Un hombre sin hogar cocina a la intemperie, en Buenos Aires (Argentina), en agosto del año pasado.RONALDO SCHEMIDT / AFP

La pandemia de la covid-19 ha profundizado aún más las ya de por sí enormes brechas estructurales en América Latina y el Caribe. En un momento todavía de “elevada incertidumbre, en el que aún no están delineadas ni la forma ni la velocidad de la salida de la crisis”, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) calcula que la pobreza extrema, la forma más lacerante de carestía en la que no están cubiertas las necesidades más básicas, habrá escalado hasta su nivel más alto desde el año 2000. El 12,5%, uno de cada ocho latinoamericanos, está ahora en esa situación; más de un punto porcentual que hace un año, cuando una crisis sanitaria era una opción remota, y casi cinco puntos más que en 2014, cuanto tocó el nivel más bajo de siempre, el 7,8% de la población. Antes de la covid-19, el porcentaje de personas en esa situación ya llevaba un lustro de crecimiento ininterrumpido. El virus, sin embargo, ha sido la puntilla final a esta preocupante tendencia.

Las medidas de protección social de emergencia que se han adoptado en prácticamente toda la región han contribuido a paliar el severísimo golpe del coronavirus sobre los siempre volátiles mimbres económicos y sociales latinoamericanos. Pero no han impedido un aumento igualmente notable en el caso de la pobreza moderada, que afectaba a finales de 2020 a uno de cada tres habitantes del bloque —el 33,7%—, más de tres puntos porcentuales que un año antes. Para observar unos niveles similares hay que remontarse a 2006, aún en el ecuador del superciclo de las materias primas que permitió a varios Gobiernos latinoamericanos desplegar una inédita batería de medidas de corte social gracias a las cuales millones de personas pudieron mejorar drásticamente su calidad de vida y ensanchar la base de la clase media.

América Latina y el Caribe es una de las regiones más golpeadas por el coronavirus, tanto en número de casos como en muertes. Con poco más del 8% de la población mundial, hasta diciembre del año pasado acumulaba casi uno de cada cinco contagios y más de uno de cada cuatro fallecidos a escala global. Unas cifras “tremendas”, en palabras de la secretaria ejecutiva del organismo, Alicia Bárcena. Tamaño zarpazo humano ha derivado en una crisis inédita tanto en lo económico como en lo social, que en la región se ve agravada por lastres históricos como la inequidad —sigue siendo la más desigual del mundo—, informalidad laboral —un indicador en el que también es líder global—, desprotección social y vulnerabilidad. Un caldo de cultivo que amplifica cualquier choque y que los efectos negativos sobre las capas menos afortunadas de la sociedad, tal y como resalta el Panorama Social 2020 presentado este jueves en Santiago de Chile por el brazo de Naciones Unidas para el desarrollo en el bloque.

Con una curva demográfica que todavía dibuja una pendiente positiva, en términos absolutos las cifras son aún más impactantes. Según las cifras de la Cepal, el número total de personas bajo el umbral de la pobreza será de 209 millones a finales de 2020, 22 millones más que a cierre de 2019. De ellos, 78 millones serán pobres extremos, ocho millones más que un año antes. Ocho de cada diez latinoamericanos viven hoy en situación de vulnerabilidad, con ingresos equivalentes a tres o menos de tres salarios mínimos. Todas estas tendencias se agudizan en las zonas rurales y en las de mayor prevalencia de población indígena.

Adiós al ascensor social
La mayoría de los países latinoamericanos experimentará un potente deterioro distributivo, un flanco siempre sensible en la región: quienes más han sufrido, están sufriendo y sufrirán los estragos de la pandemia serán los que partían de una situación peor. “Como siempre, los grandes perdedores están siendo los pobres”, ha resumido gráficamente la jefa de la Cepal en la conferencia de prensa en la que se ha presentado el informe.

Las pérdidas de puestos de trabajo y la reducción de los ingresos laborales serán mayores en los estratos de ingreso bajo, así como en el sector informal y en la población más joven, mientras que los estratos de ingreso medio sufrirán el siempre temido proceso de movilidad descendente: regresar al punto de partida nunca es tan rápido como verse desplazado de él. El informe tiene una explicación para este fenómeno: en América Latina y el Caribe, las familias de los estratos medios y de la parte superior de los estratos bajos no suelen ser destinatarios de las políticas y los programas de protección social y la mayoría de sus ingresos procede del trabajo, uno de los flancos más golpeados.

La Cepal estima que entre 2019 y 2020 los estratos de ingresos bajos habrán aumentado 4,5 puntos porcentuales (unos 28 millones de personas más) y los estratos de ingresos medios se habrían contraído en una proporción similar (-4,1 puntos porcentuales, es decir, 25 millones de personas menos). A diferencia de en otras regiones, el porcentaje de trabajadores latinoamericanos que puede desempeñarse en remoto es muy bajo: para la mayor parte de empleados de la región, el teletrabajo sencillamente no es opción.

“La región ya llevaba siete años de bajo crecimiento”, ha recordado Bárcena, un año después de que se identificase al paciente cero de coronavirus en la región. “Necesitamos políticas públicas para enfrentar esta emergencia y conectarla con una recuperación que sea diferente: no queremos llegar a dónde estábamos, sino transformar nuestra realidad. Y eso solo se hace con políticas públicas”. La urgencia de avanzar hacia un verdadero estado de bienestar, ha remarcado, es hoy “mayor que nunca”. Según sus datos, un tercio de los hogares con niños o adolescentes carece de cualquier tipo de protección social. Y casi una de cada tres mujeres —sobre todo, en las capas más pobres de la población— no participa en el mercado de trabajo para cuidar de su familia, cronificando y ampliando las diferencias de partida.

Además de pronosticar que la desigualdad del ingreso total por persona aumentará con la pandemia, el organismo alerta de que el virus amenaza con profundizar el malestar que se había hecho visible en distintos países de la región antes de la crisis sanitaria. “Abordar los factores que originan el malestar, avanzando hacia políticas sociales centradas en el goce de derechos, la igualdad, el reconocimiento y el trato digno, junto a la construcción de pactos sociales orientados a la construcción de sociedades más justas, inclusivas y cohesionadas, es fundamental para evitar niveles crecientes de conflictividad, expresiones de violencia y crisis de representación y legitimidad democrática que obstaculizan el desempeño económico”, zanjan los técnicos de la Cepal.