de una investigación sobre 76 “esfuerzos internacionales” sobre 30 países de 2013 a 2019, así como 20 “esfuerzos de influencia interna”, donde los gobiernos atacaron a sus propios ciudadanos.

Uno de los países donde los gobiernos atacaron a sus ciudadanos fue México. Según los autores, de 2012 a 2018 se realizaron campañas desde cuentas a favor del PRI, llamados los Peñabots, y mencionaron específicamente a Carlos Merlo, “el rey de las noticias falsas”, un treintañero que fundó la empresa Victoria Lab, donde usó bots y empleó otras tácticas para beneficiar a políticos y partidos diversos. Expertos en redes sociales identifican no sólo granjas que diseminan desinformación y mentiras contra críticos y adversarios de López Obrador, sino también del PAN y el PRI que hacen lo mismo con los simpatizantes del régimen.

Las redes sociales dividen sociedades y desestabilizan gobiernos, sistemas y países. Las redes de López Obrador fueron muy eficaces para desestabilizar al presidente Enrique Peña Nieto y magnificar las acusaciones de corrupción e incompetencia. Durante los dos primeros años del gobierno actual, los expertos calculan que se han inyectado al menos 50 millones de pesos mensuales en la promoción de las políticas de López Obrador y para denostar a sus críticos, utilizando bots y personas de carne y hueso. Se puede argumentar que si hay tanto dinero en un lado, es porque hay inversiones similares interesadas en descarrilar su proyecto.

Qué tantas de estas cuentas que hacen campañas de odio tienen financiamientos nacionales o extranjeros, no se sabe, pero pueden contratarse con cualquiera que pague o ser utilizados por servicios de inteligencia, como los rusos hicieron con mexicanas y mexicanos en su campaña contra el sistema político de Estados Unidos. Las revelaciones del Consejo Nacional de Inteligencia deberían provocar una reflexión al gobierno y sus adversarios, si quieren seguir por ese camino sembrado de radicalismo, o que la lucha por el poder se ciña a una ruta donde se controlen los resultados, y que se inocule el debate político e ideológico en México para que no sean tontos útiles de una potencia extranjera que los use para sus objetivos geoestratégicos.